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España apuesta 2.350 millones por el diamante sintético para chips mientras sigue sin atraer una sola fábrica de silicio

El Gobierno presenta la planta de Trujillo como “centro mundial” del nuevo sustrato semiconductor, pero la tecnología aún no está validada a escala industrial.

Más información: El Gobierno insiste en su hoja de ruta en chips pese al fiasco de la fábrica que Broadcom nunca abrirá en España

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Las claves

El Gobierno de España invertirá 752 millones de euros, dentro de un total de 2.350 millones, para impulsar la producción de diamante sintético destinado a chips de alto rendimiento en colaboración con la estadounidense Diamond Foundry.

La nueva planta en Trujillo buscará convertir a España en el mayor centro mundial de producción de diamante sintético para microchips, aunque la industria global aún está lejos de adoptar masivamente esta tecnología.

El Ejecutivo prevé un impacto económico de más de 2.150 millones en diez años y la creación de unos 500 empleos directos, pero el éxito dependerá de la demanda real de chips basados en diamante.

España sigue sin atraer grandes fábricas de silicio tras fracasos como el de Broadcom y Rapidus, quedando relegada en el sector industrial de semiconductores pese a las inversiones en investigación y centros tecnológicos.

El Gobierno ha autorizado una nueva operación del PERTE Chip que busca camuflar el fracaso de esta iniciativa, la mejor dotada de todas las que conforman los fondos europeos de recuperación tras la pandemia.

En esta ocasión, la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT) invertirá 752 millones de euros para crear una sociedad conjunta con la estadounidense Diamond Foundry (de una inversión total de 2.350 millones de euros) y ampliar su actividad en Trujillo, donde ya produce lingotes de diamante sintético.

El objetivo: transformarlos en sustratos para chips de alto rendimiento y construir una planta que, según Moncloa, convertirá a España “en el mayor centro mundial” de este material.

Como contexto, el diamante monocristalino (idéntico al natural y hoy usado sobre todo en corte de precisión y óptica) ofrece propiedades eléctricas y térmicas superiores al silicio. Sobre el papel, puede operar a altos voltajes, temperaturas extremas y frecuencias elevadas, lo que lo convierte en candidato para aplicaciones críticas en defensa, automoción o electrónica de potencia.

El problema es que la industria global aún está muy lejos de adoptar esta tecnología de forma masiva. O, dicho de otra manera: antes de convertirse en la nueva base de la microelectrónica, el diamante todavía tiene que demostrar que puede fabricarse a escala y a precios compatibles con un mercado ferozmente competitivo.

Ampliar la producción actual

La nueva planta promete ampliar la capacidad de producción actual e incorporar procesos de corte, lapeado y pulido para generar obleas completas. Pero la cuestión clave sigue siendo la misma que planea sobre toda la estrategia española en semiconductores: ¿hay demanda suficiente, validada y sostenida, para justificar estas inversiones?

El Gobierno estima que el impacto económico superará los 2.150 millones en diez años y que se crearán unos 500 empleos directos, pero esas cifras dependerán de algo mucho más prosaico que los anuncios: que los grandes fabricantes quieran, de verdad, chips basados en diamante y los compren a escala industrial.

Una luz tras muchos fracasos

El fiasco del acuerdo con Broadcom, que iba a traer una inversión de más de 1.000 millones de euros para una planta de empaquetado de microchips, supuso un golpe directo a la estrategia española: fuentes del sector señalan que la pérdida del proyecto deja a España fuera de un segmento clave y retrasa años sus aspiraciones industriales.

Otro caso fue la cancelación de la instalación de la planta de chips avanzada por Rapidus, tras negociaciones fallidas por falta de condiciones competitivas e incentivos al nivel de otros países europeos, lo que puso en evidencia la desventaja de España en la atracción de grandes fabricantes.​

De grandes anuncios, el Gobierno sólo puede atesorar el del centro de investigación IMEC, que levantará una instalación en Málaga; aunque no se trata de una planta de producción industrial con calado económico de relevancia.

En el terreno de la I+D, la apuesta por microchips sostenibles dejó un precedente con la inversión de 9,5 millones de euros en la empresa Ideaded y la inauguración de la primera planta piloto nacional. Aunque es un avance en nuevos materiales, la escala global de inversión resulta limitada y no cubre ni el 1% del mercado nacional de semiconductores.

Por su parte, las ayudas Misiones Chip, con hasta 80 millones destinados a proyectos colaborativos, han tenido baja repercusión, y muchas pymes se quejaron amargamente de la complejidad administrativa y de los retrasos en el acceso efectivo a los fondos.​