¿Os acordáis de la primera vez que visitasteis Facebook? yo sí. En octubre de 2007, estaba en el curro y me llegó un mail de mi amigo Jordi en el que me pedía que me uniera a una “red social” para “estar en contacto”.

Mi amigo es un tío serio -manda pocos correos personales y menos en horario de trabajo- así que, supuse que aquello debía ser importante y me di de alta. Recuerdo ver el feed de noticias con los 4 mensajes chorras de los 4 gatos que había por entonces y llamar a Jordi inmediatamente para preguntarle “¿Qué es esta mierda que me mandas? ¿Te han hackeado la cuenta de correo?”.

Como el visionario que soy, en aquel momento no supe encontrar ninguna utilidad en Facebook y pensé que un servicio así acabaría cayendo en el olvido cuando pasara de moda. Al fin y al cabo, ya teníamos Windows Live Messenger para comunicarnos con los amigos y hasta jugar al ajedrez ¿Para qué necesitábamos otro “tablón de anuncios”?

Apenas unos meses después, en agosto de 2008, la red social llegaba por primera vez a los 100 millones de usuarios activos. En febrero de 2019, Facebook ha alcanzado su 15º aniversario con 2.300 millones de usuarios mensuales, un tercio de la población mundial, pero ¿deberíamos celebrarlo? ¿Es hoy el mundo mejor o peor que cuando nació?

Facebook y sus quince polémicos años de vida.

Facebook y sus quince polémicos años de vida. Hugo Tobio

En sus 15 años de vida, Facebook ha creado la mayor red social del mundo y también, bastantes sombras.

Para ser completamente justos, la compañía no sólo ha impulsado extraordinarios avances en la difusión y consumo de propaganda rusa, sino también en el desarrollo de software. Sitios como Netflix, GitHub, Dropbox o el New York Times funcionan gracias a tecnología desarrollada por Facebook y liberada posteriormente para que todos pudiéramos usarla. GraphQL, Cassandra (que ya es la 11ª base de datos más usada del mundo), PyTorch o React, son algunos de sus proyectos open-source más conocidos.

Pero más allá de la pura tecnología, Facebook ha influido enormemente en la forma en la que se diseñan distintos servicios de software, impulsando el uso del single sign-on, prácticamente inventando el reconocimiento social o mostrando al mundo que desarrollar un producto es genial, pero crear una plataforma en la que otros puedan desarrollar es aún mejor. El problema es que todos esos avances no siempre se han utilizado para hacer el bien.

En 2012, el investigador Michael Kosinski demostró que con 68 “likes” podría predecir con un 95% de precisión el color de piel de un usuario de Facebook, su orientación sexual (88% de precisión) y política (85%). Con 150 “likes” podía saber más cosas de una persona que su propia familia. Facebook construyó una plataforma que no sólo permitió hacer perfiles psicológicos a millones de personas sino, también, impactarles con propaganda personalizada para desequilibrar la balanza de unas elecciones según los intereses de un tercero.

En su 15º cumpleaños, Facebook hizo autocrítica, enumeró los retos a los que se enfrentaba y cómo estaba dispuesta a solucionarlos.

Sobre el papel, suena bien, pero es difícil no dudar de que esa lista de buenas intenciones no es más que una operación de marketing después de conocer que la compañía hizo lobby a nivel mundial, presionando a decenas de políticos y líderes internacionales para que legislaran a favor de sus intereses. Entre otros, ni más ni menos que al ex-primer ministro de Irlanda que utilizó la presidencia de la Unión Europea para intentar torpedear la legislación sobre privacidad de datos personales que tanto disgustaba a Facebook.

Es fácil que las teorías conspirativas crezcan alrededor de una de las compañías tecnológicas más opacas, personalistas y jerarquizadas del mundo. A pesar de que Mark Zuckerberg posea “sólo” el 28% de las acciones, tiene el 58% del poder de voto lo que, basicamente, hace que la mayor red social del planeta responda sólo ante sus designios y criterios, que no siempre ha podido ni querido justificar.

La acumulación de tal poder en una única persona ha hecho que muchos se pregunten ¿es el mundo mejor o peor desde que Facebook está en él?

Para intentar responder esa pregunta vox.com ha preguntado a 15 personalidades relevantes de las que, con diferentes aproximaciones y matices, emerge un mensaje común: para un medio nuevo como Facebook, que cuenta con un alcance nunca antes conocido, no es tan importante que cometa errores como que se responsabilice de los mismos e intente arreglarlos. Hoy por hoy, no está muy claro que quiera y sepa cómo hacerlo, pero entonces ¿deberíamos acabar con Facebook?

No es la primera vez que hablamos de Facebook en la Bonilista, pero nada ha cambiado desde entonces. Acabar con Facebook no acabará con los problemas de privacidad y propaganda personalizada a gran escala que ha generado.

La pregunta que debemos hacernos no es si queremos un mundo con Facebook, sino con la tecnología que lo hace posible. Dicha tecnología hace que la existencia de uno o varios facebooks sea inevitable, así que, probablemente lo más sensato que podríamos hacer como Sociedad es garantizar que los ciudadanos reciben educación e información sobre cómo hacer un uso responsable de la misma y, también, dotarnos de una regulación que nos proteja de quién no lo haga ¿Creéis que podremos hacerlo?

 

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(Ilustración original cortesía del dibujolari Hugo Tobio)

 

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