Durante mi etapa como parte del equipo de Disruptores e Innovadores he podido constatar la voluntad que existe en España por impulsar la transformación digital del país. Un compromiso que comparten tanto actores públicos como privados y en el que el consenso y la voluntad de trabajar todos a una parecen garantizados.

A diferencia de lo bronca que puede llegar a ser, por ejemplo, una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados o en el Senado, en las comisiones de los asuntos relacionados con la digitalización, las telecomunicaciones o la ciencia impera un entorno colaborativo y constructivo.

Lo mismo ocurre en el ámbito privado, donde cada vez hay más foros e iniciativas dedicados a abordar las oportunidades que la transformación digital genera para cualquier sector de la economía o, incluso, los beneficios que tendría impulsar el propio ecosistema digital en España. 

Si hay una palabra que se ha repetido incesantemente en los últimos tiempos es la de colaboración, ya sea entre administraciones, entre empresas o entre el sector público y privado. Y no están faltos de razón, ya que en un mundo que cambia a una velocidad de vértigo, nadie puede avanzar y sobrevivir sólo. 

Ante el reto que supone gestionar la enorme cantidad de fondos que recibirá España en el marco de los fondos europeos Next Generation, el Gobierno ha querido contar con la opinión de los que serán los destinatarios de las ayudas para diseñar los proyectos y conseguir sacar el máximo partido posible al dinero procedente de Europa.

Una herramienta fundamental para lograrlo han sido las numerosas manifestaciones de interés y consultas públicas que se han convocado en los últimos meses sobre muchos de los planes y las reformas que quiere acometer el Ejecutivo en el corto y medio plazo. 

Entre las últimas, por ejemplo, las puestas en marcha por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital para identificar propuestas sobre la aplicación de la inteligencia artificial en la neurotecnología o la que concluye este mismo lunes sobre el Programa Nacional de Algoritmos Verdes.

Unas opiniones que se han tenido en cuenta a la hora de presentar los planes definitivos, como fue el caso de la subasta de espectro en la banda de 700 MHz para el 5G, o como ocurrirá en la Ley de Startups, cuyo texto definitivo espera el sector emprendedor con mucha expectación para antes de que termine este 2021.

Pese a todo este buen clima, al debate en el entorno digital se le ha sumado en los últimos tiempos una nueva palabra, en boca ya de todos los actores: ejecución. Los planes están bien encarrilados, la voluntad de trabajar es más que evidente y el dinero europeo ya ha comenzado a llegar. 

Sin embargo, todo el esfuerzo realizado por el sector público y el sector privado no servirá de nada si no se consiguen ejecutar con éxito los planes y las medidas que con tanto detalle, interés y diálogo se han estado preparando en los últimos meses.

Y España tampoco se lo puede permitir. En un mundo cada vez más globalizado, más digital y más cambiante, el país tiene que dar ese salto que le permita estar en el grupo de cabeza de la transformación. Como se suele decir, dejar de ser básicamente un país consumidor para ser una economía productora y creadora. 

Evidentemente, para competir con los grandes gigantes digitales como China y Estados Unidos, España debe ir de la mano de sus socios europeos. Hay aprovechar esa voluntad de transformación y liderazgo que el Viejo Continente ha demostrado en los últimos meses. 

Es triste que haya tenido que venir una pandemia como la de la covid-19 para hacer despertar a Europa del letargo y el bucle en el que se encontraba, más pendiente de sí misma que de lo que estaba ocurriendo en todo el mundo. Pero igual de grave sería comprobar que no ha aprendido la lección.

Se ha demostrado que cuando Europa hace algo unida, tiene una fortaleza única y capacidad de liderazgo. Y lo mismo se puede decir de España. Ejecutemos ahora todas esas ideas y todos esos planes que se han puesto sobre la mesa. Y ejecutémoslos juntos, países, administraciones, empresas y ciudadanos.

Siempre he estado entre las personas que están convencidas de que la digitalización hará que nuestra economía y nuestra sociedad sean mejores en el futuro. Pero esto no ocurrirá de forma espontanea. La tecnología necesita personas detrás que garanticen que su aplicación se hace en positivo: mejorando la vida de los ciudadanos y no dejando a nadie atrás.

Por ello, insisto, pasemos del interés compartido entre todos por hacer de España un líder digital y convirtamos en realidad todos los objetivos y las metas que tan inteligentemente nos hemos marcado como país. En definitiva, es el momento de la ejecución.