Javier Ortiz.

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Opinión TRIBUNA

Hidrógeno verde, un iceberg de tecnología

Javier Ortiz
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Es habitual que nos quedemos viendo la punta, pero no el iceberg entero. Un compromiso tan crucial como el de un ecosistema energético más eficiente y sostenible, lleva por debajo mucha tecnología que debe hacer posible esa transición. La necesaria descarbonización requiere transformar por completo nuestro sistema energético mundial. Pero hacerlo no es tan sencillo como decirlo. Es necesario combinar tecnologías y soluciones para hacer posible esa energía limpia que nos ayude a alcanzar los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Cuando hablamos de energías limpias, y teniendo en cuenta que el 47% de las industrias del mundo no son compatibles con la electrificación, el hidrógeno verde es una de nuestras grandes bazas. De aquí al 2050, puede representar el 20% de la demanda energética mundial. Europa produjo en 2023 alrededor de 0,2 millones de toneladas de hidrógeno verde, y se ha fijado el objetivo de producir diez millones e importar otros diez más antes de 2030.

Hablamos de una fuente de energía con cero emisiones que puede ser clave en varias industrias: como combustible en los sectores del transporte marítimo y terrestre; como materia prima fundamental en industrias como la química y la siderúrgica; como fuente de calor en la industria pesada y en edificios; o para la generación flexible de electricidad. Si se produce a través de energías renovables, tenemos lo que llamamos hidrógeno verde. Pero, entonces, es sensiblemente más caro de producir.

Por ello, podríamos sumergirnos de lleno en el iceberg, en lo que no se conoce tanto. El hidrógeno es un gas que tiene la cualidad de conducir energía. El verde se produce utilizando un electrolizador, de manera que es la electricidad renovable la que divide las moléculas de agua en hidrógeno y oxígeno. Y aquí es donde entran en juego tecnologías muy sofisticadas, como las de transferencia de calor.

Debemos saber, por ejemplo, que entre el 20% y el 40% de la energía generada se pierde en forma de calor. Por lo tanto, es necesaria la refrigeración eficiente de los electrolizadores, con el fin de poder reutilizar ese calor. Por otro lado, para producir hidrógeno verde se necesitan grandes cantidades de agua de alta calidad, por lo que se precisan soluciones que permitan utilizar agua del mar y de los ríos.

Si hablamos de hidrógeno verde para el transporte, debemos tener en cuenta que, para convertirlo en un combustible eficiente y ecológico, será necesario producir pilas de combustible a gran escala y con un rendimiento térmico fiable. Y pensemos en lo importante que será un repostaje de hidrógeno eficiente y seguro si se quiere apoyar infraestructuras de transporte viables basadas en esta energía.

Pensemos también que uno de los mayores retos de la transición a energías limpias reside en su suministro. Aunque aproximadamente dos tercios del planeta viven en lugares en los que la energía solar o eólica son las más baratas, el problema de estos recursos es su intermitencia. No siempre brilla el sol ni sopla el viento justo en el momento y lugar en que los necesitamos. De ahí que el almacenamiento sea fundamental, para lo que necesitaremos soluciones nuevas, muchas de las cuales tendrán como componente esencial la transferencia de calor.

Si hablamos de la oportunidad que el hidrógeno verde supondrá para la descarbonización y la transición energética, pensemos también en la oportunidad que puede representar para España. Por nuestros recursos de sol y viento, podemos producirlo a un coste un 20% inferior al de muchos otros países de Europa. La Asociación Española de Hidrógeno tiene contabilizados 361 proyectos, en funcionamiento o en desarrollo, que suman una inversión de unos 36.370 millones de euros. Y en la última subasta puesta en marcha por la Comisión Europea sobre el Banco Europeo del Hidrógeno, ocho de los 15 proyectos seleccionados de cinco países son españoles y recibirán, en su conjunto, más de 290 millones de euros en concepto de ayudas.

Para que la apuesta sea efectiva y llegue a materializar las promesas, esas inversiones deberán ir bien encaminadas. Se trata de producir hidrógeno verde en cantidad, pero también de calidad y con la máxima eficiencia. Y para ello deberemos poner el foco no sólo en lo que se ve a primera vista, sino también en lo que hay debajo. No tanto en lo que parece rentable a corto plazo, sino en lo que va a dar frutos sostenibles. Y si dijo Isaac Newton que “lo que sabemos es una gota, lo que no sabemos es un océano”, estaremos de acuerdo en que merecerá la pena bucear en este mar para saber más y sacarle más partido al iceberg del hidrógeno.

*** Javier Ortiz, director general de Alfa Laval Iberia.