El divorcio de nunca acabar: 878 días atrapados en el laberinto del Brexit

El divorcio de nunca acabar: 878 días atrapados en el laberinto del Brexit

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El divorcio de nunca acabar: 878 días atrapados en el laberinto del Brexit

Un referéndum polémico. Una campaña repleta de embustes. Un resultado para la historia, que proclamó el fin de la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. Aunque, más de dos años después, todavía se desconoce cómo acabará este divorcio.

18 noviembre, 2018 05:00

La niebla cada vez es más tupida en el Canal de la Mancha. Solo que esta vez no se sabe si viene del lado europeo, tan dado al dramatismo y casi a la melancolía, o de la orilla británica, tensa como se encuentra por motivo del principio de acuerdo alcanzado para hallar de una vez por todas una salida al laberinto del Brexit. Va siendo hora, porque han transcurrido 878 días desde que los británicos, en aquel referéndum polémico convocado por el entonces primer ministro David Cameron, dijeron `Sí¿ a irse de la Unión Europea.

Ese principio de acuerdo fue anunciado primero por la delegación británica y la primera ministra británica, Theresa May, el martes y luego fue confirmada por el equipo negociador europeo. Tras meses de disputas, parecía que finalmente se despejaba el asunto en el que habían encallado las negociaciones, el relativo a la situación futura de Irlanda del Norte, territorio de Reino Unido, y la República de Irlanda, territorio de la Unión Europea (UE). El problema residía en cómo evitar que volviera a existir una frontera entre `las dos Irlandas¿, borrada tras los Acuerdos de Paz de 1998, sin que eso supusiera que Reino Unido, a través de Irlanda del Norte, siguiera bajo las reglas europeas, sobre todo en materia comercial, algo a lo que siempre se han opuesto los más `brexiters¿ más exigentes.

La solución propuesta tira por la calle de en medio: provisionalmente no habrá frontera porque Reino Unido no romperá del todo con Europa. Por ahora, Reino Unido mantendrá el acceso que tiene actualmente al mercado europeo como miembro de la UE. Será así al menos hasta finales de 2020, momento en el que finalizará el periodo de transición dado al divorcio para que todas las partes ¿ciudadanos, empresas, administraciones- se adapten a la nueva situación que surgirá desde el 29 de marzo de 2019, la fecha marcada oficialmente para la ruptura.

Durante esta fase, Bruselas y Londres seguirán trabajando para buscar una solución definitiva a la situación de Irlanda, y en este sentido introducen una cláusula: si ambas partes ven en julio de 2020 que el acuerdo es imposible, podrán ampliar el periodo de transición y de paso la permanencia de Reino Unido en el mercado europeo. Y aún hay más: si terminada la transición, la de finales de 2020 o la ampliada, sigue sin existir acuerdo, se activará una salvaguarda según la cual Reino Unido continuará dentro del espacio aduanero europeo. Es decir, algo que encaja dentro de los parámetros de un `Brexit blando¿.

El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, presenta el borrador del acuerdo./ REUTERS

 

Otro punto polémico alcanzaba a los europeos que viven en Reino Unido y los británicos instalados en Europa. Pese a los temores iniciales, los europeos ya residentes en suelo británico y los que lleguen durante el periodo de transición mantendrán sus derechos actuales; los que lleguen luego tendrán un estatus especial en el que las autoridades ya están trabajando. ¿Los europeos que viven en Reino Unido y los británicos en Europa podrán seguir viviendo su vida como antes¿, aseguró esta semana el negociador jefe para el Brexit de la UE, Michel Barnier. Y otro aspecto clave: la factura final del Brexit para Reino Unido rondará los 50.000 millones de euros. Es decir, pese a lo prometido durante la campaña del referéndum de junio de 2016, el que paga es el que se va.

UN NUEVO DRAMA

Por fin un acuerdo, se podría pensar. Pero no. Nada de eso.¿Las negociaciones del Brexit nunca iban a ser fáciles y, cuando finalmente se llegó a un acuerdo borrador entre el Reino Unido y la UE, se desató un nuevo drama¿, expone Esty Dwek, estratega de mercados en Natixis IM.

Ese nuevo drama, consistente en que para los duros May está siendo demasiado blanda y en que para los blandos May está siendo demasiado dura, se reflejó en un desfile de dimisiones en el Gobierto de May. La más sensible, la de Dominic Raab, ministro para el Brexit. La segunda de Raab, Suella Braverman, la ministra de Trabajo, Ester McVey, y el secretario de Estado para Irlanda del Norte, Shailesh Vara, también renunciaron.

Este reguero de fugas precede y calienta hasta el extremo la ronda de aprobaciones por la que tiene que pasar ahora ese acuerdo. Los líderes de los 27 lo estudiarán en el Consejo Europeo convocado para el próximo domingo, 25 de noviembre, y antes fin de año pasará por la Cámara de los Comunes. Los pronósticos apuntan a que los representantes de la UE darán su visto bueno al borrador, en tanto que la Cámara británica podría rechazarlo. Incluso May, que ha rechazado dimitir y que por el momento ha arrancado como ha podido el respaldo de su Gobierno al acuerdo, podría enfrentarse a una moción de confianza auspiciada por su propio partido, donde la división es total, con lo que sus días en Downing Street podrían estar contados. Por si acaso, desde Europa ya se ha advertido de que ¿no hay plan B¿ si cae May.

La situación, por tanto, se presenta aún más incierta de lo que ya estaba. ¿La situación política en el Reino Unido, con May dispuesta a llegar hasta el final, es caótica, pudiéndose dar múltiples escenarios que irían desde una salida del Reino Unido de la UE sin acuerdo, un `Brexit duro¿, algo que sería terrible para el país y muy negativo para la UE en su conjunto, hasta una repetición del referéndum y un `No Brexit¿, escenario que sería el más favorable para los mercados¿, apuntan desde Link Securities.

El banco de inversión Goldman Sachs contempla tres escenarios. En el primero, el acuerdo, no sin dificultades, superaría el escollo del Parlamento británico por ser interpretado como un mal menor. En el segundo, el acuerdo no sería posible y se convocaría un nuevo referéndum sobre la permanencia en la UE. Y en el tercero, tampoco habría acuerdo, ni referéndum, con lo que Reino Unido se condenaría a irse por las malas, que es lo que se conoce como Brexit duro o desordenado.

Este tipo de Brexit implicaría que Reino Unido se despediría del trato que reciben ahora sus productos en el mercado europeo, que pasarían a regirse por las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), menos benignas. Y de ahí vendría la mayor parte del perjuicio para la economía británica. El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que esta opción se llevaría por delante entre el 5% y el 8% de la economía británica a largo plazo.

Igualmente contundente fue el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, en la reunión que mantuvo con el Gabinete británico a mediados de septiembre. No dudó en asemejar el panorama de un Brexit duro con el que dejó la crisis de 2008, y pronosticó un desempleo de doble dígito, caídas de entre el 25% y el 35% en el precio de la vivienda a tres años y un estancamiento en las líneas de transporte, incluidas las aéreas, con Europa.

MOMENTO DELICADO PARA EUROPA

Pero las tensiones en torno a las negociaciones del Brexit no solo incumben a la política británico o al impacto económico de una salida desordenada. Alcanzan a la misma línea de flotación del proyecto europeo. Y como suele ocurrir, por la insistencia con la que Europa se sienta en el diván, no coge a la UE en un buen momento.

Porque lo que ocurra con Reino Unido sentará un precedente, de ahí el dilema en el que se mueven los líderes europeos, con ganas de demostrar que salir de Europa no es `gratis¿ en absoluto, pero también sin pasarse, no vaya a ser que Europa sea percibida como una `cárcel¿ en vez de como un proyecto en el que todas las partes ganan quedándose. Y hay mucho que trabajar en este terreno, como se observa en Italia, que se encuentra en pleno pulso presupuestario con Bruselas, y como queda patente en las reformas y mejoras que aún quedan pendientes para sellar un proyecto aún incompleto. Sin obviar que la gran líder europea de los últimos años, la canciller alemana Angela Merkel, ya ha anunciado su marcha, con lo que se abre un periodo de incertidumbre sobre quién tomará su testigo. El francés Emmanuel Macron aparece como el mejor posicionado, pero su auténtica talla política todavía está por medir.

Una Europa, como casi siempre, en problemas. Parece ser su estado natural. Y siempre logra encontrar una solución. Aunque se demore. Aunque no sea la óptima. Y puede que algo ¿o mucho- de eso ocurra de nuevo con el acuerdo definitivo sobre el Brexit¿ si es que llega.