"What a way to surrender". Jon Anderson.

Ante la subida imparable del precio de la luz, debemos desmontar muchos mitos.

El primero, la luz no es cara por casualidad, sino por diseño. El aumento exponencial del precio del CO2 que ha lanzado el precio mayorista por las nubes es una decisión política.

Son los Estados los que limitan la oferta de permisos de emisión, y los que recaudan ingentes cantidades de dinero. El Estado español recaudará en 2021 más de 2.300 millones de euros por este concepto, que es un impuesto encubierto y que nos venden como "mercado".

Este mecanismo se diseñó para penalizar a las tecnologías contaminantes -mayor coste de producción- y premiar a las no contaminantes -mayor margen-. Ahora España se convierte en el único país de Europa donde el que contamina paga y el que no contamina paga mucho más al penalizar a las tecnologías eficientes (eólica, nuclear e hidráulica) con la última medida intervencionista.

El segundo, no es cierto que un enorme despliegue renovable reduzca masivamente los precios para los consumidores. En Alemania, el precio a los hogares ha aumentado un 57% entre 2006 y 2019 mientras el país invertía más de 150.000 millones de euros en subvenciones a renovables.

El precio de la energía solo supone un 23% de la factura, mientras que las primas renovables suponen un 21% y el coste de la red un 24%. Hoy, Alemania depende en casi el 24% de su mix energético de carbón y en un 12% del gas natural.

No es cierto que un enorme despliegue renovable reduzca masivamente los precios para los consumidores

Las renovables ayudan a bajar el precio de la electricidad cuando funcionan a pleno rendimiento. Pero al ser volátiles e interrumpibles, necesitan de respaldo de gas natural para evitar apagones y, como ocurrió en Filomena, la demanda de electricidad sube mucho justo cuando las renovables funcionan menos tiempo (en el temporal de Filomena funcionaban menos del 20%).

Además, las renovables requieren de enormes inversiones en redes y distribución, que aumentan los costes fijos. Como es lógico, además las renovables que dejan de funcionar con prima (subvención) venden al precio mayorista que fija la demanda, por lo que no 'bajan' el precio en épocas de pico de demanda o cuando se dispara el impuesto encubierto del CO2.

Las renovables son competitivas y generan mejora de precio cuando no se dan estos picos de demanda, y eso es lo que demuestran poco a poco, pero no podemos olvidar que necesitan de ese respaldo si no queremos entrar en apagones.

El tercer mito: el sistema marginalista no es un invento malvado de las eléctricas españolas. Todos los países de la Unión Europea tienen sistema marginal de fijación de precios.

De hecho, la comparativa a largo plazo de los precios en España comparado con sistemas similares (Alemania, Italia, Reino Unido, Francia) refleja que tanto los precios de futuros de 2021, 2022 y 2023 son similares a los de otros países, incluso menores.

Lo que hace el sistema marginalista menos dependiente del gas y del CO2 en picos de demanda es tener más tecnologías de base, hidráulica y nuclear, que funcionan casi el 100% del tiempo. En Francia los precios no son ligeramente inferiores por casualidad, sino por tener un 72% de mix energético nuclear. En los países nórdicos, en Nord Pool, la inmensa mayoría es nuclear e hidráulica. Aquí las quieren destruir.

En cuarto lugar, España es una isla energética con pocas interconexiones. Esto nos hace más dependientes, al tener un mix energético volátil e intermitente, de importar gas natural licuado y comprar energía al exterior. España no tiene pocas interconexiones con el centro y norte de Europa por casualidad, sino por falta de acuerdo político con Francia.

España no tiene pocas interconexiones con el centro y norte de Europa por casualidad, sino por falta de acuerdo político con Francia

Quinto punto: poner muchos paneles solares particulares no baja la tarifa. Al aumentar masivamente los costes fijos del sistema, aquellos ciudadanos que instalen su generación particular tienen que asumir el coste de su instalación y gestión, pero el resto -los que se quedan en la tarifa- tienen más costes unitarios porque los gastos totales del sistema se reparten entre menos clientes.

La sexta cuestión a aclarar es que una eléctrica pública no es ni gratis ni barata. Una eléctrica pública solo cambia en que está gestionada por políticos y con intereses políticos.

La cacareada eléctrica pública lanzada por Colau en Barcelona vende, a fecha de junio 2021, la energía más cara que las privadas. Grecia o Italia tienen empresas controladas por el estado y no tienen precios más competitivos, sino al revés, en la media histórica.

En Francia, la única diferencia es el mix nuclear, pero los contribuyentes sí han tenido que sufragar el rescate -al menos dos veces desde 2001- de su eléctrica estatal. Una eléctrica estatal no vende más barata ni es más eficiente. Funciona exactamente igual en el mercado marginalista y además, cuando entra en dificultades financieras, como ocurrió con tantas hace décadas, lo paga el contribuyente. Parece que nos olvidemos de las subidas de la luz de los años 70 y 80 y de los apagones. Y es que la seguridad de suministro se olvida siempre que se habla del coste de la luz.

En séptimo lugar, la tarifa está atiborrada de impuestos. El mayor beneficiado de la subida de la luz es el Estado, que además es el único que no invierte ni crea empleo en los componentes de la tarifa. Impuestos sobre impuestos donde la recaudación aumenta cada vez que sube el precio.

El mayor beneficiado de la subida de la luz es el Estado, que además es el único que no invierte ni crea empleo en los componentes de la tarifa

Decir que "los impuestos no han aumentado" es mentir cuando son un porcentaje de una variable que sube y además se aplican unos sobre otros, como el impuesto especial del 7% y encima, el IVA.

En 2021, el Estado recaudará más de 11.000 millones en impuestos. El Estado, además, atiborra la tarifa de costes fijos y regulados que suman, junto a los impuestos, más de un 57% de dicha tarifa. Esos costes fijos mantienen la tarifa elevada anualmente, y a todos se les aplican impuestos sobre impuestos. 

Por último, es falso que la nuclear, la eólica y la hidráulica se forren. La nuclear tiene más de un 60% de impuestos y las centrales nucleares están en pérdidas desde hace años por ese exceso impositivo que es, además más del doble que en Francia.

La hidráulica tiene un 25% de impuestos. Es falso que no tengan costes o estén totalmente amortizadas. Quedan miles de millones de euros sin amortizar (5.500 solo en nuclear) y los costes variables y fijos de operación son muy altos.

Cualquier analista internacional sabe que las eléctricas no generan rentabilidad por encima de su coste de capital en España por el hachazo impositivo, y generan la mayoría de sus beneficios fuera del país.

La eólica no se lucra con beneficios caídos del cielo por el precio del gas o el CO2. El sistema marginalista existe en toda Europa precisamente para premiar el eficiente y no contaminador, no para penalizarlo. ¿Por qué? Porque esa señal de precio y de margen es la que hace que tengamos récord de demanda de inversión.

Poner en peligro la seguridad jurídica e inversora siempre lleva a peor inversión, peor servicio y apagones. Es muy caro jugar a intervencionista.

Con todo esto, la bajada del IVA de la luz tiene truco. Solo se reduce a los consumidores de menos de 10Kw y además mientras el precio mayorista esté por encima de €45/MWh, es decir, que es temporal y deja detrás a la inmensa mayoría de empresas.

El IVA se subió con Zapatero al 18% porque, en palabras de la ministra Salgado, "es el impuesto que menos distorsiona la actividad económica". La electricidad debería eliminar el impuesto especial del 7%, innecesario, recaudatorio y anticompetitivo, y reducir el IVA permanentemente, no temporalmente. También debería reducir el impuesto nuclear al nivel de Francia y eliminar la doble imposición que son las mal llamadas ecotasas regionales.

Ya hemos explicado en esta columna que la transición energética es cara y no se debe engañar a los ciudadanos.

Eliminar energías de base (nuclear, hidráulica) que funcionan todo el tiempo y sustituirlas por renovables que necesitan de un respaldo de gas natural y fuertes inversiones es caro. Lo ha sido en toda Europa y lo va a ser.

Todo esto no significa que no se trabaje por una transición energética competitiva como hemos dicho varias veces en esta columna. Pero no se puede olvidar la palabra competitiva.

Hay que sacar conceptos que no tienen nada que ver con el consumo eléctrico de la tarifa, incluyendo errores de planificación del pasado, y en eso el Fondo de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico va en la buena dirección. Pero corre el riesgo de volver a ser una máquina de subida de costes a los ciudadanos que hoy pagan más impuestos verdes y más cargas especiales y sin embargo pagan también las primas renovables y las políticas verdes. El consumidor paga dos veces, en la tarifa y en el consumo de combustibles.

Mientras la tecnología va haciéndose más eficiente y requiera menos costes, hay medidas que se deben tomar urgentemente. Bajar impuestos y trasladar costes que no tienen nada que ver con el consumo al presupuesto. Adicionalmente, dejar de penalizar al eficiente y que pague el que no contamina, y darnos cuenta de que el intervencionismo no baja el precio de la luz, lo sube.