Los ministros del G-7 a su llegada a la reunión de junio.

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La tribuna

Un tipo mínimo, el camino fácil para evitar el gran debate fiscal global

El autor reflexiona sobre la decisión del G7 de imponer un tipo mínimo de sociedades del 15%. 

6 junio, 2021 02:54

Cuando hay voluntad real entre las partes, es posible llegar a acuerdos amplios a nivel internacional. Es lo que acaba de suceder con los países miembros del G7 en torno alestablecimiento de un tipo impositivo mínimo sobre los beneficios de las grandes empresas, como paso previo a un posible acuerdo global en el G20.

Sobre el papel, parece un buen acuerdo. Enfocado, por un lado, a incrementar el pago de impuestos por parte de las grandes tecnológicas y, por otro, a distribuir mejor quién cobra en la actualidad estos impuestos, normalmente jurisdicciones de baja tributación o incluso nula.

Sin embargo, aunque ha sido difícil llegar a este consenso entre las grandes economías occidentales, en realidad el G7 ha escogido recorrer el camino fácil. Ha aparcado la verdadera necesidad de fondo que es un cambio radical de paradigma fiscal, de la forma en que se relaciona un contribuyente (sea persona física o jurídica) con el fisco.

Los ministros de G-7 reunidos en Londres.

Los ministros de G-7 reunidos en Londres. Efe

En este momento han confluido tres realidades de naturaleza distinta, pero que ponen en jaque la capacidad de las Haciendas para generar más recaudación. En primer lugar, existe una necesidad evidente de recursos para financiar los enormes déficits generados por la lucha contra la pandemia (12 billones de euros de estímulos públicos).

Hasta la fecha, los países están apelando al endeudamiento (la deuda públicay privada global ha subido 35 puntos de PIB en sólo un año) y su financiación en última instancia por parte de la política monetaria como forma de captar los recursos necesarios. 

Aunque el endeudamiento parece no tener límite, en realidad sí lo hay. Se empieza a poner de manifiesto con la escalada aún gradual, pero con riesgo de que se desborde, de la inflación. A ello hay que sumarle las presiones sufridas por las divisas tanto en términos de endeudamiento como en términos de posición financiera neta de los países frente al exterior.

Todo lo anterior obliga a que más tarde o más temprano tenga que producirse un proceso de ajuste fiscal, que recaerá sobre el sector productivo en forma de más impuestos.

El endeudamiento parece no tener límite, aunque en realidad sí lo hay: el repunte de la inflación, que corre riesgo de desbordarse  

En segundo lugar, se encuentra la problemática de las big tech en el terreno de la contribución fiscal que hacen (los famosos 90.000 millones que en EEUU se pierden cada año de recaudación), pero también de la competencia, de la soberanía de los países o incluso de los más esenciales derechos del ciudadano.

La carrera de los países por establecer las reglas del juego para las grandes plataformas deja multitud de huecos por donde éstas escapan del regulador, especialmente cuando se diseñan instrumentos defectuosos como los impuestos sobre determinados servicios digitales.

Se trata de imposiciones que ni cumplen con los objetivos de recaudación ni generan beneficio alguno para el resto de la economía, sino más bien al contrario. Basta para ello ver el caso de los aranceles de EEUU a varios países europeos, entre ellos España, por tratarse de un arancel encubierto. 

Por último, en un mundo globalizado y con un crecimiento acelerado del tamaño de las grandes compañías, la competencia entre los Tesoros para ver quién se queda con el grueso de la recaudación generada es cada vez mayor.

Tim Cook, CEO de Apple.

Tim Cook, CEO de Apple.

Los países están actuando bajo un modelo clásico de “juego de suma cero”: si un país se lleva la recaudación de una de las empresas denominadas GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), el otro se queda sin ella. En este juego de sobreexplotación de un recurso como es la capacidad de generar recaudación de las grandes tecnológicas, la Unión Europea es la jurisdicción más perjudicada.

La UE sale perdiendo en ese juego porque pierde más de la mitad de la potencial recaudación que podría tener, tal como calcula un último informe del Parlamento Europeo sobre la implantación del impuesto digital en algunos países.

Con este escenario, las grandes economías se ven obligadas a tomar medidas para elevar la recaudación fiscal y ordenar el nuevo marco regulatorio para la economía de las plataformas.

Con todo esto, la pregunta es clara: ¿es un tipo mínimo del impuesto de Sociedades del 15% la mejor estrategia? Si el objetivo es exclusivamente obtener una mayor recaudación a corto plazo, es probable que sí, aunque no vaya a ser inmediato por la complejidad a la hora de realizar los cambios normativos necesarios.

La UE pierde en el juego de suma cero en el que están los países porque pierde más de la mitad de la potencial recaudación que podría tener  

Si lo que se pretende es adaptar el sistema fiscal a la nueva realidad internacional, no es una buena idea. Se trata de una mala estrategia que oculta el verdadero debate de fondo que es una reforma fiscal en profundidad.

Establecer un tipo mínimo (más allá de que sea una cuestión más que dudosa desde el punto de vista jurídico, y poco respetuosa desde el punto de vista de los principios tributarios básicos) es escoger el camino fácil, dejando a un lado el camino difícil como es replantear por completo el diseño del sistema fiscal.

En pleno proceso de digitalización y evaporación de lo físico frente a lo virtual, el sistema fiscal más eficaz, eficiente y justo será, en aquel en el que se paguen impuestos en el lugar donde se produce el hecho imponible, no en la residencia fiscal. Pero también aquel en el que la tributación sea indirecta y no directa. 

De esta forma, se eliminarán los incentivos a localizar industrias en función de los impuestos que se pagan, más aún cuando la mayor parte del PIB mundial está fuera del G7.

China pesará en dos años el 20% del PIB mundial e India el 7%, mientras que el G7 verá reducido su peso hasta el 28%. Con este dibujo es fácil observar que, de seguir con el sistema impositivo actual, siempre habrá incentivos a localizarse en paraísos fiscales o en países que ofrezcan mejores condiciones de tributación. Máxime cuando las grandes tecnológicas chinas y del sudeste asiático tienen cada vez más peso en la economía global.

** Javier Santacruz es economista.

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