El presidente del BCE, Mario Draghi

El presidente del BCE, Mario Draghi Kai Pfaffenbach/Reuters

Macroeconomía

El mensaje implícito de Draghi: el ciudadano de a pie apenas notará los estímulos del BCE

El presidente del BCE reclama a los gobiernos ayuda para que las políticas monetarias surtan efecto. 

12 septiembre, 2019 19:00

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El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha pronunciado este jueves el que será con toda probabilidad su último “haremos todo lo que sea necesario”. Lo ha hecho para anunciar la que ha sido su traca final: un paquete de medidas de política monetaria con las que busca frenar la ralentización económica de la Eurozona.

¿Las medidas más importantes? La puesta en marcha de un paquete de expansión cuantitativa (QE) a partir del 1 de noviembre para recomprar -sin fecha de finalización- 20.000 millones de euros en bonos; ahondar aún más en el recargo que cobra a los bancos por guardar sus depósitos (-0,5%), una fórmula para intentar que los bancos presten más dinero a empresas y familias.

Eso no significa que el dinero vaya a fluir. La idea es que los bancos no guarden el dinero y concedan créditos. El problema es que han elevado sus estándares y ahora mismo no hay demanda solvente para asumir tanto dinero como hay disponible. Por si fuera poco, los reguladores les exigen cada vez más requisitos de capital, por lo que optan por evitar riesgos y acumular la mayor cantidad de capital posible.

Pide ayuda

Para el economista Daniel Lacalle estas medidas “son totalmente erróneas” que demuestran un mal diagnóstico de la situación, dado que trata de combatir con más dinero una ralentización que llega en el momento en el que “más liquidez hay en el mercado”. Muestra de ello es que países como Francia u Holanda ya han logrado financiarlas en algún momento a tipos negativos.

Quizá por ello el propio Draghi ha lanzado la luz de alarma en la rueda de prensa posterior al consejo de gobierno del BCE. “Hubo unanimidad en que la política fiscal debería convertirse en el principal instrumento”, ha dicho. Es decir, un toque de atención a los gobiernos nacionales para que dejen de mirar para otro lado y empiecen a tomar medidas que ayuden a evitar la ralentización económica.

Y es que el Banco Central Europeo ya empieza a ver que las cosas se tuercen en contra de las últimas previsiones que había hecho en junio. El crecimiento de la eurozona se reduce hasta el 1,2%; mientras que para 2020 baja las previsiones en dos décimas hasta el 1,2% y mantiene los cálculos para el 2021 en el 1,4%.

También se revisan a la baja las perspectivas de inflación, que pasan del 1,4% en junio al 1% para este año y el que viene, y del 1,5% para el 2021. Esto supone “un debilitamiento más prolongado de la economía de la zona del euro” de lo que había previsto hasta ahora el Banco Central Europeo.

Desincentiva a los Gobiernos

¿Conclusión? Que el BCE saca de nuevo la poca munición que le queda para evitar la recesión que se acerca al Viejo Continente mientras pide ayuda a los Gobiernos. El problema estça en que, mientras reclama medidas fiscales a quienes tienen capacidad, está bajando el coste de endeudamiento. Una situación que desincentiva la adopción de nuevas reformas por parte de los Estados.

¿Y qué pasa con el ciudadano? Pues es la gran pregunta, porque la realidad es que con los anuncios que hemos conocido hoy lo único que se puede deducir es que tiene que prepararse para lo que está por venir.

Economistas como Daniel Lacalle o Juan José Rubio Guerrero coinciden en que, en este momento, las políticas monetarias no van a servir para nada. Que los tipos reales puedan bajar ligeramente no implica que la ciudadanía vaya a lanzarse a pedir créditos. Más bien todo lo contrario, sostienen.

Eso sí, aquellos que ya tengan créditos o hipotecas están de enhorabuena porque cada vez pagarán un poquito menos. 

Basta con fijarse en la confianza del consumidor: cayó en agosto hasta niveles de 86 puntos, una tasa que no se alcanzaba desde el segundo semestre del año 2015. Por tanto, como suele ocurrir cuando las cosas empiezan a torcerse y no se ve un futuro claro, la población empieza ya a nadar y guardar la ropa. O lo que es lo mismo, a restringir el consumo en previsión de lo que pueda estar por venir.

Además, con los tipos cada vez más bajos la rentabilidad de los productos de inversión se hunden. Esto provoca que los ahorradores opten por buscar alternativas como los bonos estatales, aumentando así la burbuja existente en estos momentos en donde los países se financian cada vez más barato. Esto expulsa el dinero de la economía real.

¿Qué ocurrirá? El tiempo lo dirá, porque todavía está por ver el impacto que puede tener en la economía europea la guerra de divisas entre Estados Unidos y China, así como la resolución del Brexit. El futuro está aún por escribir, pero el BCE ya lo ha dicho claro: hay que prepararse.

De momento, lo único claro es que el ahorrador seguirá penalizado y el deudor se verá beneficiado (pero poco).