Wall Street.

Wall Street. CARLO ALLEGRI Thomson Reuters

BLUE MONDAYS

Máximos históricos sin brillo

13 diciembre, 2021 05:30

El S&P 500 lo ha vuelto a hacer. Parecía imposible pero se ha superado una vez más. Tras un evento de alta tensión y con apenas un par de sesiones de cierto pánico vendedor (sobreactuadas más que reales), el índice norteamericano se supera a sí mismo situándose en nuevos máximos históricos.

Es un patrón que se viene observando de manera insistente tras la pandemia y gracias a la masiva intervención monetaria por parte de la Fed, que mantiene secuestradas las expectativas de los inversores en un mercado manipulado y falto de racionalidad.

La cuestión es que hace apenas una semana parecía imposible que la renta variable fuese a tener un plácido fin de año (rally de Navidad incluido). Y no solo lo ha conseguido sino que lo hace ahondando en el mismo patrón inconsistente de las anteriores veces.

Mientras el índice de valores más representativo toca techo esto es lo que ocurre detrás. Las caídas promedio en el índice Nasdaq rondan el 30% en los últimos trimestres. Los mercados emergentes siguen tocados. Las compañías chinas de internet registran caídas de precio de un 60% en un año. Las biotech acumulan descensos del 40%.

El IPO Index (índice que recoge la evolución de las recientes OPV) está bajo mínimos. Fondos que sirven como termómetro de la actividad meme y del paradigma del inversor post-Covid, como son los ARKK funds de la mediática (que no referencia) Cathie Woods, siguen destrozados. Y podríamos seguir con la vuelta de algunas materias primas y los vaivenes de algunos sectores tocados (ya veremos si hundidos) por la pandemia o por la excesiva rotación value-growth.

La bolsa americana sube porque lo hacen diez compañías y dos sectores. Y detrás de eso no hay mucho más que un mercado revuelto e inconsistente con el ciclo teórico que nos están vendiendo.

¿Qué está pasando para que un índice brille y lo que subyace bajo ese índice indique justamente lo contrario?

Esta semana hemos tenido el horrendo dato de inflación correspondiente al mes de noviembre en Estados Unidos, situando la misma en el 6,8%, la mayor tasa de crecimiento en los precios desde 1982. Ya sabemos el mal que causa una inflación elevada y persistente (o eso de forma inocente quiero pensar). Pero la derivada de ese crecimiento desaforado de los precios, además de dañar la economía y los ahorros, es que el rendimiento de las inversiones se deteriora sin hacer nada, simplemente por la erosión que provoca una escalada de precios fuera de lo corriente.

Los tipos de interés reales, los que nos muestran el impacto de la inflación sobre el rendimiento de un bono del gobierno americano, se sitúan en niveles de hace cincuenta años. Los inversores pierden dinero simplemente por el paso del tiempo a pesar de que las rentabilidades nominales pagan un interés positivo. En Europa el drama es todavía más sobrecogedor pues prestar al emisor de deuda más fiable (el gobierno alemán), cuesta dinero por una triple vía: paga un cupón negativo, la inflación hace que el interés real sea más negativo todavía y además hay que pagar comisiones por prestar a pérdida a un emisor que no necesita más dinero. Inaudito.

Con las tasas de interés cercanas a cero y los gobiernos gastando billones, más de lo mismo parece tan inevitable como el anochecer. En otras palabras, este escenario de pesadilla no se va a alterar por mucho que la economía crezca. Es más, se está comprobando que este crecimiento desordenado en el que el consumo se dispara y los salarios se incrementan, está siendo el peor rebote posible para la peor crisis económica que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial.

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