Una persona en silla de ruedas.

Una persona en silla de ruedas. Europa Press

Empleo Hoy

Las pensiones por incapacidad crecen cuatro veces más que las de jubilación y ya suponen casi 1.300 millones al mes

El número de beneficiarios de esta prestación ha aumentado un 6% en 2025. El gasto público que implican se ha elevado más de un 10%.

Más información: La pensión mínima subirá un 7% en 2026 mientras que las no contributivas y el IMV se elevarán un 11,4%

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Las claves

Las pensiones por incapacidad permanente han crecido un 6% en 2025, cuatro veces más que las de jubilación, y su gasto mensual supera los 1.278 millones de euros.

El aumento se debe tanto a un mayor número de beneficiarios (casi 60.000 más en un año) como al incremento de la pensión media, que ha subido un 4% en dos años.

La pensión media por incapacidad permanente es de 1.212,07 euros, aunque existe una diferencia de más de 500 euros entre comunidades, siendo más altas en el norte industrial.

La cuantía de estas pensiones está ligada a la base de cotización y el grado de incapacidad, y en muchos casos superan al salario mínimo interprofesional vigente.

Las pensiones por incapacidad permanente se disparan en 2025. El número de beneficiarios crece un 6%, cuatro veces más que el colectivo de jubilados, mientras que su factura mensual se eleva más de un 10%, hasta rozar los 1.300 millones de euros.

El salto no se entiende sin mirar los números en detalle. A cierre de diciembre de 2025, según los datos de Seguridad Social, el sistema registra 1.054.935 pensiones por incapacidad permanente. Se trata de una cifra récord.

En un sólo año, el número de beneficiarios ha crecido un 5,97%, lo que supone 59.470 más que doce meses antes.

En el mismo periodo, las pensiones por jubilación han aumentado alrededor de un 1,5% hasta 6.646.331. Es decir, unos 100.000 jubilados más.

Aunque en términos absolutos las pensiones por jubilación son mucho más relevantes, el ritmo de crecimiento es claramente inferior al de las prestaciones por incapacidad.

Durante todo el 2025, las tasas de crecimiento interanual de las pensiones por incapacidad se han mantenido por encima del 6%. La tendencia contrasta con la registrada en los ejercicios anteriores, que han sido planos o incluso negativos.

Cabe recordar que las pensiones por incapacidad permanente son prestaciones contributivas de la Seguridad Social.

Se reconocen cuando, después de un proceso de incapacidad temporal (la baja médica), el trabajador queda con limitaciones graves y previsiblemente definitivas para seguir desarrollando su trabajo habitual o cualquier profesión, según el grado.

Su cuantía se calcula sobre la base reguladora del trabajador (sus cotizaciones) y se modula en función del grado de incapacidad: total (para el trabajo habitual), absoluta (para todo trabajo) o gran invalidez (cuando se necesita ayuda de una tercera persona).

​No son pensiones no contributivas ni ayudas asistenciales, sino derechos ligados a la carrera laboral y al historial de cotización.

​En la práctica, actúan como un sustituto del salario: el trabajador deja de vivir de una nómina y pasa a depender de la Seguridad Social, muchas veces antes de la edad ordinaria de jubilación.

Eso significa que cada nueva pensión por incapacidad, sobre todo en grados altos, abre un compromiso de gasto mensual que puede prolongarse durante décadas.

En apenas dos años, la nómina de incapacidad permanente ha pasado de unos 1.098 millones mensuales a esos 1.278 millones. Por tanto, el sistema paga hoy cerca de 180 millones más al mes solo por este concepto que a comienzos de 2024.

Exactamente, el gasto en incapacidad ha aumentado un 10,16% en el último año, muy por encima de la evolución del producto interior bruto (PIB) y del conjunto de la nómina de pensiones, que crece alrededor de un 6%.

Esos 1.278 millones mensuales suponen algo más del 13% del total de las pensiones contributivas. ​

​No sólo más casos

El aumento en el gasto no viene sólo del número de beneficiarios. La pensión media por incapacidad también se ha incrementado. Ha pasado de unos 1.117 euros mensuales a 1.212,07 euros en 2025, lo que supone una subida cercana al 4% en dos años.

La combinación de casi un 6% más de beneficiarios y alrededor de un 4% más de cuantía media explica por qué la nómina sube a doble dígito, por encima del 10% anual. ​Aun así, la pensión por incapacidad se sitúa por debajo de la de jubilación, cuya media es de 1.512,73 euros al mes.

Esa brecha refleja, entre otras cosas, carreras laborales más cortas, salarios medios más bajos y salidas más tempranas del mercado de trabajo entre quienes acaban en incapacidad permanente.

Por el contrario, esta prestación se sitúa muy por encima de pensiones como las de orfandad y favor de familiares. También supera ligeramente al salario mínimo interprofesional en vigor, de 1.184 euros al mes en 14 pagas.

Dónde se cobra más y dónde menos

El mapa de la incapacidad permanente también habla de desigualdades territoriales. La pensión por incapacidad es de 1.212,07 euros, pero en algunas comunidades autónomas se sitúa muy por encima de esa media y en otras claramente por debajo.

La mayor pensión por incapacidad se cobra en País Vasco (1.539,41 euros de media), seguido de Navarra (1.440,71 euros), Ceuta (1.377,36 euros) y Asturias (1.366,04 euros). Son cifras que superan en más de 300 euros al promedio nacional.

En el extremo opuesto, destacan Extremadura (1.038,44 euros), seguida de Galicia (1.098,71 euros) y Murcia (1.102,84 euros). Entre la comunidad en la que más se cobra y en la que menos hay más de 500 euros de diferencia mensual.

Ese patrón se repite al bajar al detalle provincial: Gipuzkoa roza los 1.583,75 euros de media, mientras que Badajoz se queda en 1.031,72 euros, con Cáceres y Jaén también por poco por encima de los mil euros.

​Estas brechas no son casuales, sino que reflejan décadas de estructuras productivas distintas. Zonas con industria fuerte, salarios elevados y carreras largas (norte industrial) han generado bases de cotización altas que hoy se traducen en pensiones por incapacidad más generosas.

Regiones con economías más agrarias o de servicios de bajo salario sufren el efecto contrario.