La Antigua Roma nos ha dejado un legado impresionante a las sociedades que sucedimos al primer gran Estado de la historia. Su idioma, el latín, es base fundamental de muchas de las lenguas actuales, las romances, incluyendo el castellano. Su sistema de leyes, desde las 'doce tablas' hasta el código de Justiniano, es clave para entender el derecho en nuestros días. Por no hablar de la arquitectura y la ingeniería, donde los saltos de gigante que llevó a cabo la sociedad romana abrieron las puertas a muchos de los desarrollos que hoy tenemos.

Pero hay otro legado, más abstracto, que también ha ido perdurando y ampliando su concepción con el paso de los siglos. Hablo de una figura de poder, la que concierne a los triunviratos. Dicen que tres son multitud, pero en esta fórmula son precisamente tres los que alían entre sí para gobernar, para ostentar el bastón de mando. Y fue en la Roma Antigua donde exploraron esta vía alternativa de gestión, por duplicado además: un primer triunvirato formado por Julio César, Cneo Pompeyo Magno y Marco Licino Craso; un segundo protagonizado por Marco Antonio, Marco Emilio Lépido y Octavio.

Estos triunviratos no acabaron bien y la historia es bien conocida por todos. Pero a pesar de estos traspiés en los anales de la historia, la figura del triunvirato ha ido reproduciéndose de manera constante en campos que van mucho más allá del poder político. Incluso en el poder económico y tecnológico.

Centrando los tiros en lo que nos ocupa, los triunviratos han sido una manera muy sencilla de entender las figuras de dominio tecnológico en el sector digital.

Avancemos hasta los años 90. En aquellos momentos, en que comenzaba la numinosa aventura de internet, tres nombres se repartían el juego: Yahoo, Microsoft y Google. En el software empresarial, tres multinacionales replicaron el triunvirato: Oracle, SAP e IBM. Hasta los operadores de telecomunicaciones suelen ir históricamente en grupos de tres: Telefónica, Vodafone y Orange en nuestro país

Saltemos hasta este milenio, con el despegue de la nube pública. El ascenso a los cielos no ha sido óbice para que los triunviratos perduren, con tres grandes actores que dominan este particular vodevil: Amazon Web Services, Microsoft y Google. Siempre tres nombres que calcan este modelo ola tras ola de innovación, al margen de lo catártica que sea la transformación de fondo a la que nos refiramos.

En todos los casos anteriores, y con excepciones puntuales como la de Yahoo, los triunviratos no sólo han funcionado como estructura de poder, sino que perviven hasta la actualidad. Inalterables al paso del tiempo, a la competencia y a las disrupciones paralelas, sin que nadie ponga en solfa su hegemonía. Lo que vemos, por el contrario, es la suma de un triunvirato a otro, una adición de tríos empresariales que se suman a los anteriores para ir conformando el tejido de 'fuerzas vivas' de la industria tecnológica.

¿Cuál será el siguiente triunvirato? Sacar la bola de cristal es, en ocasiones, un dislate. Pero no es nada descabellado pensar en tres empresas cuya pujanza reciente, en un segmento de actividad de nuevo cuño, cuyo despertar puede elevarlas a lo que podríamos acuñar como el Panteón de los Dioses Digitales.

De la Roma Antigua nos moveríamos a las entrañas de las infraestructuras TIC, a los corazones de los despliegues en la nube y el desarrollo de aplicaciones modernas. Un triunvirato que ocuparía una capa horizontal y transversal a todos los pilares anteriores, complementaria y al mismo tiempo amplificadora de su potencial actual.

Son tres nombres no demasiado manidos hasta ahora, pero de los que cada vez vamos oyendo hablar más. Y con razón de ser. Apunten en su libreta y guarden en las hemerotecas: Snowflake (creada en 2012, con el foco en la nueva generación de bases de datos y 'data warehouses'), ServiceNow (datada en 2003, con la gestión de flujos de desarrollo como principal actividad y que está viviendo su particular momento estelar tras fichar a Bill McDermott, exCEO de SAP) y Nutanix (de 2009, líder en la cada vez más imprescindible pata de la hiperconvergencia en entornos multicloud y los despliegues 'on premise' de antaño).