El proceso de transformación digital de una empresa debe ser "un traje a medida". Y, como tal, debe estar bien planificado y bien ejecutado. Esta idea con la que titulo y arranco esta columna se la escuche recientemente a Luis Abad, consejero delegado de Capgemini España, durante una entrevista que mantuve con él para este periódico.  

Y viene a confirmar algo que no es un secreto para aquellos que trabajan en el mundo de la digitalización: no existe una única receta mágica que garantice el éxito de un proyecto de digitalización. Si la hubiera, lo más probable es que no estuviéramos hablando del tema en esta columna.

Hablar de transformación digital puede sonar ya incluso antiguo. Y hasta aburrido. Hace ya muchos años que la digitalización forma parte del discurso empresarial y gubernamental, pero lo cierto es que la pandemia de la Covid-19 lo ha convertido en algo prácticamente omnipresente, rivalizando con la ya también tristemente manida sostenibilidad. 

Pero que nos estemos casando de escuchar hablar de ambos aspectos, no quiere decir que estos términos hayan perdido su relevancia. Lejos de ello, es probable que todavía convengan tenerlos muy presentes porque, en ambos casos, estás muy lejos de haber llegado a la meta. Y probablemente no lleguemos nunca. 

Esto es uno de los motivos que hace que sea tan importante que el traje que vestirán las empresas y las entidades para digitalizarse esté hecho a medida. En cada momento de vida de una empresa, las necesidades que tiene son distintas. Algo que también se aplica a su proceso de digitalización.

Y es que no necesita lo mismo una empresa en el momento de su fundación o cuando esta circunscrita a un mercado local, que cuando está lista para emprender su internacionalización o para gestionar unos volúmenes de negocio o empleados más elevados. Y para cada momento, existe una solución o una tecnología que le va a ayudar a superar con éxito esa fase de su desarrollo.

Y al igual que no hay dos cuerpos iguales, tampoco hay dos empresas iguales. Y no sólo por su tamaño, sino por el sector con el que operan. No puede seguir la misma estrategia de digitalización un banco, una constructora, un despacho de abogados o una peluquería. 

Precisamente, un informe reciente de la asociación profesional del sector de las peluquerías Stanpa alertaba de que un 53% de los salones aún no están digitalizados y siguen arraigados en un concepto tradicional del negocio. Puede parecer algo lejano para ellos, pero cualquier empresa de cualquier sector puede sacar sin duda beneficios de su digitalización.

En este contexto, reviste especial importancia el sastre que se encargue de confeccionar ese traje. Las empresas más grandes tienen los suyos propios, pero cada vez más recurren a ayuda externa para aquellos servicios en los que la colaboración se ha vuelto esencial a la hora de abordar con éxito un proceso en el que un paso en falso puede tener consecuencias fatales. 

Si embargo, es cierto que no todas las empresas se pueden permitir un sastre. Y ahí entra a jugar el kit digital, del que ya hemos hablado en esta columna en alguna que otra ocasión (y muchas en D+I). En definitiva, se trata de poner a disposición de las pequeñas y medianas empresas (pymes) de este país alguien que les diseñe el proyecto de digitalización que más se ajuste a sus necesidades.

Vale que no será un traje exactamente a medida, pero probablemente los diferentes productos y soluciones a los que pueden acceder las beneficiarias de las ayudas, y que pueden configurar con la colaboración de los agentes digitalizadores, sean más que suficientes para ellas. Y si después se dan cuentan de requieren ir más allá, será señal de que el kit digital ha cumplido su función.

El apoyo financiero que el Gobierno presta a las pymes gracias a los fondos europeos es un elemento también clave en el proceso de digitalización. Y el hecho de que los agentes digitalizadores ayuden a canalizarlo correctamente para evitar que las empresas gasten las ayudas por gastar en soluciones que realmente no necesitan, un acierto.

Todas las inversiones que realizan las empresas deben estar bien planificadas y meditadas y dirigidas a lograr una empresa más eficiente, más rentable y más competitiva. Y las relativas a la digitalización también. Seas una gran empresa o una pyme.

Probablemente la gran mayoría de empresas son ya conscientes de la importancia de ser certero a la hora de decidir cómo invertir sus recursos. Más si cabe en un contexto como el actual en el que vientos en contra como la elevada inflación, la incertidumbre macroeconómica o los problemas de suministro amenazan los balances de las empresas.

Lejos han quedado los tiempos de digitalizar por digitalizar, de pasarse al cloud porque estaba de moda o de llenar una empresa o una fábrica de tecnologías que luego no se iban a usar.

Por suerte, parece que el riesgo de acabar siendo como el protagonista del cuento 'El traje nuevo del emperador' de Hans Christian Andersen y dejarse embaucar por estafadores que se aprovechen de tu afán por querer tener el mejor traje digital (que no realmente no necesitas) parece que ya ha quedado atrás.