Hace cuatro semanas hablábamos de que había llegado una emergencia, y que no era
climática. Hasta este fin de semana todo parecía el inicio del desfasado cuento de terror infantil "María, ía, ía… dame la asadura que me quitaste de mi sepultura…" pero la amenaza estaba tan lejana que la protagonista (en este caso, los países de la Unión Europea) podía seguir durmiendo tranquila.

Para Italia, al menos, ha llegado el final del cuento. La hora de la verdad. Oyendo las declaraciones del presidente del Gobierno español, y de su ministro de Sanidad, oponiendo al peligro cierto de una epidemia el "amuleto" evidente de un buen sistema sanitario (que efectivamente lo es) resulta inevitable pensar que responden con un "buenas noches" a quien les saluda con un "buenos días".

Y es que, tener un buen sistema sanitario solo quiere decir que estamos en mejores condiciones de partida que otros. Pero eso ya lo da todo el mundo por descontado. La pregunta no iba sobre eso sino sobre cómo, con ese buen sistema sanitario, encarar la crisis.

Tener un buen sistema sanitario solo quiere decir que estamos en mejores condiciones de partida que otros

En descargo del Gobierno hay que decir que idéntica parsimonia es la que atacó hace un mes a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un "no corran que es peor" que le puede costar el cargo a su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Es verdad que los gobiernos (por no decir todo el mundo) siempre tienen que "cabalgar contradicciones" y, en este caso, se trata de una muy espinosa: elegir entre asustar a la población antes de tiempo (como quien grita ¡fuego! en el teatro y provoca la tragedia que pretendía evitar) y mirar hacia otro lado confiando en que el pensamiento mágico salvará la situación: si deseas con suficiente intensidad que algo no suceda, no sucederá.

Pero la amenaza está ahora demasiado cerca y, como ya están experimentando en China, Corea del Sur y Japón, las cuadernas del sistema sanitario, si el peligro llega a materializarse, empezarán a crujir. Y crujirán tanto como lo están haciendo también las del sistema económico: en Japón ya están en una virtual recesión por los malos datos del último trimestre de 2019. Todo ello antes de iniciarse la epidemia del coronavirus COVID-19.

Ahora los pronósticos no son buenos: un indicador sobre el estado de ánimo de los empresarios y directivos japoneses publicado el viernes pasado (se llama PMI y se elabora tras preguntarles como ven la situación frente al mes anterior) indica que en el mes de febrero la economía japonesa seguía en contracción económica mensual, lo que prolongaría la de octubre-diciembre- y casi enero. Lo mismo le ha sucedido a Australia que, según el indicador, estaría creciendo menos en febrero que en el mes anterior.

La amenaza está ahora demasiado cerca y, como ya están experimentando en China, Corea del Sur y Japón, las cuadernas del sistema sanitario empezarán a crujir

En el caso de China ese indicador se conocerá esta misma semana y la expectativa es que pueda haber caído, para el sector manufacturero, desde 51,1 a algún punto entre 30 y 40. Eso sería lo razonable, y es lo que esperan en el Servicio de Estudios del Banco Nomura.

Contradictoriamente, el mismo tipo de indicador (que elabora una empresa llamada Markit) ha resultado ser en febrero bastante mejor que el de enero para Francia; algo mejor para la Eurozona; ligerísimamente mejor para Alemania, y peor para EEUU, lo que contradice el razonamiento más elemental e inmediato: que la economía europea debería verse mucho más afectada por el actual parón económico de China, dado que Europa tiene una economía más abierta al exterior que los USA. Pero, el avance provisional de los resultados de la encuesta indica lo contrario.

Es verdad que, por lo que respecta a EEUU, ese indicador suele estar en contradicción con otro elaborado allí desde hace mucho más tiempo y que aún no ha sido publicado. En el caso de la zona euro la situación la ha salvado el buen comportamiento del sector servicios y una ligera mejoría de la industria, pero todo apunta a que habrá que esperar el resultado definitivo de la encuesta (los datos provisionales se elaboran con el 85-90% de las respuestas) o, incluso, al dato del mes de marzo para ver si esto tiene consistencia. Pero, en todo caso, es muy sorprendente.

Hay una explicación alternativa, aunque parezca poco probable, y es que a un sector mayoritario de los que respondieron la encuesta les haya capturado el mismo ataque de optimismo que suele aquejar a los gobiernos: confiar en que esto pase pronto, algo que, inevitablemente, sucederá cuando la epidemia remita. Los mercados financieros se lo han tomado por ahora con esa misma filosofía: las bolsas de EEUU no han caído en las últimas semanas, e incluso la Bolsa de China solo ha experimentado un susto pasajero de una caída del 12%, del que ya se ha recuperado en parte.

Todo el mundo da por hecho que China aplicará estímulos monetarios y fiscales potentísimos

Y es que, todo el mundo da por hecho que China aplicará estímulos monetarios y fiscales potentísimos para, una vez pasado lo peor de la epidemia, imprimir a la economía a partir de abril un ritmo de crecimiento tan alto que, además de compensar las pérdidas del primer trimestre, logre alcanzar el objetivo de crecimiento del 6% en 2020 (adiós a los objetivos de la emergencia climática: ya han autorizado allí, por ejemplo, la venta de vehículos en las zonas muy contaminadas, donde se había prohibido o restringido).

Y fuera de China se tiene por seguro que, si las economías decaen, gobiernos y bancos centrales harán otro tanto. Quizá los empresarios y directivos europeos están aplicando a su día a día ese optimismo de medio plazo de los mercados financieros, sin pasar antes por una fase de pesimismo transitorio.

Las materias primas están diciendo algo bien distinto y todos sus sectores, excepto el de los metales preciosos, caen de precio. La deuda pública de EEUU y la de los países europeos también apuntan en esa misma dirección de cautela. Es decir, salvo las materias primas y la rentabilidad a la baja de la deuda pública, parece que todo lo demás está sufriendo un ataque de sonambulismo en un tiempo en el que cualquier dato va a estar iluminado, o ensombrecido, por el coronavirus. “Tic, tac…”. No tardaremos en saberlo.