En otoño de 1886 un joven ingeniero holandés, que trabajaba en los astilleros de Glasgow, leyó en la extinta revista El Electricista un artículo sobre un nuevo invento: la bombilla eléctrica, que estaba revolucionando la sociedad y la industria. Dicha lectura despertó su interés por esta nueva tecnología, lo que llevó a estudiar y profundizar en la transmisión de energía y la luz eléctrica y a participar en un grupo de investigadores de la Universidad de Glasgow, liderado por gran físico William Thompson, más recordado por la historia como Lord Kelvin (sí, el de los grados Kelvin, entre otras muchas cosas).

Movido por la curiosidad y el interés por esta nueva tecnología trabajó con varios fabricantes de lámparas incandescentes, primero en Londres y posteriormente en Berlín, donde conoció a Emil Rathenau, fundador de AEG, empresa que tenía la patente de Thomas Alva Edison.

En 1887, este ingeniero, tras cinco años de estudios e investigación y de haber adquirido una muy buena experiencia empresarial, desarrolló su propio método de fabricación para el complejo proceso de fabricación de las lámparas incandescentes y funda, con 33 años, una pequeña empresa familiar, a la que dio su apellido. Este ingeniero, investigador, innovador y empresario es Gerard Philips.

Esa pequeña empresa familiar, lo que hoy denominamos pyme, se convirtió en pocos años en una gran multinacional líder en su sector, con cientos de miles de patentes y cientos de miles de empleados. Esto lo consiguió gracias a la combinación de innovación aplicada a las necesidades de la sociedad y a una magnífica gestión empresarial.

He puesto este ejemplo porque lo conozco bien. Empecé a trabajar en Philips casi 100 años después de su fundación, pero el espíritu de su fundador seguía intacto y la apuesta por la innovación, la excelencia en la gestión empresarial y el cuidado de sus empleados seguía latente.

Como este ejemplo hay muchos y muy recientes en España y en todo el mundo, y lo que tenemos que hacer es aprender de ellos.

La innovación forma parte de la esencia del ser humano, es lo que nos caracteriza, desde nuestro origen no hemos parado de innovar nunca y lo seguiremos haciendo siempre. Gracias a la innovación seguimos existiendo como especie.

Es el momento de innovar para afrontar los nuevos y grandes retos a los que nos enfrentamos, que son muchos y de mucha envergadura, como el demográfico. Según Naciones Unidas en 1950, la población mundial era de 2.540 millones de personas; hoy somos 7.790 millones. En tan solo 70 años hemos triplicado el número de personas que habitamos el planeta, pero si lo comparamos con la población en 1.800, que era de 980 millones, hemos multiplicado esta cifra por ocho.

Pero no solo aumenta la población de forma exponencial, sino también aumenta nuestro consumo y los efectos negativos de los residuos que generamos directa e indirectamente.

La población seguirá creciendo y se estima llegará a 11.000 millones en el año 2100. Necesitamos innovar de forma urgente, para optimizar los recursos del planeta y la gestión de los residuos.

Otro de los grandes retos a los que nos enfrentamos, con el crecimiento de la población y la concentración en grandes ciudades, es la lucha por reducir las brechas sociales y geográficas, a las que también tenemos que buscar solución a través de la innovación consiguiendo un reparto más equilibrado de recursos.

La innovación está relacionada directamente con la creación de empleo de calidad y bienestar social. Las empresas que más crecen, no son las que más innovan, sino que, las que más innovan, son las que más crecen.

En España la inversión en I+D+I fue del 1,25%, muy inferior la media europea (2,18%) y muy lejos de los países líderes en I+D+I como Israel con un 4,9% o Corea del Sur con 4,5%. Si queremos mantener nuestro estado de bienestar tenemos que aumentar nuestra inversión, al menos al nivel europeo.

El gobierno acaba de anunciar una inversión de 3.380 millones de inversión para el desarrollo del sistema de ciencia e innovación, lo cual sin duda es una muy buena noticia. Ahora el reto es conseguir que todos, empresas, universidades, centros de innovación y Administraciones Públicas trabajemos juntos, con los mismos objetivos, en la misma dirección, de forma coordinada, sin complejos, sin prejuicios y orientados a las necesidades de la sociedad y el mercado.

No se trata de innovar por innovar: se trata de innovar para crear, crear soluciones que respondan a los retos de la sociedad actual. Esto dicho así parece sencillo y de sentido común, pero la realidad es muy distinta.

No hay tiempo que perder. Es el momento de que todos los actores de la Innovación aunemos fuerzas y trabajemos unidos.

Estos días se celebra en Málaga el Foro Transfiere, principal encuentro de I+D+I del sur de Europa, para compartir conocimiento científico y tecnológico, promover la innovación y conectar ciencia y empresa. Es una gran oportunidad para debatir la transferencia de conocimientos entre los diferentes actores de innovación y conseguir que España tenga una posición de liderazgo, aprovechando al máximo la gran oportunidad que nos ofrecen los Fondos que Europa dedicará a la Innovación en Digitalización y Sostenibilidad.

Gerard Philips en 1891, apostó por la innovación y combinó lo mejor de la Universidad y lo mejor de la empresa y gracias a eso, generó cientos de miles de patentes, puestos de trabajo y una empresa que, 130 años después sigue existiendo e innovando.

*** Francisco Hortigüela es director general de Ametic.