Una inmensa línea de murallas y fortificaciones protegió al Imperio chino durante siglos. La Gran Muralla China es una de las líneas defensivas más extensas y longevas de toda la historia. Desde 1987 es considerada Patrimonio Mundial de la UNESCO y su primer tramo se edificó en el siglo VIII a.C., a la vez que Grecia celebraba sus primeras olimpiadas y comenzaba a renacer después de la Edad Oscura

Trescientos años antes de que Roma fuera un imperio y fortificase su frontera en el limes de Britannia, al otro lado del mundo, el primer Imperio chino unificado del autoproclamado primer emperador, Qin Shi (221-210 a. C.) decidió conectar los diversos tramos de muralla existentes para proteger su reino de los nómadas que siglos después amenazaría Europa: los avezados jinetes de las estepas mongolas.

Durante una excavación en el oeste de Badaling, cerca de Pekín, los investigadores descubrieron restos de cereales, un menaje de cocina, ollas, sartenes, palas, tijeras e incluso juegos de mesa con los que la guarnición mataba el aburrimiento en aquel lejano confín del mundo, según informó la Televisión central de China (CCTV).

Soldados de caballería de la dinastía Ming representados en el 'Chu Jing Tu' (1368-1644) Wikimedia Commons

Estos últimos hallazgos realizados por los arqueólogos, permiten conocer como era el día a día de su guarnición en los tiempos de la dinastía Ming (1368-1644), último periodo en el que la mastodóntica fortificación estuvo activa hasta ser burlada por los manchúes que fundaron la dinastía Qing (1644-1912).

En estos momentos finales de la vida de la Gran Muralla, en torno al siglo XVI, nacía a orillas del coreano río Yalu y, contando sus ramales secundarios, se extendía por más de 21.000 km hasta morir en el desierto del Gobi.

Vida cotidiana

Estos descubrimientos documentados en los restos de viviendas cerca de la atalaya 64 se unen al hallazgo de varias chimeneas, fogones y cocinas para la tropa. “Los fogones indican que esta zona era extremadamente fría durante la dinastía Ming, por lo que la presencia de tropas estacionadas durante el invierno implica que había una fuerte necesidad defensiva”, explicó Yu Haikuan, el subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural del distrito de Yanqing.

La historia oficial de la Gran Muralla se recoge en interminables archivos que recogen fechas de construcción, escaramuzas, generales, etc. Es raro que estos documentos se entretengan en asuntos mundanos sobre cómo era la vida cotidiana de la masa anónima de soldados que defendió sus almenas de las hordas enemigas. Estos últimos hallazgos resultan “cruciales” para Yu debido a que permiten conocer parte de la vida de estos soldados.  

En 2022, siguiendo la muralla hasta una posición defensiva cerca de la ciudad de Dazhuangke, las investigaciones pudieron documentar restos carbonizados de arroz, mijo y pimienta, arrojando luz sobre la dieta de estos soldados que dedicaron su vida a la defensa del imperio.

La guarnición hacía interminables y gélidas guardias vigilando la inmensidad de Asia por lo que, una vez finalizada aquella incómoda tarea, mataban las horas y se relajaban jugando algunas partidas junto al tablero de “cinco en raya” localizado en la excavación. Chen Mingjie, director de la Oficina de Patrimonio Cultural de Pekín, destacó que este tipo de objetos “no está documentado en los archivos históricos tradicionales” de la Muralla y enriquecen el conocimiento sobre la célebre construcción defensiva.

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Desde el año 2021, las autoridades de Pekín han invertido en un plan pionero que combina arqueología y restauración para conservar varios tramos de la Muralla. Esta doble acción de investigación y rehabilitación está arrojando interesantes resultados sobre este tramo de la fortificación, considerado uno de los más complejos debido a sus edificaciones y características geológicas.

Gracias al empleo de tecnología tradicional para la reconstrucción y elaboración de ladrillos, el equipo responsable de estos últimos descubrimientos está pudiendo conocer algunos de los problemas estructurales a los que tuvieron que hacer frente hace siglos sus primeros arquitectos. A esta intervención integral se suman los análisis de carbono-14 que han podido datar la construcción del tramo de Mapaoquan entre los siglos VI y VII d.C.