Una máxima de esas que se cumplen en todo momento, lugar y circunstancia es que los dispositivos físicos de la era digital pasan inexorablemente por un proceso llamado 'commoditización'. En castellano contante y sonante, el trámite por el que toda clase de equipos electrónicos va perdiendo valor según se van popularizando, produciéndose en economías de escala mayores y dejando a un lado su diferencial en el mercado.

Este fenómeno ha ocurrido con los ordenadores personales. Con las impresoras, escáneres, televisores o cámaras. También con los smartphones, algo indispensable en nuestras vidas modernas. O con las telecomunicaciones, tanto fijas como móviles: en todos esos casos, el precio unitario ha ido cayendo de forma drástica con el tiempo, hasta convertirse en algo rutinario. Como lo es el agua potable o la electricidad (o lo era, al menos, hasta la guerra de Ucrania).

Una situación que no sólo afecta a los dispositivos de consumo, sino también a los equipos del ámbito empresarial, incluidos aquellos que conforman la espina dorsal de la economía digital. Por ejemplo, los servidores que procesan las ingentes cargas de trabajo en los centros de datos hace unos años eran los grandes protagonistas de la innovación; hoy apenas son un objeto necesario pero al que apenas se presta atención.

¿Recuerdan las guerras a cuenta de Itanium, el procesador que montaban algunos fabricantes de servidores y que desató las furias entre la extinta HP y Oracle? Yo al menos sí recuerdo esos tiempos. También aquellos momentos en que este tipo de empresas multiplicaban los anuncios y vanagloriaban las especificaciones de sus productos ante un mercado en gran disputa.

Pero ¿en qué queda todo ahora? ¿Qué sucede cuando un segmento de tecnologías se vuelve una 'commodity'? Esta semana publicaba en este mismo medio una entrevista con Ricardo Labarga, máximo directivo de Dell en España, en la que también aproveché la ocasión para preguntarle por este asunto. Un tema quizás no demasiado comentado, pero esencial para entender la evolución y la madurez misma de la industria.

"Hay una parte de 'commoditización', efectivamente. Pero en estas situaciones hay que pensar si preferimos queremos abordar mercados como el de los servidores o del almacenamiento por la vía de bajar los precios y vender más o seguir integrando innovaciones y valor añadido", enunciaba el ejecutivo.

Cómo devolver la magia y ese extra que justifique un margen de beneficios sostenido en una categoría en declive es la gran incógnita. Labarga apuesta por rodear estos equipos de capas y capas adicionales en las que sí encontramos un gran recorrido de crecimiento, como la ciberseguridad. Dicho de otro modo, asumir la muerte por el éxito de estos equipos y crear un nuevo concepto de producto que sí recupere la esencia perdida. Así una y otra vez.