Pablo Iglesias durante el debate electoral.

Pablo Iglesias durante el debate electoral.

La tribuna

La noche en la que Iglesias convirtió a Sánchez en el candidato del Ibex de la izquierda

5 noviembre, 2019 02:31

Pablo Iglesias tiene claro que la economía será fundamental a la hora de movilizar al votante el próximo domingo. Lo demostró este lunes durante el debate electoral cuando pudimos ver al líder de Podemos sacando toda su artillería contra las élites empresariales: la lucha contra los oligopolios y el fraude fiscal; la necesidad de la creación de una banca pública; los pocos impuestos que pagan las grandes corporaciones; el recargo a la banca para que devuelvan las ayudas recibidas; etc. 

En realidad no hay nada nuevo bajo el sol, pero Iglesias ha perfeccionado su discurso amparando sus exigencias en la Constitución española. Desde el artículo 31 que le sirve para justificar la progresividad del sistema fiscal subiendo impuestos a los más ricos, al 128 que le permite crear una gran empresa pública de electricidad que ayude a apostar por las energías renovables y bajar el precio de la luz. 

Un discurso económico con el que el líder de Podemos busca reforzar su apuesta en la lucha contra la crisis frente a las posiciones de los partidos de la derecha (PP y Ciudadanos), pero también frente a un Partido Socialista que no termina de atinar con la tecla exacta para explicar qué va a hacer ante la que se avecina. 

Calviño, vicepresidenta

Cierto es que Pedro Sánchez lograba llevar la iniciativa al anunciar una vicepresidencia económica liderada por Nadia Calviño, la gran apuesta electoral del PSOE después de que la titular de Economía fracasara en su intento por alcanzar la dirección del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el anuncio sorpresa no servía para ocultar los ataques de Podemos, PP y Ciudadanos con los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) y que reflejan que la desaceleración ha venido para quedarse en España. 

El presidente del Gobierno optaba por seguir la línea de Moncloa: los fundamentales van bien, crecemos por encima de la media y lo hacemos de forma robusta. Vamos, que volvemos a los brotes verdes de Zapatero y Solbes una década después. No hubo un ápice de autocrítica en la gestión económica del Gobierno. 

Sánchez lograba fajarse de la economía mientras Iglesias volvía a la carga: “Los taxistas están amenazados por las multinacionales, hay que proteger al Taxi”, decía. Y seguía: “Las familias están amenazadas por Blackstone, hay que protegerlas”, y así una y otra vez.  

El líder de Podemos se presentaba como el ‘azote’ del Ibex y los fondos de inversión. Toda una declaración de intenciones dirigida ‘a la parroquia’, a quienes compran el mensaje antiempresarial. Todo ello aderezado por un intento constante de arrancar un compromiso de Sánchez para formar un Gobierno progresista después de las elecciones del 10-N. 

Erraba el tiro Pablo Iglesias, porque no lo consiguió. Pero sí logró situar a Sánchez en la esquina derecha del tablero de la izquierda. En la de aquel líder socialista que prefiere la defensa del empresario frente a la clase trabajadora. El sitio en el que quería tenerlo. 

Sánchez salía en defensa de Amancio Ortega por las donaciones a la sanidad pública, pero también de los empresarios ante los ataques por la fiscalidad o la necesidad de crear empresas públicas en determinados sectores. “Discrepo de la concepción de empresario que tiene, señor Iglesias”, decía el candidato socialista. Un mensaje de moderación que -junto a la vicepresidencia de Calviño- busca calmar a inversores y empresarios.

No está claro que el objetivo de Sánchez vaya a dar resultados. En el imaginario colectivo estará que el líder progresista defiende al empresario (como pretendía Iglesias) y, sin embargo, en la memoria de los empresarios estará el plantón que dio a la empresa familiar hace sólo una semana para evitar las críticas. El tiempo dirá quién tiene razón pero, por ahora, Iglesias ha convertido a Sánchez en el candidato del Ibex de la izquierda.

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