Una mujer pasa por delante de unas pantallas que muestran la cotización del Nikkei y del yen.

Una mujer pasa por delante de unas pantallas que muestran la cotización del Nikkei y del yen. Reuters

Mercados

Las bolsas, en alerta ante el posible fin del yen barato: el Banco de Japón se prepara para una subida de tipos

El fin del dinero casi gratis en el País del Sol Naciente podría tener efectos globales en acciones, bonos y criptomonedas.

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Las claves

El posible fin de la era del yen barato preocupa a los mercados internacionales ante la inminente subida de tipos del Banco de Japón.

El yen ha sido una fuente clave de financiación global a bajo coste gracias a la política monetaria ultralaxa japonesa y el carry trade.

Una subida de tipos en Japón podría provocar volatilidad global, encareciendo la devolución de préstamos en yenes y afectando a bonos, divisas y activos de riesgo.

El cambio de política monetaria en Japón podría desencadenar un efecto dominó en los mercados internacionales, especialmente en la deuda estadounidense y la liquidez del dólar.

Las bolsas internacionales observan con inquietud lo que ocurre en Tokio. El posible final del yen barato, durante años una de las fuentes de financiación más estables para los mercados, ha encendido las alarmas justo antes de la reunión del Banco de Japón del 19 de diciembre.

Los inversores dan prácticamente por hecho que el banco central volverá a subir los tipos, un movimiento que, aunque en apariencia modesto, podría alterar el equilibrio financiero internacional.

Japón ha pasado en apenas año y medio de mantener el tipo oficial en el –0,1% a situarlo en torno al 0,5%. En comparación con los movimientos recientes de la Reserva Federal (Fed) estadounidense o del Banco Central Europeo (BCE), el ajuste japonés parece insignificante.

Sin embargo, su importancia es mucho mayor de lo que sugieren las cifras. La política monetaria ultralaxa del Banco de Japón ha sido durante décadas la pieza clave que ha permitido al yen convertirse en una moneda de financiación casi gratuita.

Ese papel se ha desarrollado principalmente a través del llamado carry trade. La estrategia consiste en endeudarse en yenes a un coste casi nulo y cambiar ese dinero a dólares, euros o a divisas de países emergentes para invertirlo en activos con mayor rentabilidad.

Bonos del Tesoro estadounidense, renta variable europea, deuda corporativa e incluso criptomonedas han recibido durante años una parte del capital financiado en Japón.

Mientras el yen se mantenía débil y los tipos seguían en negativo, la operación era atractiva y relativamente segura.

La preocupación actual surge porque ese esquema podría estar agotándose. Una subida de tipos en Japón hace menos rentable endeudarse en yenes y, además, aumenta el riesgo de que la moneda se aprecie.

Para quienes han pedido dinero prestado en yenes, un repunte de la divisa encarece automáticamente la devolución de esos préstamos. En ese escenario, muchos inversores se ven obligados a cerrar posiciones de forma precipitada, vender activos en dólares o euros y recomprar yenes para saldar sus deudas.

Es un movimiento brusco y sincronizado que puede desencadenar episodios de fuerte volatilidad, como ya ocurrió el pasado verano, cuando un simple rebote del yen provocó caídas notables en bolsas, divisas y otros activos de riesgo.

Algunos analistas consideran que ese riesgo se está reactivando. Manuel Pinto, de XTB, cree que la perspectiva de un giro más decidido del Banco de Japón ha deteriorado la confianza en los activos más sensibles al apetito por el riesgo, especialmente las criptomonedas.

A su juicio, el oro, que mantiene una relación estrecha con los rendimientos de la deuda japonesa, podría convertirse en un refugio de corto plazo.

La inquietud se percibe con especial claridad en el mercado de bonos. El temor a un cambio en la política monetaria japonesa ha empujado al alza el rendimiento de la deuda nipona y, por contagio, el de la mayoría de bonos soberanos de las economías desarrolladas.

Juan José Fernández, de Link Securities, señala que la simple expectativa de una subida en la reunión del día 19 ya está provocando un repunte significativo en las rentabilidades de los bonos, no solo en Japón, sino también en Estados Unidos y Europa.

El gran miedo del mercado es que los grandes fondos internacionales se vean obligados a deshacer masivamente sus operaciones en yenes y vender activos en dólares o euros, un proceso que tendría un impacto especialmente notable en la deuda estadounidense, auténtica columna vertebral del sistema financiero global.

Desde la gestora Carmignac advierten incluso de un posible escenario EM, una situación similar a las crisis típicas de algunos mercados emergentes, caracterizadas por movimientos simultáneos en renta variable, bonos y divisas.

Si el yen se apreciara con fuerza, argumentan, el Banco de Japón podría verse presionado a acelerar las subidas de tipos más allá de lo previsto.

El Ministerio de Finanzas, por su parte, podría intervenir de forma directa en el mercado de divisas, y el poderoso Fondo de Inversión de Pensiones del Gobierno tendría incentivos para repatriar parte de sus activos en el exterior.

Un movimiento coordinado de ese tipo tendría un efecto dominó inevitable sobre el Tesoro de Estados Unidos y sobre la liquidez global del dólar, ya que obligaría a ajustar posiciones en una cadena muy extensa de mercados.

Todo ello ocurre, además, en un momento delicado para la economía japonesa. Después de décadas marcadas por la deflación o por tasas de inflación muy reducidas, los precios empiezan a mostrar avances más persistentes.

La inflación de servicios se sitúa en torno al 3% y los salarios dan señales de abandonar su estancamiento histórico. Al mismo tiempo, la nueva primera ministra, Sanae Takaichi, ha anunciado un ambicioso paquete fiscal equivalente al 3,4% del PIB, con la intención de recuperar el impulso reformista del Abenomics.

La combinación de estímulo fiscal, yen débil e inflación al alza es, según advertencias de firmas como Carmignac, una ecuación que puede volverse explosiva si no va acompañada de un giro monetario más rápido.

El caso japonés ha sido durante años una excepción en el panorama internacional. Mientras la Fed y el BCE aplicaban subidas agresivas de tipos para contener la inflación tras la pandemia, el Banco de Japón mantenía el precio del dinero en negativo y sostenía artificialmente los rendimientos de su deuda a largo plazo.

Esa excepcionalidad explica en gran parte por qué el yen se ha depreciado más de un 10% frente al dólar en varios ejercicios recientes y por qué las estrategias de carry trade han resultado tan rentables.

Por eso mismo, el cambio de rumbo actual genera tanto temor: por primera vez en mucho tiempo, Tokio deja entrever que está dispuesta a abandonar la era del dinero prácticamente gratis que ha definido no sólo su economía, sino buena parte de los flujos financieros del planeta.