Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2022 son la expresión clara y meridiana del programa económico gubernamental: el aumento/mantenimiento de unos niveles de gasto público incompatibles con la sostenibilidad de las finanzas públicas y con el crecimiento de la economía en el medio-largo plazo.

Con un déficit y una deuda desbocados, presumir de que las cifras de desembolsos del Estado son las más altas de la historia es una enorme irresponsabilidad. 

Los PGE prevén una caída de 6,6 puntos de la ratio déficit/PIB entre este ejercicio y el siguiente en el que se colocaría en el 5 por 100 del PIB.

Esta previsión resulta chocante porque sitúa ese desequilibrio en 2022 por debajo del déficit estructural ya existente, lo que es incongruente con el incremento experimentado por los programas de gasto estructural cuya trayectoria, por definición, no se ve afectada por el comportamiento cíclico de la economía. Crecen sí o sí.

Con un déficit y una deuda desbocados, presumir de que las cifras de desembolsos del Estado son las más altas de la historia

El Gobierno pasa del impacto alcista de la inflación sobre las partidas de gasto ligadas al IPC. Con una tasa de inflación que se situará a finales de 20221 alrededor del 2,5 por 100, eso se traduce en un aumento adicional sobre los gastos ligados a ella.

El Ejecutivo ha estimado a la baja esa variable al calcular los deflactores del PIB y del consumo privado. Por añadidura, las expectativas inflacionarias se afianzan no sólo por la política monetaria en curso, sino porque el BCE ha anunciado su disposición a permitir que el nivel general de precios en la eurozona supere el 2 por 100.

La hipotética corrección del déficit reposa en el fuerte dinamismo de la economía nacional en 2021 y 2022. El cuadro de previsiones macroeconómicas es un ejercicio de voluntarismo que no merece comentario alguno, salvo el considerar utópico un incremento del PIB del 7 por 100 en 2022.

Todas las previsiones macro tienen un solo objetivo: soportar las estimaciones de ingresos del Gobierno. La Ministra de Hacienda ha avanzado un aumento de la recaudación del 4,6 por 100 este año, que no figura en la presentación de su escenario presupuestario; no ha ofrecido estimación alguna de su comportamiento en 2022 ni tampoco ha realizado una proyección de la trayectoria de la ratio deuda pública/PIB ni en este ejercicio ni en el próximo. 

La ausencia de ese último dato es lógica porque la deuda seguirá creciendo en ausencia de una política de consolidación fiscal que el Gobierno no tiene intención alguna de acometer.

El cuadro de previsiones macroeconómicas es un ejercicio de voluntarismo que no merece comentario alguno

En 2022 superará el 130 por 100 del PIB La suspensión de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento hasta 2023 se están aprovechando para impulsar el gasto como si no hubiese mañana y, por tanto, para consolidar un escenario financiero de una extraordinaria precariedad-vulnerabilidad. 

La Sra. Montero ha asegurado a los compradores de bonos soberanos patrios que ¨no se pillarán los dedos”. Estos compran todavía deuda española por una sola razón: el BCE lo hace. Esta es la única garantía que el Gobierno tiene para lograr financiarse y para que los mercados sigan prestándole sin disparar la prima de riesgo.

Esto significa que la solvencia del Estado español depende sólo y exclusivamente de algo que no controla: la buena voluntad de la institución presidida por la Sra. Lagarde, cuya política comienza a ser cuestionada de  manera abierta por los Frugales y por Alemania. 

La actuación presupuestaria del Gobierno tiene en clave interna una sola finalidad: transferir rentas con fines electorales. En clave externa es un ejercicio de Teoría de Juegos, en este caso, el del chantaje.

La solvencia del Estado español depende sólo y exclusivamente de algo que no controla: la buena voluntad del BCE

España es demasiado grande para caer. Si esto sucediese, la unión monetaría saltaría en pedazos. En consecuencia, sus socios se verán forzados a sostenerla para evitarlo. A nadie ha de quedarle duda alguna de que éste es el razonamiento de fondo que inspira la acción del Gobierno.

El final de esta fuga hacia adelante está escrito. Más pronto que tarde, el Gobierno de España habrá de poner término a este disparate fiscal y presupuestario y cuanto más se tarde en hacerlo más duro habrá de ser el ajuste.

Disfruten del espejismo veraniego de la recuperación porque ésta sólo se sostendrá unos trimestres. El cuarto será más débil de lo previsto y el 2022 va a resultar una sorpresa, negativa, para la mayoría de los expertos. Es imposible que con la política económica gubernamental la economía nacional pueda crecer de forma sana y sostenida.