
Ramón Martínez, Premio Nacional de Investigación 'Juan de la Cierva' 2024
"La ciencia ha de llevarse hasta el final": el investigador español que crea nanopartículas contra el cáncer y la contaminación
El Premio Nacional de Investigación 'Juan de la Cierva' 2024, Ramón Martínez, ha desarrollado dispositivos de liberación controlada y sensores moleculares capaces de detectar enfermedades, patógenos y compuestos tóxicos.
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El interés de Ramón Martínez Máñez (Valencia, 1963) por la química empezó temprano y de forma natural -su padre también era químico-. “De pequeño siempre quise entender por qué funcionaban las cosas y descubrí que la química es una gran herramienta para responder a esas preguntas”, recuerda el investigador durante la conversación que mantiene con DISRUPTORES-EL ESPAÑOL.
Varias décadas después, su pasión por descubrir el funcionamiento de la materia le ha llevado a diseñar nanopartículas y sondas moleculares aplicadas a campos tan diversos como la salud, la agricultura y el medioambiente.
Su trayectoria le ha valido numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Rey Jaime I de Nuevas Tecnologías (2018) y, más recientemente, el Premio Nacional de Investigación “Juan de la Cierva” 2024, en la modalidad de Química. El jurado ha destacado su “impacto científico y de transferencia” en el campo de la nanotecnología, con innovaciones como sistemas de liberación controlada de fármacos y sensores para detectar drogas, patógenos o compuestos químicos nocivos.
Martínez Máñez se licenció en Ciencias Químicas por la Universidad de Valencia en 1986 y obtuvo el doctorado en 1990. A lo largo de su formación, completó distintas estancias en las universidades de Parma, Oxford y Cambridge. “Salir fuera te abre la mente y te permite ver cómo trabajan en otros lugares. No es que en España no se investigue bien, pero es muy enriquecedor conocer otros laboratorios y otras metodologías”, matiza.
Después regresó a su Valencia natal para iniciar un largo recorrido en la Universitat Politècnica de València (UPV), desde donde mantiene la entrevista con este medio por videoconferencia.
Hoy es catedrático de Química Inorgánica y director del Instituto Interuniversitario de Reconocimiento Molecular y Desarrollo Tecnológico (IDM), un centro mixto entre la Universidad de Valencia y la Politécnica que integra a varios grupos de investigación.
Además, coordina el Área de Nanomedicina en el Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER-BBN), donde se potencia la colaboración de más de 40 instituciones en toda España.
El reto de montar un grupo de investigación
Cuando Martínez Máñez habla de sus inicios en la UPV, lo hace con cierta nostalgia. “Empezamos literalmente sin nada: sin dinero, sin prácticamente laboratorio. Pero con trabajo y ganas, al final vas consiguiendo proyectos y financiación, y terminas levantando un equipo sólido”. Ese equipo hoy lo forman más de 50 personas, entre personal investigador, estudiantes de doctorado y postdoctorado.
El IDM se ha convertido en su base de operaciones para lo que califica como “una investigación muy multidisciplinar”. El grupo comenzó desarrollando sensores electroquímicos, pero con el paso del tiempo fue redirigiéndose hacia sistemas de liberación controlada y sensores de color y fluorescencia, aplicables en campos tan distintos como la medicina, la agroalimentación o el medioambiente.
“La base es la misma: crear nanopartículas capaces de liberar sustancias cuando reciben un estímulo o diseñar sondas que cambien de color si detectan un compuesto peligroso. Luego adaptamos esa tecnología según la aplicación, que puede ser combatir bacterias en un cultivo, detectar marcadores de cáncer o identificar patógenos en muestras de agua”, enumera.
Su equipo trabaja con objetos que se mueven en la escala de los 100 nanómetros, “el tamaño aproximado de un virus", apunta. A esta escala se producen fenómenos únicos que hacen posible, por ejemplo, encapsular fármacos en “puertas moleculares” y liberarlos solo cuando se dan ciertas condiciones químicas o físicas.
"Es difícil que lo que funciona en el laboratorio se convierta en un producto competitivo, falta tejido industrial y más incentivos para la transferencia"
“La aplicación en medicina es muy prometedora, pero también tenemos proyectos de liberación controlada en agricultura. Podemos, por ejemplo, diseñar nanopartículas que se activen ante determinado PH o enzimas para liberar un biocida en un cultivo y no malgastar producto”, detalla.
Igual de diversos son sus proyectos de sensores moleculares. “Hemos sacado adelante trabajos para cuantificar mercurio, explosivos o patógenos. Son sistemas en los que, si el sensor halla la molécula diana, se produce un cambio de color o fluorescencia muy visible”.
El salto fuera del laboratorio
La transferencia de todo este conocimiento a la sociedad es un punto clave en la trayectoria de Martínez Máñez. Su grupo, además de publicar en revistas científicas y patentar sus avances, ha creado varias spin-off para llevar sus desarrollos al mercado.
Una de ellas se centra en eliminar células senescentes (implicadas en el envejecimiento y ciertas patologías); otra en la detección rápida de drogas, y una tercera trabaja en liberar sustancias antimicrobianas en el ámbito agroalimentario.
"Patentar es un primer paso, pero no es suficiente si no lo licencias o desarrollas un producto real"
“Montar una spin-off es complejo. Nos movemos en un terreno que los investigadores no solemos conocer: plan de negocio, búsqueda de inversores, normativa… Afortunadamente, la UPV intenta fomentar la creación de empresas”, afirma.
Preguntado por las mayores trabas de la ciencia en España, Martínez Máñez hace referencia a la financiación y los procesos administrativos. “Para tener proyectos, tienes que escribir continuamente propuestas y justificar cada gasto, a veces con exceso de burocracia. Además, es difícil que lo que funciona en el laboratorio se convierta en un producto competitivo. Falta tejido industrial y más incentivos para la transferencia”, lamenta.
Estas dificultades, sin embargo, no le han quitado las ganas de seguir apostando por la colaboración con empresas: “Investigar con fondos públicos conlleva una responsabilidad. Lo que descubramos debería llegar a la sociedad. Patentar es un primer paso, pero no es suficiente si no lo licencias o desarrollas un producto real”.
Aun así, defiende con ahínco el papel de la universidad en la formación de nuevos investigadores. “Nosotros tenemos gente joven que empieza la tesis, postdocs internacionales… Es un reto porque las condiciones no siempre son las mejores, pero es fundamental para garantizar el futuro de la ciencia española”.
Terapia génica, aplicaciones médicas y sensores
El IDM trabaja ahora en ampliar las posibilidades de sus nanopartículas. “Estamos explorando la terapia génica, pensando en cómo encapsular y liberar ARN o ADN de forma específica. Y mantenemos las líneas de trabajo con el cáncer y la senescencia, que ya están avanzadas”, explica.
Otra vía es la colaboración con hospitales y con otras unidades de la UPV dedicadas a modelos celulares y animales, para afinar la eficacia de los sistemas de liberación y detectar biomarcadores de interés clínico. “Nos interesa todo el ciclo de la nanotecnología, desde la idea inicial hasta la posible transferencia”.
"Investigar es preguntarnos el porqué de las cosas y buscar soluciones con creatividad y rigor"
Para Ramón Martínez Máñez, el Premio Nacional de Investigación “Juan de la Cierva” supone “un gran aliciente” para todo su equipo, formado tras años de esfuerzo. “Empezamos con muy poco, pero con ganas de descubrir cosas nuevas. El premio reconoce todo ese trabajo colectivo y nos anima a seguir creando conocimiento que se traduzca en beneficios reales para la sociedad”, concluye.
Lo dice con serenidad, sabiendo que en ciencia, cada paso adelante cuesta meses o incluso años de ensayos fallidos. Y, sin embargo, mantiene intacta la curiosidad que le llevó a estudiar química.“A fin de cuentas, la investigación es eso: preguntarnos el porqué de las cosas y buscar soluciones con creatividad y rigor”, sentencia.