Nos hemos enterado hace poco de que cuando determinados líderes mundiales han agotado los comentarios chorra sobre las temperaturas del día o no encuentran afinidades que les permitan sostener una conversación, resulta que divagan sobre la idea de vivir para siempre. O, al menos, eso es lo que parece que quieren que creamos, para que pensemos que tampoco en la muerte acabaremos igualándonos todos. Ellos, al menos, irán por libre.

Aparentemente (no consta que hayan rodado cabezas por ello) el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, fueron sorprendidos en un desfile militar en Pekín mientras discutían la posibilidad de usar la biotecnología para alcanzar la inmortalidad.

Putin sugirió que los trasplantes de órganos repetidos podrían mantener a una persona joven para siempre. ¿Descabellado? Desafortunadamente para Putin, aunque los científicos pueden cultivar  organoides en miniatura que modelan aspectos de los tejidos humanos, la creación de órganos trasplantables de tamaño real está fuera de las capacidades actuales.

Pero, aunque así fuera, los órganos trasplantables son un recurso médico escaso. Por tanto, usarlos para sustentar la vida de un autócrata envejecido privaría a otros de trasplantes que les salvarían la vida. Aunque Putin podría estar considerando la creación de órganos de laboratorio a partir de células madre. Lo que no privaría a otros de trasplantes.

Incluso si, hipotéticamente, tuviéramos acceso a un número ilimitado de órganos de reemplazo, el envejecimiento erosiona la resiliencia de nuestro cuerpo. Esto haría cada vez más improbable la recuperación de repetidos trasplantes, que son operaciones importantes. La prueba es la erosión que parece padecer el cerebro trasplantado de Putin y Trump.

Nuestros cerebros envejecidos representan un obstáculo aún mayor. Podemos reemplazar un riñón o un hígado sin que ello suponga una amenaza para nuestra identidad. Pero no podemos reemplazar nuestros cerebros. Quienquiera que habitara nuestros cuerpos después de un trasplante cerebral no seríamos nosotros.

Vamos a lo seguro y científicamente probado, como nos gusta hacer en el Nanoclub de Levi. Los científicos han prolongado las vidas de animales de laboratorio como monos, ratones y moscas de la fruta a través de medicamentos, alteraciones genéticas, cambios en la dieta y reprogramación celular (revertir algunas de las células del cuerpo a un estado más joven).

Nada sugiere que el envejecimiento humano sea exclusivamente inmodificable. En 2024, Putin lanzó un proyecto con financiación pública para combatir el envejecimiento. ¿Podría Rusia lograr el avance científico necesario? Quizás, aunque la mayoría de los científicos a los que consulto tienen dudas, dada la frágil infraestructura de investigación de Rusia.

Pero Putin no es el único que financia la investigación sobre la longevidad. Los avances podrían provenir de otras fuentes, incluyendo, potencialmente, importantes inversiones en biotecnologías ligadas al antienvejecimiento por parte de multimillonarios occidentales.

Ya sean presidentes autoritarios o multimillonarios de Silicon Valley, es fácil burlarse de la preocupación de las élites ricas por prolongar la vida. Dicen que la muerte es la gran igualadora; que nos alcanza a todos. Por eso es más que comprensible que desconfiemos de quienes quieren superarla. Aunque sin que por ello desacreditemos los beneficios que la investigación antienvejecimiento podría tener.

El sentido común nos dicta que, dado que el envejecimiento aumenta el riesgo de casi todas las enfermedades importantes, ralentizarlo podría mejorar la salud de las personas a cualquier edad. Por ejemplo, en afecciones cardíacas, cáncer o demencia. Aunque es probable que no sea esto en lo que estén concentrados Putin y Xi.

Muchos de nosotros tememos a la muerte. Como gusta decir ahora: obvio y normal. La muerte nos priva de todos los bienes de la vida, mientras que la perspectiva de morir puede ser aterradora.

Tampoco es sospechoso desear una esperanza de vida superior a la natural. La preocupación ética más grave acerca de la prolongación de la vida es que podría dar lugar a un estancamiento social. Pero, pongamos un ejemplo que tomamos prestado: si Taylor Swift sigue liderando las listas en 2089, muchos músicos se quedarán atrás. Y nosotros nos perderemos la oportunidad de disfrutar de la evolución de la música pop.

¿Podemos imaginar una Rusia aún gobernada por Putin en 2150? Un Putin de 200 años ya no es joven. Aun así, la perspectiva de autócratas eternos debería hacernos reflexionar. Si logramos prolongar drásticamente la esperanza de vida, tendremos que encontrar la manera de evitar que las sociedades se vuelvan tan estáticas como algunas de las élites que las dirigen. Y, por favor, volvamos a la idea de que la muerte nos iguala. Es fundamento democrático.