Hay que admitir que el único político que ha reconocido el valor de la gestión de Ana Botella al frente del Ayuntamiento de Madrid ha sido Pablo Iglesias. Y lo hizo a su pesar, porque ni siquiera la mencionó. El líder de Podemos desgranó las buenas cifras del municipio en 2015 durante una entrevista en el programa de Carlos Herrera en la Cope el jueves 16, aunque las atribuyó engañosamente a la gestión de Manuela Carmena. En realidad, el presupuesto de 2015 lo aprobó Botella el 19 de diciembre de 2014 y Carmena actuó bajo sus parámetros hasta el 31 de diciembre de 2015. Del primer presupuesto de Carmena, el de 2016, apenas se han ejecutado cinco meses.

Por eso, difícilmente se puede atribuir el mérito de la redención de la deuda madrileña a los miembros de un partido que desde su fundación coquetean con la idea de auditar y desconocer la deuda pública. La reducción de la deuda del Ayuntamiento de Madrid se debe a la enérgica actuación de Botella y de sus concejales Concepción Dancausa y Diego Sanjuanbenito que desde 2012 aplicaron un riguroso plan de ajuste a las cuentas de la ciudad. Más aún, la obligación de dedicar el superávit municipal a amortizar deuda surge de las prioridades marcadas por Ley de Estabilidad Presupuestaria originada por la reforma del artículo 135 de la Constitución que Podemos quiere derogar de acuerdo con su programa electoral.

La falta de reconocimiento de la gestión de Botella al frente del municipio es fruto de la odiosidad y el sectarismo político. Y no sólo en lo que se refiere a las cuentas. La alcaldesa Carmena ha admitido a regañadientes que el programa de comidas para niños en riesgo de pobreza de Botella era mejor que la preconizada por Podemos y sus aliados. Pero, además, Botella puso en orden las cuentas municipales, se puso al día en el pago a proveedores (con ella el ayuntamiento pasó de pagar a más de 300 días a un promedio de 7 días), rompió el monopolio histórico de una empresa -FCC- en las contratas de basura en media ciudad y reformó las modalidades de contratación del municipio.


La deuda de la ciudad, después de diversos ajustes contables, ascendía a unos 9.000 millones cuando Botella se hizo cargo del ayuntamiento. Era el pesado legado de Alberto Ruiz-Gallardón y su magna obra: el soterramiento de la M-30 y su posterior ajardinamiento. Pero también había operaciones que faltaba completar: el traslado del ayuntamiento a Cibeles, la operación Matadero, Conde Duque… Nada más llegar, la nueva alcaldesa dictó tres decretos de no disposición presupuestaria entre enero y marzo de 2012. Después hizo un uso acertado del Fondo de Pago a Proveedores para ponerse al día y gracias a la combinación del aumento de ingresos que produjo la subida del IBI, decretada por el Gobierno en diciembre de 2011, y recortes en los servicios de la ciudad, consiguió reducir la deuda en más de 4.000 millones. La reducción de la deuda se convirtió en una prioridad para Botella cuando descubrió que la ciudad gastaba casi 1.000 millones, en torno al 23% de su presupuesto, sólo en intereses.

El equilibrio logrado por Botella le permitió holgura suficiente para destinar 346 millones a inversión en 2015, un capítulo que había prácticamente desaparecido por la crisis. Pablo Iglesias pretende hacer creer que ese aumento también fue un logro de Podemos.


El IBI es un impuesto muy eficaz, porque los inmuebles no se pueden llevar a paraísos fiscales. Su aumento recompuso las arcas municipales que, por efecto de la crisis de 2008, perdieron de un momento a otro casi 1.600 millones de euros de la recaudación. Ese aumento de ingresos, unidos a una serie de ahorros en los servicios de la ciudad -Botella revisó personalmente el contrato de basuras analizando con sus asesores calle por calle las necesidades de limpieza de Madrid-, le permitió generar en 2014 un superávit de casi 1.000 millones de euros.


-¿Qué va a hacer con ese superávit?- le preguntó la oposición municipal.

-Pues pagar la deuda, como manda la ley- contestó Botella.


En los últimos presupuestos de Botella, el 27% de los 4.388,2 millones de gasto iban destinados a pagar o amortizar deuda. En los primeros presupuestos de Carmena, sólo se ha destinado el 14%, bien es verdad que el nivel de los tipos de interés que se ha encontrado Ahoramadrid debería ser mucho más favorable. El equilibrio logrado por Botella le permitió holgura suficiente para destinar 346 millones a inversión en 2015, un capítulo que había prácticamente desaparecido por la crisis. Pablo Iglesias pretende hacer creer que ese aumento también fue un logro de Podemos.

Sin embargo, una de los grandes méritos de Botella es que redujo el déficit primario (el saldo presupuestario descontado el pago de la deuda) de la ciudad en 500 millones respecto de los presupuestos anteriores a 2012. Una buena medida de la eficacia que Iglesias se atribuye quedará de manifiesto si a comienzos de 2017, cuando conozcamos el déficit primario del ayuntamiento de Carmena, este es igual, mayor o menor que el de Botella y si su variación está justificada. Sólo entonces sabremos si son más eficaces o no. De momento, los números que hay pertenecen a otra alcaldesa.