Imagen de recurso sobre innovación. Freepik
Las empresas españolas destinan el 6,7% de su facturación a innovar, pero les cuesta financiar estos esfuerzos
El 96% de las empresas ya cuenta con equipos dedicados a innovar y ocho de cada diez prevén aumentar su presupuesto en 2025. Sin embargo, la falta de talento se convierte en el principal freno.
Más información: En 2024, una de cada cuatro empresas españolas ya invertía entre el 9 y el 10% de sus ingresos anuales en innovación
A todos se nos llena la boca hablando de innovación, pero una cosa son las palabras y otra es pasar a la acción. Para dar este segundo salto se requiere algo más que discursos grandilocuentes: se necesitan ingredientes tan escasos y difíciles de encontrar como vocación, conocimiento y dinero. La financiación es la sempiterna barrera para lograr que la I+D+I encuentre su camino y se materialice en resultados tangibles.
Tras un año marcado por la cautela y la incertidumbre generalizada, las compañías han vuelto a acelerar el paso y reordenan sus prioridades en materia de I+D+I. Así queda patente en el último barómetro de la innovación de Ayming, según el cual el presupuesto medio destinado a innovación crece ligeramente, del 6,6% al 6,7% de la facturación, con el sector tecnológico a la cabeza (7,5%).
Para buenas nuevas, ocho de cada diez empresas esperan aumentar su inversión el próximo año (frente a sólo un 2% que prevé reducirla), aunque todavía un 9% de las pymes reconoce no contar con un presupuesto formal para I+D (frente al 2% de las grandes).
En cuanto a fuentes de financiación, el documento refleja un equilibrio casi idéntico al de la edición anterior. La autofinanciación continúa siendo la opción más utilizada (48%), seguida de las ayudas públicas (38%, un punto más que el año anterior) y las deducciones fiscales por I+D+I (32%, también un punto adicional). A su vez, la financiación mediante capital crece tres puntos, hasta el 40%.
Las convocatorias públicas siguen suponiendo un enorme quebradero de cabeza para muchas compañías. Y es que, pese a que el 82% de las empresas ya integra estas ayudas en su planificación -con preferencia por las nacionales (68%) y un mayor uso de las internacionales (44%)-, lo cierto es que sigue habiendo numerosas trabas para que culminen en resultados tangibles.
Y dichos obstáculos siguen siendo burocráticos: cumplir los criterios de elegibilidad (32%), detectar oportunidades adecuadas (29%) y falta de experiencia para presentar solicitudes (24%). Para ello, las compañías recurren sobre todo a despachos o asesores contables (39%) y a consultoras especializadas (28%), mientras disminuye el apoyo de las grandes firmas auditoras (9%).
Medir la innovación
El rendimiento de la innovación se mide cada vez más con parámetros empresariales, como debe ser en un ecosistema maduro y en creciente consolidación. O eso al menos querríamos todos los involucrados en estos menesteres.
El 56% de las compañías evalúa su innovación en función de ventas o ingresos generados, el 44% por la tasa de éxito de los proyectos y el 39% por la creación de propiedad intelectual. Sólo el 29% afirma no tener aún métricas claras, frente al 33% del año anterior.
También evoluciona la gobernanza de la innovación, de acuerdo al mismo informe de referencia. El 82% de las empresas dispone de una estrategia formal, y el 44% mantiene una visión a largo plazo. En el sector energético, sin embargo, la inestabilidad geopolítica ha empujado a un 48% a adoptar planes más cortos.
Además, el liderazgo de la innovación se descentraliza: los CEO pierden protagonismo (48%, frente al 53%), mientras los directores de innovación (30%) y los CFO (19%) ganan peso.
Innovar, pero no siempre en casa
El barómetro también refleja un cambio geográfico relevante: apenas la mitad de las empresas (50%) realiza sus actividades de I+D en su país de origen, frente al 77% del estudio anterior. Estados Unidos se consolida como el destino preferido (30%, desde el 24%), seguido por varios países de Europa occidental, que recuperan dinamismo: Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España y Países Bajos (dos puntos más cada uno).
Las principales razones para deslocalizar son la proximidad a nuevos mercados y clientes (35%), las oportunidades de colaboración internacional (34%) y el acceso al talento (33%), que pasa del quinto al tercer motivo.
Seguridad y defensa
Por primera vez, la seguridad nacional entra en el corazón de la estrategia empresarial. El 93% de las compañías ya la incorpora en su planificación, y el 84% evalúa los riesgos al menos cada trimestre (el 68%, de forma mensual o más frecuente). Además, el 81% afirma haber innovado en respuesta a amenazas durante los últimos cinco años, y el 79% planea aumentar su inversión en este ámbito en los próximos dos.
La ciberseguridad emerge como la principal amenaza (54%) y la mayor oportunidad (51%). El esfuerzo inversor medio se sitúa en torno al 51% de la inversión total por sector, con TIC ligeramente por encima (56%) y bienes de consumo y manufactura liderando (60%).
En el último año, las principales medidas adoptadas han sido reforzar la ciberseguridad, diversificar las cadenas de suministro, apostar por el abastecimiento local y fomentar la colaboración público-privada. Un 26% de las empresas ha desarrollado tecnologías de doble uso (civil y defensa), y el 34% identifica las alianzas público-privadas como la principal oportunidad de futuro.
En esa misma línea, el sector defensa anticipa tendencias: la innovación es su prioridad número uno (49%, frente al 33% del resto de sectores) y el 43% de las empresas asegura innovar muy eficazmente (media del 36%). Sin embargo, la presión por resultados inmediatos (48%) es su principal obstáculo. También destaca su prudencia con la IA: únicamente el 14% reporta haberla implantado (frente al 35% de media), aunque lidera la adopción de nuevas herramientas tecnológicas (47%).
Equipos de innovación propios
El tejido organizativo también se ha fortalecido: el 96% de las compañías dispone ya de un equipo específico de innovación, frente al 78% del año anterior. En el 64% de los casos, está formado por más de diez personas. Sin embargo, el obstáculo se traslada del dinero a las personas: la falta de habilidades y talento cualificado se convierte en la principal barrera para innovar (41%), superando al enfoque cortoplacista (39%). El impacto es especialmente alto en el sector energético (52%), mientras que en agroalimentario se reduce al 29%.