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Los datos de empleo de la Encuesta de Población Activa (EPA) han mostrado un récord de ocupación, pero no ocultan una realidad que se hace patente en la última década: más de la mitad de los nuevos puestos de trabajo han sido cubiertos por inmigrantes o sus descendientes.

De los 22,2 millones de ocupados récord del primer semestre del año, 17,5 millones son empleos ocupados por españoles, lo que marca un aumento de dos millones en diez años (13%), pero deja una tasa del 78,8%, siete puntos menos que en 2015 (86,1%).

Frente a ello, los ocupados extranjeros de la EPA son 3,48 millones ahora, un 55% más que hace diez años, que acaparan una tasa de actividad récord del 69%, doce puntos más que la de los nacionalizados españoles.

En una evolución como esta ha irrumpido además un colectivo que marca la balanza, el de los trabajadores con doble nacionalidad, española y de su país de origen o el de su familia. Eran 405.000 hace diez años y ahora se han triplicado, hasta 1,23 millones.

Si unimos los trabajadores extranjeros con el colectivo de doble nacionalidad, llegamos a los 4,7 millones, el doble de los que había hace diez años, que han cubierto un 56% de los nuevos puestos ocupados en ese periodo de tiempo.

Las cifras de ocupados con doble nacionalidad crecen a doble dígito entre el segundo trimestre de 2015 y el de 2025.

Se dispara sobre todo en los últimos cuatro ejercicios, lo que da idea de la integración en España de muchas familias que llegaron de fuera, sobre todo de Latinoamérica y Europa del Este.

El análisis de los datos de la EPA corrobora que es la inmigración la gran protagonista del aumento del empleo en España en los últimos años, así como de la formación de nuevos hogares y del crecimiento sostenido del consumo doméstico. Eso es lo que ha sostenido la economía y hace subir el PIB por encima del resto de la UE.

El último informe sobre ejecución y gasto de la AIReF ya reveló que la población española perdía peso en la ocupación y la población activa, a medida que aumentaba la del colectivo inmigrante.

Ese fenómeno, además, puede haber tocado techo este verano con una tendencia a la baja en el aumento de afiliaciones mensuales a la Seguridad Social, una evolución que habrá que corroborar con los datos mensuales de paro y afiliación hasta fin de año.

Por zonas y sectores

La afinidad por la historia y por el idioma hace que el colectivo de inmigrantes latinoamericanos acapare el 40,6% de los extranjeros ocupados en España (1,41 millones), frente al millón que llegan desde la UE (sobre todo países del Este), que han crecido casi un 40% desde 2015.

Con el turismo por bandera, el sector servicios es el que más empleo suele mover cada año en España, si bien cogen fuerza los servicios no turísticos, como ingeniería, consultoría, telecos o fintech, con una cifra de negocio ya casi similar, pero menos empleo intensivo y más puestos de alta cualificación.

La hostelería y los servicios turísticos acaparan gran parte de los 17 millones de trabajadores que había en junio en este sector terciario, 3,5 millones más que hace una década. Pero ese aumento se ha repartido a partes iguales entre españoles y extranjeros más inmigrantes con doble nacionalidad en la década.

Precisamente ahora hay 13,45 millones de españoles trabajando en el sector servicios, 2,5 millones de extranjeros y un millón de inmigrantes con doble nacionalidad, que han multiplicado por tres su presencia en el sector.

La llegada del trabajo inmigrante se ha dejado notar más en otras actividades, como la construcción, donde han crecido en 230.000 puestos en una década, casi el triple que los españoles, que poco a poco han ido dejando este tipo de trabajos.

También han sido los descendientes de los inmigrantes llegados a España y los que tienen doble nacionalidad los que han acaparado el sector del ladrillo, hasta multiplicar su presencia por cinco en una década con 80.000 efectivos más.

Entre ambos colectivos acaparan las dos terceras partes de lo que ha aumentado la ocupación en la construcción desde 2015, con una subida exponencial de los procedentes de Latam en este ámbito.

En el caso de la industria pasa algo parecido al sector servicios, aunque con menos efectivos en términos absolutos.

El medio millón de puestos en que ha aumentado en diez años ha sido acaparado a partes iguales por españoles y por inmigrantes incluidos los de doble nacionalidad, si bien estos últimos duplican su presencia en el sector en diez años.

Por último, la agricultura es el ámbito más sintomático del empleo inmigrante. Los apenas 24.000 nuevos empleos en diez años han sido cubiertos casi en su totalidad por inmigrantes, a los que se añaden los 33.000 españoles que han salido de esta actividad.

El problema social

En términos generales, varios expertos han llamado la atención sobre un problema que es más social y menos laboral, porque todo el mundo coincide en que el trabajo de los inmigrantes, con doble nacionalidad o no, es necesario para ocupar puestos que los españoles ya no quieren.

El problema que se genera en España es que, del millón de extranjeros que pueden llegar a nuestro país, no todos vienen a trabajar o pueden hacerlo. Muchos deben esperar dos años para conseguir una tarjeta de residencia, sin actividad alguna, lo que alimenta la conflictividad.

Valentín Bote, director de Randstad Research, considera que a la vista de los datos es "lógico que aumente la percepción" de que está aumentando el número de inmigrantes en España.

Muestra de ello es la encuesta que publica este viernes EL ESPAÑOL, en la que se destaca que el 73% de los españoles cree que hay demasiados inmigrantes. Supone cinco puntos más que en enero.

Para Bote lo importante en el mercado laboral es analizar "si realmente la migración está ocupando aquellos puestos o sectores en los que los españoles no quieren trabajar".

El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, admitía esta semana en el Congreso que es el trabajo de los inmigrantes lo que nos permite crecer a mayor ritmo que el resto de la UE. "Son necesarios para absorber los stocks a los que se enfrenta la economía y generar más actividad", señaló.

Pero además llamó a hacer una evaluación correcta de su aportación, dada la percepción equivocada que se crea a veces con mensajes contradictorios sobre renta, trabajo, salarios o ayudas son el doble o hasta cinco veces más que la realidad que viven.

Un diagnóstico similar al que hace Valentín Bote, quien alerta de que es necesario prepararse de cara al futuro. "No es sostenible un modelo laboral en el que los extranjeros crezcan de forma indefinida, porque llegará un techo en el que se genere conflictividad social".

Por ello reclama una "reflexión como país" en la que se analice la manera de incorporar al mercado laboral de los mayores de 52 años, pero también de los más jóvenes.

De lo que se trata, incide Bote, es en "pensar en cómo resolver el problema de las vacantes y del paro con personas que no provengan sólo de la inmigración".

Máxime porque en este momento hay algo más de tres millones de parados y numerosos puestos de trabajo que no se logran cubrir por parte de los empleadores.