Banco de germoplasma de olivos del campus de Rabanales.

Banco de germoplasma de olivos del campus de Rabanales. Cedida.

Economía

El campo de pruebas de Pastas Gallo y Cuétara está en Córdoba: así es el gran laboratorio agro de España

Cuenta con 170 hectáreas en la que se incluye un banco de germoplasma con 300 variedades de olivar. 

4 diciembre, 2023 01:42
Córdoba

Convenios de colaboración con Limagrain, Sipcam Iberia, Antonio Tarazona, Todolivo y Euroseimillas y un ambicioso proyecto conjunto con Heineken, Cuétara y Pastas Gallo. Estas son las credenciales de la Finca Experimental de Rabanales, en Córdoba; 170 hectáreas de experimentación casi desconocidas y que, sin embargo, son desde hace un lustro el gran laboratorio agro de España.

Un trabajo que cada vez es más notorio. Hace apenas tres meses llegaron hasta los ministros de Agricultura de la Unión Europea, que en la víspera de su reunión informal en el marco de la presidencia española del Consejo, celebrada en la ciudad de Abderramán III, realizaron una excursión a la finca.

"Una impresionante visita", acotó el comisario europeo de Agricultura, Janusz Wojciechowski. "Les enseñamos las investigaciones que hacemos para optimizar el uso del agua y también un ensayo para reducir el uso de fertilizantes", cuenta a EL ESPAÑOL-Invertia Francisco Márquez García, responsable técnico de la finca. 

5 años a pleno rendimiento

Dos asuntos con cada vez más protagonismo en Bruselas y que son apenas un ejemplo de todo lo que se pone a prueba en este terreno, donde conviven pruebas sobre cereales como trigo y cebada con otras con habas, maíz, colza o pistacho.

También cuenta con más de 300 variedades de olivar, de las que se estudia su resistencia a enfermedades o el cambio climático, y equipos de riego que vierten a la tierra una cantidad personalizada de agua, en función de lo que necesite el suelo. 

Terreno de la finca.

Terreno de la finca. Cedida.

Todo ello en un terreno propiedad de la Universidad de Córdoba, considerada la mejor de España en lo referido a estudios agrícolas. Su historia empezó a cimentarse en 1989, cuando la institución compró las hectáreas, colindantes a su campus. 

Sin embargo, no fue hasta 2013 cuando se vio un "cambio de rumbo" en el uso del espacio que culminaría en un gran laboratorio que lleva un lustro a pleno rendimiento, detalla Márquez. 

¿El punto clave? Hace una década comenzaron a explorarse vías para usar esa finca, abriéndose a alumnos, a captar fondos para proyectos de investigación y también buscando ser base de pruebas para la industria a través de colaboraciones público-privadas. Todos los elementos han ido teniendo éxito y le han permitido crecer.

Desde ese año, su mayor inversión ha ascendido a 5 millones de euros para infraestructuras y maquinaria. Un dinero captado en diferentes proyectos autonómicos, nacionales y europeos.

Ensayos por entre 4.000 y 50.000 euros

Márquez asegura que lo vivido aquí ha sido un crecimiento meteórico: ahora ofrecen incluso la posibilidad de realizar ensayos agrícolas, por los que pueden ingresar entre 4.000 y 50.000 euros. "La finca es a día de hoy completamente rentable", asegura.

La amplitud del terreno permite que convivan varios de estos proyectos en el tiempo. También que sus prácticas sean muy parecidas a las que se obtendría en una explotación media. "Tenemos resultados más fiables", explica.

Trabajos en la finca.

Trabajos en la finca. Cedida.

La mayoría de las investigaciones se hacen en colaboración con empresas y proyectos de investigación. Ya han salido de aquí alrededor de una veintena de patentes que ha utilizado la industria agroalimentaria. Sobre todo para modernizar su actividad.

Es un quid pro quo al que ven atractivo cada vez más empresas. "Están cada vez más preocupadas por la sostenibilidad, la interoperabilidad y la digitalización; aquí buscamos soluciones", apunta Márquez.

Atractivo para la industria

Algunas de esas soluciones han sido desarrollar maquinaria especializada para olivar que fuera más sostenible y respetuosa con el árbol o almazaras inteligentes, entre otros desarrollos transversales. Fue lo conseguido con el proyecto Innolivar, que superó los 10 millones de euros, el 20% de los cuales fue sufragada por el sector del aceite de oliva y aceituna de mesa.

Sobresale también Life InnoCereal, un proyecto conjunto con Heineken, Cuétara y Pastas Gallo para que en la finca de Rabanales se practiquen técnicas para dar con un producto final de mayor valor añadido (pan, pasta y cerveza), reduciendo además en el proceso la emisión de gases de efecto invernadero.

Un trabajador en la finca.

Un trabajador en la finca. Cedida.

"Desarrollamos sistema que permitan luego a estas empresas decir a los agricultores cómo quieren el grano que les comprarán después", señala Márquez. 

Además, cuentan con convenios de colaboración activos con Limagrain -la mayor semillera de Europa- de los que estudian el comportamiento de varias variantes en siembra directa y laboreo, Pastas Gallo en solitario al margen del proyecto ya descrito, Sipcam Iberia, Antonio Tarazona, Todolivo y Euroseimillas.

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Los proyectos que se ponen a prueba en Rabanales suelen demorar dos o tres años, frente al año que apenas se necesita si se estudiara en un laboratorio. Se requiere tiempo en campo real, teniendo en cuenta las cambiantes condiciones del clima, para confirmar unos resultados, pero las empresas lo prefieren: al final las conclusiones se asemejan más a lo que ocurrirá cuando lleguen al mercado. 

Con esa paciencia miman también una de las iniciativas en las que más esperanza tienen los expertos de la Finca Experimental para dar respuesta a uno de los mayores problemas de la agricultura: la escasez de agua. 

Sistema de riego en pruebas.

Sistema de riego en pruebas. Cedida.

Es el proyecto que desarrollan desde 2019 para la empresa estadounidense Valmont, que consiste en desarrollar equipos de riego inteligentes: vuelcan a la tierra sólo el agua que necesita, gracias a sensores y a un mapa de suelo que actualiza la humedad existente.

"Este proyecto nos ha dado una singularidad", asegura Márquez. Si las próximas pruebas se desarrollan según lo previsto, en cuatro o cinco años llegará al mercado.