Opinión

¿Ha sabido la juventud luchar por sus derechos?

La prolongada situación de crisis y la reducción de derechos plasmada en la reforma laboral han llevado al desencanto a gran parte de la juventud. Movimientos como el 15-M o finalmente el éxito de Podemos (ahora Unidos Podemos) se deben a esa falta de expectativas entre los más o menos jóvenes (25 a 35 años). Pero, ¿han sabido luchar para defender sus derechos?

6 junio, 2016 16:21

Que nadie se crea que esto de la crisis es nuevo. En España ha sido siempre harto complicado incorporarse al mercado de trabajo, y todas las generaciones han tenido que sufrir mucho para ir ocupando su lugar. Recuerdo que a principios de los ochenta, la situación era muy complicada, mucho más que al final de esa misma década. Terminar los estudios no suponía, ni mucho menos, una rápida ubicación en el mercado laboral.

Además, gran parte de esa juventud, que no toda, tiene una formación bastante más completa que sus padres que les ha permitido en algunos casos buscar sus opciones en otras economías, diferentes a la España que empleó recursos para que consiguieran estas habilidades. Otra parte de la juventud la componen jóvenes que ni han estudiado y que han tenido trabajos de escasísima cualificación que les complican cualquier cambio en una sociedad cada vez más compleja tecnológicamente.

En su descargo, los jóvenes no han tenido el apoyo suficiente de casi nadie. Ni unos desprestigiados sindicatos siempre pendientes de atender los problemas de su militancia y no de los que estaban por llegar. Los partidos políticos tampoco han sabido echar una mano, metidos siempre en estrategias de voto orientadas a favorecer a otras partes de la población (caso del granero de los jubilados). Y, en general, la sociedad civil, salvo alguna iniciativa empresarial o de ONGs hacia la Universidad o el mundo laboral, se ha desentendido bastante de una juventud que ha estado casi siempre sedada.

Pero también la juventud ha tenido gran parte de culpa en no exigir la atención de todos para dar respuesta a sus problemas, centrados en la falta de trabajo y en la precariedad del poco que ha ido saliendo recientemente con el Gobierno de Rajoy. Los jóvenes han estado muy apoltronados, instalados en general en una vida sin expectativas pero muy confortable. Se le puede reprochar el haber cambiado comodidad por futuro.

Podría pensarse que casi una mano negra (el capitalismo siempre sirve para ello) les ha atontado, lo que no les libra de su irresponsabilidad. Sus padres y un mundo de ocio low cost les ha permitido en tan precaria situación laboral vivir a cuerpo de rey a los pechos maternos y al tiempo disfrutar hasta de la aventura de los viajes antes reservada exclusivamente a bolsillos de burgueses y currelas.

Lejos de cualquier moralina, también ilustres pensadores de estos tiempos hablan de la facilidad del sexo como elemento tranquilizante de la juventud que, pese a no tener expectativas ni un futuro claro, ha disfrutado ampliamente de aquello que en otras generaciones solo se permitía a los que se ganaban el pan sudando. Ocio, placer, seguridad paternal, confort explican ese acomodo de una juventud que solo se ha reconducido en nuevos partidos políticos y algún que otro movimiento ciudadano.

Ahora que empieza la campaña electoral, ahora que los sondeos anuncian un adelantamiento de Unidos Podemos sobre el PSOE, creo que la juventud vuelve a mostrar esos tics de adormidera en los que llevan años. Podemos no aparece como una apuesta sólida de cambio que ofrezca soluciones a los problemas de la juventud que se resumen en gran medida en la falta de trabajo y de expectativas. De momento, no se ve en sus filas luchadores decididos a cambiar las cosas y ayudar a que esa juventud se incorpore de una vez por todas a la sociedad. Todos son poses, gestos y muy pocos o ningún hecho concreto ni cuando ya están mandando en ayuntamientos y autonomías.

Parece, lamentablemente, un elemento más de esa invitación al asesinato de la consciencia. Viajar barato, vivir con los papás, tener sexo fácil y ahora el abrazo a un partido que parece, y solo lo parece, de izquierdas, muy de izquierdas. Sigamos durmiendo.