La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez.

La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez. Emilio Naranjo Efe

Macroeconomía

Fátima Báñez: la ministra que mantuvo su empleo pese a la reforma laboral

Nunca ha tenido un empleo en el sector privado, pero los trabajadores todavía sienten hoy las consecuencias de su política. Los sindicatos reclaman reducir la desigualdad o saldrán a las calles.

5 noviembre, 2016 02:39

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Cuando Mariano Rajoy nombró a su primera camada de ministros, había tres que tenían una papeleta especialmente complicada. Cristóbal Montoro fue el responsable de subir los impuestos, Luis de Guindos era el encargado de rescatar a la banca y Fátima Báñez tenía que alumbrar una reforma laboral que supondría el mayor recorte de los derechos de los trabajadores desde la Transición. Todo en aras de la famosa flexibilidad laboral.

Pocos podían prever entonces, al inicio de 2012, que Báñez sería una de las ministras que terminaría la legislatura con más fuerza y ascendencia sobre el presidente. El mejor ejemplo es que ella fue la encargada de liderar las negociaciones económicas con Ciudadanos. El giro del mercado laboral es el primer argumento que Rajoy esgrime en sus discursos, por lo que no ha dudado en renovar a Báñez en un cargo que será de los más importantes durante la próxima legislatura, ya que tendrá que ejecutar la reforma de las pensiones y una nueva reforma laboral.

Fátima Báñez (San Juan del Puerto, Huelva, 1967) accedió al cargo de ministra de Empleo y Seguridad Social sin ocupar un solo puesto en el sector privado. Su carrera profesional ha discurrido siempre en el Partido Popular y en la Administración pública, que empezó tras acabar sus estudios en 1996. Sin embargo, su reforma laboral dio la vuelta a todo el mercado de trabajo. Entre las medidas que introdujo están el abaratamiento del despido, la posibilidad de descuelgues o la mayor facilidad para realizar despidos colectivos.

El 29 de marzo de ese mismo año tuvo su primera huelga general. Como los sindicatos auguraban, la reforma laboral aceleró la destrucción de empleo y la precarización de los trabajadores; todo ello agravado por la crisis financiera que vivía España en esos meses (justo antes del rescate). En noviembre tuvo su segunda huelga general, aunque esta vez las críticas iban para todo el Gobierno por sus políticas de austeridad.

Un año después de la reforma laboral los datos eran demoledores: España había destruido 813.600 puestos de trabajo y todavía eliminaría 204.200 empleos más en el segundo año. Además, se produjo la primera caída generalizada de los salarios que se prolongó durante dos años y que desde entonces ha vuelto de a aparecer de forma esporádica.

El cambio de tendencia

La destrucción de empleo de los dos primeros años de la reforma laboral fue tan intenso que Báñez fue incapaz de levantar las cifras en la segunda mitad de la legislatura. Cuando se disolvió el Parlamento para las elecciones del 20 de diciembre había 332.000 trabajadores menos de los que había cuando entró en el Ministerio. Sin embargo, nadie puede negar a la ministra que consiguió dar la vuelta al mercado laboral, hasta el punto de que se crean ahora en torno a medio millón de empleos al año. Argumento suficiente para que el presidente volviese a confiar en ella.

En esta fase de recuperación del empleo (desde niveles históricamente altos del paro) se ha producido un hecho insólito en la economía española que es uno de los grandes argumentos a favor de la política de Báñez: España ha conseguido crear empleo incluso cuando el PIB crece menos de un 2%. Tradicionalmente tenía que crecer por encima de este nivel para originar puestos de trabajo, pero esta vez no ha sido así. Es cierto que este cambio se ha producido solo en dos trimestres, por lo que parece un poco arriesgado creer que esto ya es definitivo, pero es uno de los mayores argumentos que avalan su política al frente del Ministerio.

Báñez no solo ha conseguido sobrevivir a su reforma laboral, sino que ha terminado con una posición fortalecida. Tanto que fue la persona designada por Mariano Rajoy para liderar las negociaciones con Ciudadanos del verano que terminaron con el pacto de investidura firmado por los dos partidos. El equipo económico de Ciudadanos está muy cómodo negociando con Báñez, lo que ha sido un punto a favor de la ministra para continuar en el cargo, máxime cuando se avecina una legislatura de mucho diálogo.

Una cartera de peso

Báñez ha conseguido cada ascenso en el Partido Popular a base de trabajo y discreción; desde que empezó en Andalucía junto a Javier Arenas, hasta su salto a la política nacional de la mano de Soraya Sáenz de Santamaría. Para Rajoy es imprescindible que una cartera tan delicada como Empleo y Seguridad Social evite las polémicas.

El Ministerio volverá a estar en el ojo del huracán en la próxima legislatura, por las decisiones que tome y también por las que ya ha tomado. A partir de 2017 los jubilados empezarán a perder poder adquisitivo debido a las reformas de las pensiones de 2011 y 2013, algo que no había ocurrido hasta ahora por la caída de los precios. Es posible que surjan entonces las protestas de los mayores. Por si fuese poco, la hucha de las pensiones se acabará el próximo año, lo que obligará al Ejecutivo tendrá que tomar decisiones importantes, como puede ser, acelerar el descenso de la paga a los pensionistas. Rajoy ya ha ordenado a Báñez que convoque el Pacto de Toledo para empezar las negociaciones.

Además, tendrá que acordar con el Congreso una nueva reforma laboral. Bruselas pide que se dé una nueva vuelta de tuerca a la flexibilidad’ aunque ahí se encontrará con la oposición del resto de la Cámara. Por su parte, Ciudadanos exigirá que se cumplan las 150 medidas del pacto de investidura que acordó precisamente con Báñez. La formación mantiene la esperanza de que el Gobierno aceptará todos los puntos pactados, entre ellos, la reforma laboral.

Huelga general de 2012 en Madrid.

Huelga general de 2012 en Madrid. Gustavo Cuevas Efe

Ciudadanos pedirá, entre otras cosas, la fusión de todas las modalidades contractuales en tres: indefinidos, temporales “de protección creciente” y de formación, la creación de la mochila austriaca, o el establecimiento de castigos y premios en las cotizaciones de las empresas para promover la contratación indefinida.

Para sacar adelante estas reformas es necesario contar con el apoyo del Congreso, lo que pone a Báñez en una situación más complicada. Además, la sociedad española no está tan resignada a sufrir recortes en sus derechos sociales como lo estaba en 2012. Los sindicatos ya han avisado que si no hay cambios rápidos que reviertan el avance de la desigualdad, se lanzarán a la calle.

Para Báñez ha llegado la hora de la verdad: su reforma laboral tiene que demostrar que sirve para crear empleo estable y de calidad. La recuperación económica tiene que llegar a todos los estratos de la sociedad, de lo contrario, tendrá difícil conservar su trabajo.