Las andanadas de Donald Trump para ir desmantelando las relaciones transatlánticas (también esto) parecen haber revitalizado, aunque sea casi imperceptiblemente, la lucha de la Unión Europea por liberarse de su excesiva dependencia de Washington.

La base para poder hacerlo es la vasta red de acuerdos y de ayuda que conecta a la UE con más de 70 países distintos a los EEUU. La gran pregunta es si la Unión podría convertirse en un importante actor global independiente e incluso prosperar en un mundo multipolar. Pero primero tal vez debería abandonar sus visiones eurocéntricas, sus políticas complacientes y el doble o triple rasero que suele aplicar en sus relaciones.

Los presagios son realmente contradictorios. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea ve posible una "nueva UE" capaz de moldear activamente un orden mundial diferente. Ha reconocido que Occidente, tal como lo conocíamos, "ya no existe". Y, de momento, la UE debe adaptarse a un sistema global más complejo. El problema es que Europa todavía cree que "sus problemas son los problemas del mundo, pero los problemas del mundo no son los problemas de Europa".

Entre los líderes y jefes de Estado, el presidente francés, Emmanuel Macron, defiende una "autonomía estratégica" europea. Y el nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, aunque un firme atlantista, afirma que Europa debe recuperar su independencia de Estados Unidos.

Más allá de Francia y Alemania, es difícil encontrar liderazgos claros. Y menos defensores de esa a nueva UE, "independiente". Países como Italia, Hungría, Polonia y los tres Estados bálticos, aún anhelan vivir bajo la protección estadounidense.

En el sur global están indignados. Consideran que la UE mantiene una actitud colonial de superioridad tan arraigada que se traduce en una especie de caridad condescendiente y altruismo. La UE sigue apegada a las normas del comercio global, tiene una economía que registra un crecimiento moderado y un mercado interior único atractivo y dinámico. Es el momento oportuno para mejorar las relaciones de la UE con el sur global, pero las antiguas normas de interacción requieren una revisión urgente.

Von der Leyen afirma que el mundo se está preparando para encontrar oportunidades de negocio seguras con una Europa que respete el Estado de derecho, mientras Trump siembra el caos en los mercados globales. Pero no puede evitar que sus discursos suenen a sermón y a discursos con aires de superioridad.

Tras años de negociaciones, las perspectivas de nuevos acuerdos de libre comercio de la UE con Indonesia, Malasia, Tailandia e India parecen prometedoras. La UE, por ejemplo, ha cerrado o está buscando acuerdos cruciales sobre materias primas con países ricos en recursos como Ruanda, Namibia y la República Democrática del Congo. Europa necesita proteger su transición verde y digital, pero estos acuerdos corren el riesgo de convertirse en poco más que apropiaciones neocoloniales de recursos: no es de extrañar que Indonesia y algunos países africanos se resistan .

Desde que Trump desmanteló USAID, la Agencia para la Ayuda al Desarrollo, los activistas europeos también luchan por mantener la financiación de la UE para las naciones más frágiles del mundo. Pero ¿qué esperanza hay cuando los gobiernos de la UE, como Francia y Alemania, están recortando drásticamente sus presupuestos de desarrollo?

Mientras continúan los esfuerzos para limitar la migración hacia la fortaleza europea en todas sus duras manifestaciones, la estrategia de la UE de recurrir a caudillos vecinos a sueldo para disuadir el cruce de migrantes está provocando graves conflictos raciales.

La UE también podría mostrar más determinación ante los duros ataques de Trump a las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión. En muchos sentidos, Trump ofrece una oportunidad a los responsables políticos europeos. Ahora tienen la oportunidad de revisar algunas de las políticas más atroces de la UE y reinventar verdaderamente el bloque como una presencia creíble y relevante en el escenario global.

Posiblemente, una mayor colaboración de la UE con el sur global podría contribuir a la estabilidad geopolítica de un mundo inestable. Además, ofrecería una alternativa convincente a la distopía de Trump. Pero requerirá algo más que la retórica y las ilusiones de Von der Leyen. Y menos sermones.