Ese es el lema con el que se podrá juzgar si el Gobierno español está combatiendo la pandemia (y, por ende, la crisis económica subsiguiente) mejor, igual o peor que el Gobierno chino. Por ahora, y en lo que respecta a muchas provincias españolas, parece que lo está haciendo igual de bien que el chino, pues 55 días son los que estuvo confinada la población de Pekín y otro tanto es lo que ha permanecido en sus casas la población española desde la noche del 14 al 15 de marzo hasta el sábado 9 de mayo.

Parece broma, pero los “55 días en Pekín” que pasaron aislados los residentes en el barrio de las embajadas en el año 1900, resistiendo el ataque de los boxers, primero sublevados y después alentados por la Emperatriz viuda Cixi (dinastía Qing), contra la presencia de potencias extranjeras en China, son los mismos que han pasado en aislamiento los habitantes de Pekín con motivo de la reciente cuarentena.

A diferencia de otras provincias, ni Madrid, ni Barcelona y su alfoz, han podido gozar del privilegio de recuperar hoy las libertades suspendidas durante el estado de alarma, y la gestión para ellas del mando unificado se va a parecer mucho más a lo que le sucedió a Wuhan (centro irradiador de la pandemia). 

Y es que a menos que el Gobierno decida otra cosa antes, la actual prolongación del estado de alarma elevará el aislamiento madrileño y barcelonés prácticamente a la cota del de Wuhan, 76 días, que se cumplirán el 28 de mayo (el estado de alarma actual se terminará el próximo día 25).

Todo lo que sea prolongación del aislamiento más allá de esa fecha en cualquier parte del territorio nacional significará una gestión unificada de la pandemia peor que la de China en Wuhan.

La prolongación del estado de alarma elevará el aislamiento madrileño y barcelonés a la cota del de Wuhan

¿Y que decir de la gestión económica? El estado de ánimo de los empresarios de servicios habrá tocado suelo en abril: el PMI del Sector Servicios (que mide si los gestores de compras de las empresas ven la situación económica de su empresa igual, mejor o peor que la del mes anterior) bajó ese mes de 23 a 7,1.

Ya prácticamente es imposible empeorar más, lo cual es comprensible pues si un empresario o directivo tiene su empresa cerrada es difícil que vaya a tener un estado de ánimo peor que en ese momento. Y más en el sector servicios, donde la recuperación de todo lo ligado a la hostelería, transportes y turismo será muy trabajosa.

El PMI Manufacturero de España en abril, en cambio, no da cifras tan malas y se queda en 30,8 tras bajar desde el 45,7 de marzo. En las manufacturas también será difícil ver números peores.

Como en España el confinamiento empezó a mediados de un mes, el de marzo, y en China a comienzos de otro, el de febrero, es imposible hacer una buena comparación de PMIs por meses completos. En cambio, sí que se puede hacer con los de otros países europeos y en eso vamos en la parte trasera de un pelotón bastante compacto.

No hay que confundir el suelo en el ánimo empresarial con que el peor momento de contracción del PIB haya pasado ya

Sin embargo, no hay que confundir que se haya tocado suelo en el ánimo empresarial con que el peor momento de contracción del PIB español haya pasado ya. En términos de comparación con idéntico período del año anterior, lo más probable es que el peor momento del PIB caiga a caballo entre el segundo y el tercer trimestre.

En el resto del mundo la situación es más o menos igual de complicada, aunque si se habla del sector servicios, solo la India, con un 5, ha tenido un peor PMI que España. En otros lugares, como Reino Unido, al que se le junta la pandemia y la recesión con el Brexit aún pendiente, el Banco de Inglaterra ha hecho una previsión de contracción del PIB de un 30%, aunque la Oficina Independiente de Control Presupuestario estima que la caída será de un 35%.

Pero empiezan a despuntar pequeños grandes detalles alentadores. Así, aunque el Ibex 35 apenas ha recuperado una cuarta parte de lo perdido en las caídas del mes de marzo, la Bolsa de EEUU está en una situación mucho más boyante: el índice general S&P 500 ha recuperado el 62% de las pérdidas y el especializado en las empresas tecnológicas más importantes (el Nasdaq 100) ha recuperado ya un 82%.

También el precio del barril de petróleo norteamericano (el que llegó a tener durante unos minutos precios negativos el 20 de abril) ha subido desde los -40 dólares de aquel día hasta los 25 dólares del cierre de la semana pasada. Algo parecido, aunque no tan extremo, le ha sucedido al barril de Brent con su subida de precio de casi el 100%.

La recuperación de las bolsas y el petróleo se debe al enorme aumento de la liquidez propiciado por los bancos centrales

Todos son síntomas de que algo se está comenzando a mover y de que el peor momento ha quedado atrás en lo que se refiere a la manera en que los mercados “descuentan” o calculan por anticipado los daños de las catástrofes, aunque todavía están por verse los efectos que siempre llegan con retraso a la economía, desde el aumento del desempleo (que es un indicador muy atrasado) hasta el comportamiento del comercio global (que se conoce con dos meses de retraso) o, ya no digamos, la caída del PIB de un trimestre concreto que suele conocerse con un mes o más de retraso desde que el trimestre termina, en la mayor parte de los países.

Toda esta recuperación de las bolsas y del mercado del petróleo (que aún no confirman en la misma medida los metales industriales) se debe al enorme aumento de la liquidez y el crédito propiciado por los bancos centrales, así como a las promesas de aumento descomunal del gasto público hecho por los gobiernos.

Sin embargo, algo se ha complicado en Europa: el Tribunal Constitucional alemán le ha enmendado “irregularmente” la plana al Tribunal de Justicia de la Unión Europea al no aceptar la resolución de éste, como última instancia a la que recurrir en Europa, que dejaba fuera de toda duda la legalidad de la compra de deuda pública de los países de la Eurozona por parte del BCE a partir de 2015 (compras que ascendieron a 2,1 billones de euros).

Aunque ni la cotización del euro ni la prima de riesgo de la deuda pública de España o de Italia hayan sufrido daño alguno por ahora, no cabe duda de que estamos ante una verdadera bomba de relojería cuya espoleta está programada para dentro de tres meses (en pleno mes de agosto) ya que tres meses es el plazo que el tribunal alemán ha dado al BCE (y al banco central alemán federado dentro del BCE, el Bundesbank) para que le justifiquen el por qué de las compras de deuda pública excedidas más allá de la proporcionalidad que le corresponde a cada país conforme a su participación en el “capital social” del BCE.

Aquí la cuestión se vuelve poliédrica ya que, si bien la queja del Tribunal alemán podría tener cierto fondo razonable y discutible (pues el BCE estuvo utilizando en tiempos de normalidad un mecanismo de emergencia, guiado por la obsesión de los bancos centrales, propia de la última década, de que el IPC subiera al 2%) ni los jueces alemanes tienen competencia técnica para meterse en ese berenjenal ni, mucho menos, saltarse a la torera el Tratado de la Unión yendo más allá de lo que éste estipula respecto a la autoridad legal del tribunal alemán.

Todo dicho, además, en un tono despectivo más propio de Twitter que del pronunciamiento, incluso indebido, de una autoridad judicial; y menos si es alemana...

Así es que Angela Merkel (hace diez años vituperada por la mayoría de los mismos que hoy la alaban, y hoy, como entonces, único astro de la política europea) ya tiene tarea para el verano: ver cómo cortocircuita el choque de trenes entre ambos tribunales para que la pobre Eurozona no termine la noche de esta recesión económica a la manera en que Charlton Heston describía el final de la celebración posterior al estreno de “55 días en Pekín”, en un palacete del Paseo de la Castellana: “La fiesta seguía, pero Ava Gardner ya no estaba allí. Eché a andar y de repente la vi, sola, bellísima, en mitad de la avenida desierta, con su resplandeciente traje de satén blanco y toreando con su capa roja a los pocos taxis que pasaban a aquella hora. Triste, triste dama…”. Triste Europa sin ventura, podría decirse, adaptando el “triste España sin ventura”, de Juan del Encina hace 500 años…