¡Gracias a todas las miles de personas que han visionado mi última columna, '¿Coches de origen vegetal 'made in Spain'?'! Ha batido todos los récords de audiencia de Convergencia Digital ESG. Probablemente recordáis que dicha columna terminaba así: deseo que tengan más suerte que Martin Eberhard y Marc Tarpenning, padres de Tesla, y que no sean engullidos por algún gigante de la financiación o de la automoción.

Lo que ha pasado en las últimas semanas en Twitter me ha hecho volver a pensar en la importancia de la S de Social, en las dificultades asociadas a ser coherentes y en no parecer hipócritas.

Sabemos que la preocupación de los inversores por los problemas sociales y medioambientales ha aumentado exponencialmente, aunque este interés se centra casi exclusivamente en la relación entre las decisiones de una empresa y su propio desempeño financiero.

No debemos olvidar que existen una serie de factores sociales que pueden afectar al desempeño financiero de las empresas, normalmente vinculados a su capacidad para lidiar con las tendencias sociales, laborales y políticas. Leyendo un artículo de S&P Global veo que enumeran varias preguntas para identificar desafíos a corto y a largo plazo en este campo e identifico dos que me parecen especialmente relevantes en este contexto: 

¿Cómo pueden los requisitos y la composición de la fuerza laboral de una empresa presentar problemas para la organización en el futuro? Las huelgas o las protestas de los consumidores pueden afectar directamente la rentabilidad de una empresa al crear una escasez de empleados cualificados o una controversia que daña la reputación de una corporación.

¿Qué cambios demográficos futuros  o de consumo podrían reducir el mercado de los productos o servicios de una empresa? 

Nos dicen que los inversores sostenibles intentarán minimizar el riesgo que los factores sociales representan para los rendimientos. Lo que no creo que tengan en cuenta es que en el caso de Twitter los criterios usados por el señor Musk y sus socios capitalistas no siguen criterios muy normales, ni muy alineados con las tendencias de la sociedad actual.

Es más, parece que tienden a olvidarse que la regulación no es igual en todo el mundo y que en EEUU la protección de los trabajadores es bastante más relajada que en Europa, por ejemplo.

Sabemos que la frontera entre la genialidad y la locura es muy fina. En el caso del Twitter actual me da la impresión de que algunas personas, que viven en un mundo irreal para la inmensa mayoría de los habitantes de la tierra, han decidido organizar una mascarada para su amigo amante de la libertad de expresión y del periodismo ciudadano… (nótese el tono cínico).

Sea como sea, tengo muchas dudas de que en esta ocasión pase como en las antiguas mascaradas que celebraban un cambio de gobernante y terminaban con un retablo de felicidad y concordia.

Hoy quiero terminar con las palabras de Luke Zaleski, de Condé Nast, que decía: "Este obsceno glotón y matón controla quizá la combinación más poderosa de riqueza y alcance mediático de la historia de la humanidad. Y le echa la culpa a las llamadas élites".

No sé cuál es la mejor alternativa para que las cosas vuelvan al camino del sentido común, ni para que la empresa consiga alcanzar todo el potencial que se le presupone, pero sí sé que no quiero ser cómplice.

Me gusta el eslogan de Patagonia, ANSWER WITH ACTION, así que considerando que no soy CBS News voy a dejar de usar Twitter hasta nueva orden. Seguro que a ellos les da igual, pero a mí no porque me gusta ser coherente y porque cada gota cuenta.