He pasado casi la mitad de mi vida escribiendo sobre empresas y ahora analizando estrategias de digitalización y modelos de negocio de startups. Y en el fondo creo que me sigue gustando porque me obsesiona el mismo objetivo que el primer día: buscar dónde está la clave del éxito. Cada empresa, cada proyecto, cada emprendedor, ha triunfado de una forma diferente. No hay un método.

Pero cuando encuentro a los más grandes demostrando que su secreto está en lo más sencillo, esos modelos me atraen especialmente. La evidencia siempre sorprende más que la sofisticación. Porque crear un éxito de algo que está al alcance de todos es una gran genialidad.

En este repaso-resumen de la semana de D+I que trato de actualizarles cada domingo, me han gustado las reflexiones del gurú mundial de Amazon Web Services, Jeff Barr, a quien entrevistó el viernes Noelia Hernández para D+I.

Imagínense por un momento la siguiente escena: En el consejo de administración de una firma del Ibex o de cualquier mediana empresa familiar una persona, que ostenta el cargo de (ya de por sí difícil) de evangelista, se pone en pie. Y en medio de la reunión del órgano de administración explica lo siguiente: “Cuando aprendemos algo nuevo, lo compartimos. Es una oportunidad para que la gente experimente con ello, escucharles y seguir mejorando, en lugar de guardárnoslo para nosotros durante más de uno o dos años sabiendo que contamos con servicios y características que los clientes pueden necesitar”.   

Sin embargo, las del entrecomillado son palabras literales de Barr sobre el espíritu de Amazon, que ahora explora negocios en temas tan diversos como los aviones supersónicos, los semiconductores o las farmacéuticas. El gurú del área de la nube de este gigante dice que en realidad no tienen departamento de I+D al uso, que en Amazon Web Services el “I+D se basa en la escucha y la conversación con los clientes y en construir aquello que les ayuda a satisfacer sus necesidades”. Lo complejo, basado en lo sencillo. ¿Genialidad?

Escuchar, conversar con los clientes y satisfacerles con productos basados en avances tecnológicos es, en realidad, una empresa en la que toda ella es un sencillo pero fructífero departamento de I+D. Amazon es eso, un gigante abierto de forma permanente a la cocreación, a esa innovación en abierto que siempre avanza más rápido que la copia de la competencia, a la que se teme con celo en una firma analógica. La pregunta es evidente: ¿Podemos transformar a nuestras empresas clásicas en algo así? ¿O es necesario crear entidades nuevas desde cero para poder trabajar compartiendo los avances en lugar de guardárnoslos con celo?

Uber, sin embargo, esta semana es la cruz. Protagoniza eso que el primer día dijimos del encuentro entre la tecnología y la cruda realidad. La firma vende su división de coches autónomos y drones y se concentra en el reparto de comida rápida y el vehículo compartido. Su cruda realidad es que pese a su expansión, todavía no ha entrado en beneficios y los problemas le surgen allá donde va con la regulación de sus en teoría riders autónomos o el conflicto con los taxis. Además del accidente que provocó su prueba de coche autónomo. La moraleja es que cuanto más pegado esté un negocio digital a la legislación y a los tradicionales derechos y obligaciones analógicos, menos podrá expandirse. Su clave del éxito está limitada por esa realidad en la que también debemos ser disruptores. Funcionarios, políticos y agentes sociales deben vivir una verdadera inmersión digital.

Donde no parece existir techo es en el negocio de las videollamadas. Si la semana pasada Salesforce compraba Slack por 24 veces su precio en libros, ahora es Cisco quien anuncia el refuerzo de su Webex, con traducción en tiempo real en 10 idiomas, entre ellos el castellano. Comentan desde Cisco que hoy en día lo que más puede impactar en el PIB mundial son las herramientas de comunicación. Y seguramente sea cierto.

Aunque la influencia de la tecnología va por barrios. La evidencia es el análisis que hacía el martes Elena Arrieta con la scale-up argentina Veritran. Europa es hoy, sin duda, el mejor laboratorio fintech del mundo en el que se está reinventando la banca con tecnología. Pero quizás no sea su mejor mercado. Donde tienen un gran recorrido estos nuevos actores de madre financiera y padre tecnológico, es en Sudamérica y entre la banca mediana de EEUU.

El caso de buena parte de los países del sur de América es paradigmático. Quienes más han impulsado a las fintech han sido los propios bancos centrales, porque tienen una doble misión: la de generar competencia en las comisiones y tipos de interés bancarios y, sobre todo, la tarea de la inclusión financiera. En muchos países han pasado de no tener costumbre de domiciliar la nómina en un banco a, directamente, tener el banco en su mano con el smartphone. Las startups fintech les están haciendo saltar unos cuantos años de historia financiera y permiten a los gobiernos tener más control y cobrar impuestos a más ciudadanos, porque ya están dentro del sistema. ¡Qué paradojas nos trae la digitalización!

Como paradoja no deja de ser ese camino en paralelo de las dos patronales de la digitalización en España. Ametic y DigitalES, que aglutinan a casi todas las tecnológicas, startups, consultoras, corporates en fase de digitalización y operadores. Probablemente las diferencias sean más de matices que de esencia, de intereses particulares de negocio. Porque ambas defienden en el fondo lo mismo: la necesidad del salto digital.

D+I les ha dado voz a ambas esta semana. Pedro Mier, el presidente de Ametic, exponía el jueves algo parecido a nuestra visión de los últimos días: “El plan digital está bien enfocado, pero nos la jugamos en su ejecución”. La duda que tenemos todos, Ametic también, es si vamos a saber gestionar los fondos de la UE y si los destinaremos a lo que hay que destinarlos de verdad. Si no fuera por lo vivido….

En DigitalES ha habido un cambio en la dirección general esta semana, Víctor Calvo Sotelo sustituye a Alicia Richart. La patronal es un verdadero lobby andante, ha presentado 110 enmiendas al Congreso y ha colado el 60%. La directora saliente, que nos hacía su balance el miércoles, pedía una rebaja de la presión fiscal para quienes tienen que desplegar el 5G, acorde con el resto de países europeos. Estamos 7 puntos por encima… No es cuestión de poner plomo en las alas a quienes tienen que volar para que el resto de la digitalización se conecte.

Y mientras nos debatimos en estos temas mundanos, continúa el festival de ideas y proyectos de startups, investigadores y centros tecnológicos, que alegran el ánimo en plena pandemia. Desde las ecografías en remoto para facilitar la fecundación in vitro (Juana Crespo), al barco autónomo para salvar vidas en la playa (de la valenciana Proteus Innovation) o al primer generador eólico para Marte (del centro vasco Tekniker).

Pero de todas, esta semana me quedo con el proyecto europeo Fractal, que lidera Ikerlan, el centro tecnológico de Mondragón. Investigan un sistema que, combinando varias tecnologías, permite que las máquinas se autodiagnostiquen sus propios fallos y se reparen a sí mismas sin intervención humana. ¿Se imaginan?… ¿Y por qué no?