Analizar las implicaciones sociales de la innovación es siempre tarea ardua y trae consigo múltiples variables a veces confusas. Sin ir más lejos, hace unas semanas planteábamos en este mismo espacio el potencial negativo de las transformaciones tecnológicas en la desigualdad de género en el ámbito laboral. Pero de lo que no hay duda es que, en una escala amplia, la evolución técnica suele traer consigo beneficios sustanciales para la humanidad en su conjunto.

Hablemos de la automatización. Durante mucho tiempo se han sucedido los debates sobre si la llegada de la robótica a los entornos industriales (e incluso a profesiones de cuello blanco) afectará a estos puestos de trabajo. Mucho se ha hablado sobre si los camioneros verán abocados a la desaparición sus quehaceres actuales. Y, en parte, estos temores están bien fundados: la automatización eliminará muchos puestos de trabajo basados en tareas repetitivas o sin un especial valor añadido.

Podría parecer algo negativo, pero de nuevo, la simpleza a la hora de trazar reflexiones nos puede llevar a concluir en falso cualquier debate. No es ninguna novedad que multitud de expertos y analistas han planteado la mejora general de salarios y de cualificación que traerá consigo esta revolución tecnológica, tras el pertinente (y duro, no lo neguemos) período de adaptación.

Ahora tenemos más pruebas que respaldan esta hipótesis. Los investigadores Daron Acemoglu (MIT) y Pacual Restrepo (Universidad de Boston) están desarrollando un paper en el que se documenta cómo esta clase de transiciones ya han sido provechosas en el pasado, concretamente en las últimas cuatro décadas -consideradas todavía como los anales de la historia de la robotización.

Ambos documentan que entre el 50% y el 70% de los cambios en la estructura salarial en Estados Unidos se deben a la rápida automatización experimentada por su tejido productivo. Una modificación de la tabla de nóminas que se materializa en una disminución relativa de los salarios de los grupos de trabajadores dedicados a las ya mentadas tareas rutinarias... y desplazando a ciertos grupos de trabajadores hacia empleos para los que tienen una ventaja comparativa.

De nuevo, todo depende del prisma con el que se mire. Esta situación ha provocado el aumento "considerable" de la desigualdad salarial en los EEUU y otros países industrializados desde 1980.

"Mientras que los salarios reales de los trabajadores con posgrado aumentaron, los salarios reales de los de baja educación cayeron o permanecieron estancados. Los ingresos reales de los hombres sin un título de secundaria son ahora un 15% inferiores respecto a hace cuatro décadas", indican los autores.

¿Debemos considerar entonces a la automatización como un enemigo del progreso social? ¿Podríamos plantearnos una suerte de neuoludismo que proteja a esos empleados de poca cualificación, los más expuestos a los cambios tecnológicos y que parten además de la situación más frágil del panorama laboral? Es obvio que ambas preguntas pueden resultar retóricas, puesto que poner puertas al campo se ha demostrado inútil en cualquier momento de la historia.

Lo que sí es más útil es constatar que necesitamos medidas de protección, reconversión laboral, formación y recursos para actualizar a las personas en este difícil contexto hacia profesiones con más futuro, ese que garantice no sólo la viabilidad de su puesto de trabajo sino también un mayor salario y mejores condiciones de vida.