La relación que tenemos con el tiempo es tremendamente subjetiva. Pero si hay algo en lo que todos coincidimos es que el pasado, presente y futuro se entrelazan de forma extraordinaria. Aunque Albert Einstein defendía que "el tiempo es una ilusión", queda claro que no es posible entender lo actual sin entender la historia y no es posible actuar en el hoy sin vislumbrar el mañana que queremos.

Friedrich Nietzsche decía que "el futuro influye tanto en el presente como en el pasado". Y Frank Sinatra creía que "sin tiempo no hay futuro, pero con tiempo puedes perderte el presente".  Por ello es tan importante saber de dónde venimos y hacia dónde vamos para saber el porqué nos movemos siquiera.

¿Me he levantado filosófico de más esta mañana? Quizás, no se lo voy a discutir. Pero la reflexión no es baladí y guarda relación directa con el evento que ha copado todos los titulares esta semana: el Consumer Electronics Show (CES 2021).

Esta feria contaba con numerosos detalles que se reproducían año tras año hasta configurar una simbología propia, una atmósfera particular. El ruido de los casinos de Las Vegas resulta entre atronador y adictivo. Las riadas de gente entrando y saliendo de los hoteles y pabellones eran solo comparables al de otros eventos de gran calibre como el Mobile World Congress o el Openworld de Oracle. Las míticas fiestas que sucedían a cada jornada del evento, los encuentros con directivos en cualquier Starbucks (he llegado a hacer una entrevista en las escaleras del T-Mobile Arena)...

Son muchos los recuerdos del CES, son muchos los pormenores recurrentes que caracterizan a esta feria. Sin embargo, hay algo que sobrepasa al imaginario personal y que es compartido por sus cientos de miles de asistentes cada curso: es el lugar donde se anticipa lo que está por llegar.

Desde 1967, con el CES celebrándose en Nueva York, hasta este 2021 (con su primera edición completamente virtual), son muchas las innovaciones disruptivas que vieron la luz en este incomparable marco. En 1981, Sony presentó la primera cámara de video personal, la Betacam. Algunos de los primeros ordenadores, como Atari o Commodore, también usaron esta feria para comenzar su particular camino. Incluso Microsoft presentó su primera XBOX en el CES allá por 2001. Lo mismo sucedió con los televisores OLED y un largo etcétera de tecnologías.

En las últimas ediciones, conforme la electrónica de consumo daba paso a tendencias más generalistas (como la automoción o el márketing digital) e incluso ligadas al ámbito profesional (computación cuántica, ciberseguridad, inteligencia artificial son ya conceptos habituales en esta arena), la feria comenzaba a trazar ese futuro de la sociedad y la economía a cinco, diez o veinte años vista.

Hablo en pasado, con propiedad. El CES de este 2021 se preveía como una de las ediciones más pragmáticas de su dilatada historia. Según la RAE, el pragmatismo "busca las consecuencias prácticas del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor para la vida". No era difícil anticipar este giro de los acontecimientos: la pandemia de la Covid-19 obliga a reinventar no sólo el formato del evento, sino también los propósitos más profundos de la misma.

¿Qué sentido tiene hablar de robots futuristas cuando la gente está enfermando y muriendo de forma masiva? ¿Cómo hablar de Big Data cuando apenas conseguimos contabilizar cuántas personas están infectadas? Resulta obvio que la tecnología, más que nunca, necesitaba alinearse con los retos ingentes que enfrentamos como sociedad (por no mencionar otros desafíos casi olvidados, como el cambio climático).

El problema con este planteamiento más utilitarista de la tecnología (en la edición de este año han destacado los proyectos de cuidado de la salud) es que corremos el riesgo de centrarnos demasiado en el pasado -la pandemia- y el presente -cómo sobrevivir a ella-, pero perder el foco en el futuro. Antes hacíamos planes para el mes, el año e incluso para un lustro. Ahora tenemos suficiente con cubrir el expediente del día siguiente.

En el CES 2021 apenas hemos escuchado alusiones a ese ilusionante futuro dominado por lo digital. Si exceptuamos los coches autónomos, el resto de las ponencias y mesas redondas han estado ligadas a la crisis sanitaria, el inevitable contexto político y el rol de las 'big tech' en nuestros días. Temas de extraordinaria relevancia, sí, pero sin bagaje técnico a una década vista.

El escritor británico Graham Greene afirmaba que el mañana "es sólo un adverbio de tiempo". Puede que sea cierto. Sin embargo, pensar en el mañana es fundamental para tener esa hoja de ruta que nos permita recorrer el nada sencillo camino de la innovación. Y si no es en el CES, ¿dónde será?