“En un bosque se bifurcaron dos caminos, y yo tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia". Robert Lee Frost, el poeta ganador de cuatro premios Pulitzer, demostraba tener claro que la mejor forma de alcanzar la meta puede no pasar por el sendero más directo ni el mejor iluminado: en ocasiones ir contracorriente constituye la clave del éxito.

Sigamos con el paralelismo, si me permiten la licencia, para entender algunas claves de la industria de los semiconductores y los recientes movimientos que están poniendo patas arribas este -antaño- poco lustroso sector. 

El primero de nuestros peatones en liza es Nvidia, compañía dominante absoluta en chips gráficos (GPU) y que ha estado pugnando desde septiembre de 2020 por controlar ARM, a su vez el mayor diseñador y licenciador de propiedad intelectual en semiconductores. La arquitectura ARM -usada en la inmensa mayoría de smartphones e incluso en ordenadores como los Mac de Apple- bien valía los 40.000 millones de dólares que Nvidia estaba dispuesta a pagar por esta enseña. 

Ambas compañías ostentaban una posición de liderazgo inapelable. Y ambas se encontraban en un particular momento dulce: Nvidia en récords absolutos de ingresos y facturación gracias al auge de las GPU en el minado de criptomonedas y la sutil recuperación del mercado de PC que trajo consigo la pandemia; ARM sin contendiente a la vista en una industria cada vez más atractiva y congregada. Las dos firmas han creado su propio sendero y la unión de ambas las coloca en el camino más directo, más lógico y más interesante de todos... pero también el más transitado. 

¿Cuál fue el resultado? Pavor de los reguladores que acabó por echar por tierra la ansiada compra. Tanto tránsito provocaba preocupación ante una concentración excesiva en un negocio esencial para el futuro de la era digital. Soplo de aire fresco para Intel y AMD.

Pongamos ahora nuestras miras sobre el segundo de los peatones: AMD. Casi al mismo tiempo que Nvidia se echaba andar con ARM, la compañía que dirige Lisa Su hacía pública la adquisición de Xilinx por 35.000 millones de dólares.... que han acabado siendo 49.000 millones al pagarse con las acciones revalorizadas de AMD.

Huelga decir que cualquier comparación sobre el reconocimiento de marca entre Xilinx y ARM es ridícula, pero bajo esta denominación poca conocida encontramos a una de las mayores firmas de chips reprogramables y computación adaptativa: esos elementos esenciales no sólo para que funcionen los centros de datos, sino también para sectores críticos como la defensa o las telecomunicaciones. 

Quizás sea por lo ingrato de este nicho en particular, quizás sea por puro analfabetismo digital o por el motivo que sea, nadie puso trabas a la decisión de AMD de optar por un camino no obvio a primera vista (diversificarse hacia lides paralelas de la industria de los semiconductores) pero que le permite consolidarse en segmentos mucho menos transitados, pero de enorme valor económico: Solo un dato: con esta operación, la más cara de la historia de esta industria, AMD aumentará su mercado potencial de los 80.000 millones actuales a más de 135.000 millones de dólares.

Y si AMD cerraba esta semana esta jugosa compra, Intel tomaba el relevo con la adquisición de Tower Semiconductors. El gigante de los procesadores ha valorado a esta empresa israelí en 5.400 millones de dólares y su principal intención con este movimiento es reforzar su capacidad de fabricar chips de 'marca blanca' para terceras empresas.

Pero no podemos obviar que Tower Semiconductors es especialista en muchos nichos de mercado en los que Intel no era fuerte: radiofrecuencia, energía o sensores industriales. De nuevo, áreas no demasiado atractivas pero que constituyen una diversificación natural hacia vías de menor tránsito pero con las que ganar margen de beneficios y respirar aire fresco. Algo esencial para un coloso como Intel, que no vive sus mejores momentos pero sigue aspirando a ese rol de 'compañero inseparable' de nuestras vidas digitales.

Tres caminantes, uno que optó por dejarse llevar por la luz y dos que buscaron la diferenciación -por estrategia o por necesidad- en lo taciturno. Y unos resultados de esas excursiones que demuestran lo acertado que estaba Robert Lee Frost al elegir el sendero menos transitado...