¿Os acordáis de los portales de internet? Esos portales que actuaban como puertas de entrada a Internet a finales de los años 90 y a principios de los 2000, ofreciendo directorios, correo electrónico, noticias y chats en un solo lugar. Sí, efectivamente, me refiero a los Yahoo, AOL, Terra… Como pasa siempre, lo que fue innovador, necesario y útil acabó desapareciendo, siendo sustituido por su evolución, por ejemplo los buscadores puros y las Apps.
Pues bien, parece que su fin también se acerca por múltiples razones, entre ellas la eclosión de la Inteligencia Artificial (IA, por si alguien no lo sabe todavía) o el nacimiento de Atlas, el navegador de OpenAI que lleva ChatGPT integrado. La verdad sea dicha, los navegadores y los buscadores también han necesitado ir evolucionando, igual que el mundo de las apps (si no estáis de acuerdo, mirad cómo eran ambos hace 5 o 10 años); y siempre he pensado que la creciente cantidad de aplicaciones que llevamos en los dispositivos inteligentes es inmanejable y que en algún momento acabaríamos teniendo una especie de portal, de agregador, que nos facilitase las cosas.
Probablemente ese facilitador sea un agente de IA, lo que se conoce como IA agéntica (Agentic AI), un concepto avanzado de inteligencia artificial. Estamos hablando de sistemas de IA que tienen un alto grado de autonomía y que son capaces de recopilar datos, percibir su entorno, razonar analizando los datos e identificando patrones, planificar para alcanzar un objetivo específico, tomar decisiones, ejecutar acciones de manera autónoma y aprender de sus experiencias para mejorar de manera continua.
La IA agéntica puede realizar tareas complejas de múltiples pasos y utilizar herramientas externas sin necesidad de una intervención humana constante. La gran diferencia es que no hay que darle prompts todo el rato, actúa de manera proactiva en lugar de simplemente reactiva; esto le permite adaptarse si las condiciones cambian y colaborar con otros agentes para resolver problemas complejos.
Si os pasa como a mí y os pica la curiosidad con asiduidad, seguro que os preguntáis por qué se llama agente, incluso cuál es el origen etimológico de la palabra en cuestión. La palabra agente proviene del latín agentem, participio presente del verbo agere, que significa: poner en movimiento, impulsar hacia adelante, hacer, realizar y mantener en movimiento. Esta raíz aparece en muchas lenguas antiguas y muestra una conexión semántica entre acción, dirección y movimiento.
Es posible que llevéis un rato preguntados qué tiene que ver esto con la transición verde y digital que da nombre a mi columna. Pues tiene mucho que ver, porque la inteligencia artificial agéntica es una herramienta muy poderosa para impulsar ambos temas por su capacidad para operar con autonomía y planificar soluciones complejas. Por ejemplo, puede transformar la gestión de recursos y la lucha contra el cambio climático al ir más allá de la mera predicción, probablemente podría haber evitado o minimizado el apagón del pasado 28 de abril. Si pensamos en la industria, la IA agéntica eleva la automatización a un nivel de autonomía completa, lo que es la base de la digitalización avanzada de la misma.
En resumen, la clave de la IA agéntica es que puede hacer que la digitalización y la sostenibilidad sean procesos continuos y autooptimizables, con lo cual deberíamos acortar plazos. Sé que es un tema que puede sonar un poco a ciencia ficción, pero hay departamentos de grandes empresas que están viendo cómo innovar con la tan de moda IA agéntica, están investigando para ver cómo prepararse para un futuro en el que los agentes de IA de los clientes interactúen de manera autónoma con los agentes de IA de sus proveedores. ¿Os lo imagináis?