Francesco Domizio, Country Manager de Aufinity en España.

Francesco Domizio, Country Manager de Aufinity en España. Aufinity

Opinión FAST & FORWARD

Pagar sin pagar: así es la silenciosa revolución de los pagos en España

Francesco Domizio
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Rondaba el año 1958 cuando comenzaron a funcionar las primeras tarjetas bancarias en el mundo. En España, su irrupción llegó en la década de los 70. Se abría una nueva era en los métodos de pago, que estaba dominada por el dinero en metálico o los cheques. Unos inicios sorprendentes, dado que un simple trozo de plástico era capaz de permitir sacar dinero en cualquier lugar, a través de los cajeros automáticos, sin necesidad de recurrir a la interacción física con los trabajadores de las entidades bancarias o de tener que limitar estas operaciones a los horarios de apertura de las oficinas.

Desde entonces, el concepto de “pagar” ha vivido una metamorfosis silenciosa pero imparable. Lo que antes implicaba un acto físico, asociado a billetes, monedas o firmas, hoy se ha transformado en una experiencia casi invisible, sin fricción, integrada en nuestro día a día. Y si bien la evolución ha sido constante, es ahora cuando los datos confirman que hemos cruzado un umbral cultural.

El último estudio publicado por Payments Europe ofrece una radiografía nítida: el 75% de los consumidores españoles utiliza la tarjeta bancaria como su método de pago principal, mientras que un 26% recurre ya a pagos digitales instantáneos, como Apple Pay, Google Pay o transferencias inmediatas. Se trata de cifras que no solo reflejan una preferencia, sino que evidencian un cambio estructural en los hábitos económicos de la ciudadanía.

Al principio fue la tarjeta. Luego, el chip. Más tarde, el contactless. Hoy, el móvil o el reloj. Y mañana… probablemente no veremos el acto de pagar en absoluto. Esta evolución apunta a una idea poderosa: la tecnología no solo cambia lo que hacemos, sino cómo lo pensamos. El pago deja de ser un gesto explícito y se convierte en algo contextual, automático, a menudo imperceptible.

Esto plantea una transformación clara: hemos pasado de lo físico/tangible a lo digitalizado. Aquel "trozo de plástico" que sorprendía en los 70 ha mutado. Hoy, muchos usuarios no recuerdan cuándo fue la última vez que usaron una tarjeta física. La llevan en el móvil, cargada en una app, lista para actuar sin necesidad de contacto ni presencia física. La digitalización ya no es una promesa; es el punto de partida.

El segundo cambio importante es que el pago ha pasado de ser un acto puntual para convertirse en un viaje completo. Pagar ya no es un momento aislado entre cliente y comercio. Es parte de un recorrido más amplio, que va desde la comparación de precios hasta la posventa. Las soluciones de pago deben entender este trayecto, integrarse sin fricciones y aportar valor más allá de la transacción.

Por último, la evolución nos enseña que ya no existe un único método que sirva para todo. El consumidor actual elige según el lugar, el momento, el importe y la conveniencia. Un mismo usuario puede preferir Bizum en una cena, contactless para el supermercado y financiación instantánea para servicios de mayor valor. El reto no está en imponer un método, sino en adaptarse a cada contexto con inteligencia y flexibilidad.

Incluso los eventos inesperados (como el apagón eléctrico en abril que afectó a millones de personas en la península) nos ofrecen señales reveladoras. No porque cuestionen la fiabilidad del sistema digital, sino porque dejan ver cuánto hemos avanzado. La reacción general no fue volver al efectivo, sino cuestionar por qué la red no estaba disponible. En otras palabras, la confianza en lo digital es ya el estándar.

Para los actores del ecosistema (bancos, fintechs, comercios, instituciones) esto implica una gran responsabilidad. El consumidor ya ha hecho su parte: ha adoptado lo digital como norma. Ahora el sistema debe responder a esa expectativa con fiabilidad, diseño y propósito.

***Francesco Domizio, Country Manager de Aufinity en España