El pasado 17 de agosto el mundo se vio sorprendido por las imágenes de una macro fiesta en un parque acuático de Wuhan, en la que miles de personas, apiñadas y sin mascarillas, cantaban, bailaban y compartían chapoteos en una gigantesca piscina. Es decir, todo lo que consideramos 'prohibido' en este raro verano que estamos viviendo en Europa y Norteamérica, estaba teniendo lugar en Wuhan, la ciudad de 11 millones de personas, capital de Hubei, en el interior de China, donde se originó la pandemia de la Covid-19, en enero de este año.

Las imágenes dieron la vuelta al mundo y provocaron un sinfín de reacciones. Desde la incredulidad, de aquellos que pensaban que era una foto antigua o un montaje, a la indignación de los que consideraban que aquello era una irresponsabilidad o la insana envidia de los que se han visto privados de este tipo de celebraciones masivas en su propio país.

Desde mi punto de vista, la foto corresponde al deseo de la República Popular China de mostrar al mundo no sólo que ellos han conseguido controlar prácticamente la pandemia, sino que se puede recuperar la “vieja normalidad” o, al menos, una buena parte de ella, si se hacen bien las cosas. Y en un tiempo razonable.

El mensaje tiene, además, una importancia económica, porque los países del hemisferio norte se preparan para hacer un balance bastante desastroso de la campaña veraniega, un tercer trimestre tradicionalmente expansivo desde un punto de vista estacional.

Miles de personas en un festival de música.

Miles de personas en un festival de música.

El mensaje resulta especialmente demoledor en América, Asia central y Europa. En América y Asia central, porque la epidemia sigue desatada y muchos países aún no alcanzado el pico de la pandemia.

En la Tabla 1 presento la lista de los países más golpeados por la crisis vírica en términos absolutos, es decir, sin tener en cuenta la población, en lo que llevamos de mes de agosto (en todos los países tomo el 21 de agosto como el último dato).

Destaca la India, que ha tomado el relevo como nuevo epicentro mundial de la pandemia, con 1,2 millones de casos en apenas 20 días, es decir casi 60.000 nuevos casos cada día, seguida por EEUU, y Brasil. También son llamativos los casos de Colombia, Perú y Argentina, en los que la crisis vírica se ha desatado especialmente en el último mes, seguidos por México, Rusia y Sudáfrica, que llevan varios meses liderando los rankings mundiales de la pandemia.

Los números de todos estos países contrastan con los de China, que apenas ha registrado 581 casos en lo que va de mes, casi todos ellos importados, pese a su estricto control de fronteras. Pero es que, en el caso concreto de Wuhan, no se ha registrado ni un solo caso en los últimos 3 meses. Por tanto, según el criterio de la OMS, se puede considerar a ese territorio "libre de virus", lo que justificaría la fiesta cuya imagen ha causado tanta conmoción.

Si el caso de la lista mundial es dramático, el de los principales países europeos resulta sorprendente. En la Tabla 2 presento los nuevos datos de afectados por el Covid-19 en lo que llevamos de mes de agosto para los mayores países de la UE, incluyendo en ésta al Reino Unido.

Más allá de la disparidad entre los mencionados países europeos, un puzle que ya hemos comentado en un artículo previo, lo que llama la atención de la Tabla 2 es que todos los países europeos presentaban a mediados de junio un cuadro bien diferente, con apenas uno o dos centenares de casos al día.

Un "estado estacionario" que en teoría iba a generar pocos ingresos hospitalarios, apenas un puñado en las UCI, y un número muy bajo de fallecidos. Europa se preparaba para una fase de 'convivir con el virus', controlando los posibles rebrotes y eliminando los controles de frontera, en la medida en que el nivel de contagio era similar dentro de cada país, y que la libertad de movimientos de personas es uno de los pilares del proyecto político europeo.

Además, se argumentaba, casi todos los países europeos viven en verano del turismo internacional, fundamentalmente europeo, y se trataba de salvar la temporada veraniega de la mejor forma posible.

El modelo ha fracasado, a juzgar por los repuntes registrados, que amenazan en convertirse en una segunda ola que, aunque no tendrá los dramáticos efectos sanitarios de la primera, sí será demoledora desde el punto de vista económico y social. Y es que conseguir un estado estacionario” con un virus tan contagioso es muy difícil, por no decir imposible.

El modelo ha fracasado, a juzgar por los repuntes registrados, que amenazan en convertirse en una segunda ola que será demoledora desde el punto de vista económico y social

En realidad, tenemos tres modelos básicos de cómo afrontar la pandemia. Uno, el chino, que también podríamos a asignar a Corea del Sur, Vietnam y Nueva Zelanda, que consiste en erradicar el virus, aunque cueste un importante esfuerzo, y volver a la normalidad, pero utilizando las nuevas tecnologías y los test masivos para detectar a tiempo y atajar los posibles rebrotes. Y el otro, el de Brasil, de alguna manera Suecia, y que es el que le gustaría aplicar a Trump, aunque buena parte de sus gobernadores de los diferentes Estados de la unión se lo ha impedido.

En este modelo se limitan al máximo las restricciones y se espera que la propia dinámica de la pandemia y una cierta inmunidad de rebaño consigan reducir el número de nuevos contagios con el tiempo. Aunque el coste para Brasil está siendo muy elevado, con 115.000 fallecidos hasta la fecha y unos 800 muertos al día en promedio, y también en Suecia, con 575 fallecidos por millón de habitantes, uno de las ratios más elevadas del mundo, lo cierto es que sus defensores siguen manteniendo que es el enfoque que menos daña la economía.

La 'pool party' de Wuhan no debe irritarnos, ni darnos envidia. Debe ser un motivo para la esperanza y para animarnos a hacer las cosas de otra manera

En general, la intuición nos lleva a pensar que en el centro siempre está la virtud. Pero los modelos intermedios no tienen por qué ser siempre mejores que los modelos extremos.

Los países europeos hemos optado por un modelo intermedio: "convivir con el virus", pero controlando su extensión con medidas restrictivas cuando se disparen los contagios para evitar la saturación del sistema sanitario.

El modelo no ha funcionado, ni desde el punto de vista sanitario ni desde el punto de vista económico. Los resultados sanitarios ya los tenemos sobre la mesa, y los económicos los veremos pronto, cuando conozcamos los datos de actividad, empleo y cuentas públicas del tercer trimestre.

Y, a la vuelta del verano, probablemente tendremos que optar por uno de los modelos extremos, o alguna versión de los mismos. Porque, seguir en la situación actual, no parece sostenible.

Habrá que tomar decisiones sobre las escuelas e Universidades y sobre la vuelta al trabajo presencial. Sobre el uso del transporte público y sobre los eventos masivos. También sobre el mantenimiento de la libertad de movimientos entre países. Yo no tengo dudas sobre a qué extremo debemos ir, a ser posible de la mano de todos los países europeos.

Muchos defendemos, con diferentes matices, que hay que optar por el enfoque de combatir el virus con todas las herramientas a nuestro alcance.

Una estrategia integral que busque arrinconarlo utilizando todas las vías legales que sean necesarias, incluyendo el estado de alarma si fuera imprescindible, aunque tenga una aplicación geográfica limitada, así como campañas formativas para la población, test masivos con cribados diseñados a partir de rastreadores automáticos y humanos generalizados en toda la población y guiados por el análisis sistemático y extensivo de las aguas residuales, desde grandes núcleos de población a edificios concretos. Asimismo, por controles en las fronteras utilizando test PCR en origen, extensibles a los viajes peninsulares con destino a las islas.

La 'pool party' de Wuhan no debe irritarnos, ni darnos envidia. Debe ser un motivo para la esperanza y para animarnos a hacer las cosas de otra manera. Y no se trata sólo de una decisión española. Hay que trabajar para convencer a nuestros socios europeos que el futuro de nuestra salud y nuestra economía requiere de enfoques más radicales y que se han demostrado exitosos en otros países. Queda poco tiempo, pero aún estamos a tiempo.