En un recuadro publicado el 10 de marzo por el Banco de España, se analizan los efectos sobre el consumo de las restricciones debidas al confinamiento, la relajación de las medidas y el incipiente proceso de vacunación. Como todas las publicaciones del Banco de España, se trata de una nota bien sustentada en datos y que formará parte del informe trimestral. En ella se explica el aumento de la tasa de ahorro en el 2020 debido a las medidas adoptadas por el Gobierno para frenar los efectos de la pandemia.

Parece lógico que los españoles, confinados en casa, muchos teletrabajando, otros en ERTE, y todos con una incertidumbre enorme, ahorráramos, no solamente aquellos gastos de desplazamiento al trabajo, sino también por lo que pudiera sobrevenir.

Por otro lado, la previsible recuperación del consumo a medida que avance el proceso de vacunación, dado que los ciudadanos podremos recuperar poco a poco nuestras costumbres, puede verse mitigado por la incertidumbre, y por otras circunstancias, como que el ahorro mayor se da en rentas más altas que tienen una propensión menor al consumo, tal y como explica la publicación.

Finalmente, hay que considerar que las previsibles subidas de impuestos pueden sostener parte de esa conducta ahorradora de los españoles. Pero la frase más llamativa es la siguiente: "En particular, las situaciones extremas que se han producido en los últimos meses podrían modificar estructuralmente el patrón de comportamiento de los individuos, haciéndolos más propensos a ahorrar en la medida en que pasen a asignar una mayor probabilidad a este tipo de eventos extremos".

¿Se está produciendo un cambio en el patrón de comportamiento y vamos a volvernos una población ahorradora? ¿Este cambio es positivo?

Ya sabemos que el consumo privado está relacionado positivamente con el crecimiento económico, pero solamente a corto plazo. A largo plazo, ese consumo privado no es capaz de sostener la creación de empleo.

En estudios realizados entre 2013 y 2017 en ocho países comunitarios de Europa del Este, se muestra claramente que el gasto público tiene efectos negativos intensos sobre el crecimiento económico y favorecen el aumento de la tasa de desempleo. Y que otros factores, como la tasa neta de exportaciones, no tienen un impacto tan acusado.

Es estudio, firmado por Radulescu, Serbanescu y Sinisi, pone más énfasis en variables cualitativas, como el Índice de Percepción de la Corrupción y el Global Competitive Index, que está compuesto por aspectos como el control de la corrupción, el respeto por la propiedad privada, la eficiencia de los mercados, la estabilidad política, el estado de derecho, o la eficiencia de la gobernanza, entre otros. Se podrá argumentar que eso es porque sus democracias son recientes, sus circunstancias alejadas de nuestra realidad y que no se puede extrapolar.

Sin embargo, resulta que, en estudios centrados en España, se demuestra que la creciente relación negativa entre inversión y desempleo, de manera que la disminución de la inversión justifica el desempleo cada vez más, se debe a shocks repetidos en el consumo que han sido paliados con medidas 'flas'.

La propuesta de los autores, Bande y Fernández-Grela, es que las medidas de estímulo de la demanda tengan como objetivo el sostenimiento del consumo, no la obtención de resultados inmediatos. Yo soy partidaria de favorecer fiscalmente a los inversores y empresarios, especialmente a los autónomos y pequeños empresarios, que componen el 98% de nuestro tejido empresarial.

Soy partidaria de favorecer fiscalmente a los inversores y empresarios, especialmente a los autónomos y pequeños empresarios

Sin ánimo de consultar la bola de cristal y predecir el futuro, o de sacar conclusiones simplistas acerca de fenómenos complejos, como son los económicos, mi interpretación es que acierta quien cree que, cuando la cosa se vaya relajando, volveremos a consumir y dejaremos de ahorrar. Y las razones son dos.

Una que el ahorro ha sido principalmente forzoso (por inactividad) y por motivo precaución. No es un ahorro destinado a crear inversión y, por tanto, a mejorar el desempleo en un plazo razonable. Esto quiere decir que por ese lado el consumo no va a ser sostenible porque las rentas de los individuos no van a mejorar. Incluso si contamos con las ayudas del Gobierno, que son las medidas miopes a las que me refería antes.

La segunda razón es que la bolsa de ahorro que se mantiene por precaución, dada la incertidumbre de la cuantía de los fondos europeos, el dudoso reparto que se lleve a cabo y las dudas respecto a cuándo llegarán, se va a mantener. El Gobierno no para de amenazar a la población con más impuestos que, aunque se disfracen de "los pagan los ricos", la gente sabe que el peso va a descansar sobre sus hombros.

Nuestros socios de la Unión Europea tampoco van muy bien. El calendario de vacunación se retrasa, hay problemas en algunos lotes, pocos suministros, ineficiencia logística. Nada de esto colabora a eliminar el temor a que la recuperación sea muy lenta.

Lo último, mientras escribo estas líneas, el vicepresidente del gobierno cede su puesto a Yolanda Díaz y su ministerio (el de Derechos Sociales) a Ione Belarra, para presentarse como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, en las elecciones del próximo 4 de mayo.

Un órdago a Ayuso, una bofetada al PSOE que presenta a Gabilondo, y un gesto que nos enseña varias cosas. No estaba dispuesto a pertenecer a un Gobierno que tuviera que aplicar medidas de racionalización del gasto y de los problemas estructurales para poder recibir fondos europeos. Se ha dado cuenta de que no puede batir a Pedro Sánchez y ser presidente de España. Emulando a Varoufakis, Iglesias se retira del ruedo nacional y se posiciona en un lugar más cómodo: Vallecas.

¿Es sano para nuestra economía? Tal vez, al final, Calviño podrá maniobrar con más facilidad. Pero no transmite ningún sentido de servicio a la nación, a los españoles, y sí un obsceno afán partidista.