Acudían los jefes de Estado y de Gobierno a la cumbre telemática del Consejo Europeo sabiendo que saldrían de ella sin acuerdo. No sólo eran las posiciones -mucho más que alejadas, enfrentadas- de unos y otros, sino la seguridad compartida de que hasta que no se vean las caras en persona dentro de un mes no había ninguna intención de acordar.

Ni siquiera de discutir con sinceridad. "No habrá pacto, bajo ningún concepto, ni siquiera aunque las posiciones fuesen cercanas lo habría", explicaba una alta fuente de las instituciones europeas a EL ESPAÑOL. "Hasta la cumbre presencial de julio no se dirán lo que piensan, porque en las citas telemáticas nadie se fía de quién está escuchando".

A ése nivel ha llegado ya la desconfianza de los líderes europeos entre sí. Desde la explosión de la crisis sanitaria del Covid-19, las reuniones del Consejo se han celebrado de manera telemática. Han sido cinco, cuatro de ellas extraordinarias: el 10, el 17 y el 26 de marzo, en pleno rally de contagios y muertes; el 23 de abril, cuando ya se habían habilitado fondos extraordinarios, todas las baterías de compra de deuda soberana por parte del BCE... y los países frugales ya pedían parar el gasto.

Pedro Sánchez, ante su pantalla, en el Consejo Europeo del 19 de junio.

Entonces, la discusión -y el "no" absoluto- eran "los coronabonos", dos meses después, este viernes 19 de junio, la propuesta acordada por Alemania y Francia que, días después, hizo suya -mejorándola- la Comisión. Y que el Parlamento atornilló este jueves con la carta conjunta de los líderes de Populares, Socialistas, Liberales y la Izquierda Unitaria.

Aquel 10 de marzo

Aquel 10 de marzo, en el primer Consejo centrado en el coronavirus, España aún no había descubierto la que se le venía encima cuando Pedro Sánchez fue convocado a una cumbre extraordinaria en la tarde noche del 10 de marzo, aquel martes en que había encadenado ya un Consejo de Ministros y una cumbre de la OCDE sobre la epidemia vírica.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, comparece ante la prensa el 10 de marzo en Moncloa. ADP

Compareció ya de noche ante los periodistas con la cara demudada y algún goterón de sudor frío. Allí, la última vez que se vio de frente con los periodistas hasta hace una semana, Sánchez prometió "hacer lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta". Pero aún no sabía qué, entre otras cosas porque él mismo confesaba que tras su cita con la OCDE había sabido que "de nuevo", se estaban recalculando -de nuevo en dos días- las previsiones de crecimiento. ¿Al alza? "No, claro".

No tenía una sola decisión que anunciar, más que la convocatoria de un Consejo extraordinario para ese jueves -hubo otro más el sábado, porque hizo falta declarar el estado de alarma al que él se resistía-. Y sugirió, eso sí, que dejaría la derogación de la reforma laboral para más delante y acabó ofreciendo "otros Presupuestos para luchar contra esta emergencia sanitaria y económica". Y prometió que, para ello, atenderá "las propuestas de la oposición".

Otros tiempos

No ha sido así, al menos de eso se lamenta el Partido Popular, que este viernes filtraba a los medios el ejemplo de cuando el líder de la oposición era Alfredo Pérez Rubalcaba y el presidente Mariano Rajoy. "Acudía a las cumbres solicitando, y obteniendo, el respaldo del PSOE".

Y es que si no sefían unos de otros en España, ¿cómo lo van a hacer en Europa? "Los frugales, Dinamarca, Suecia, Holanda y Austria, no tienen interés en que el acuerdo salga como plantea la Comisión y exige el Parlamento Euriopeo", explica la fuente. ¿Ni siquiera por miedo a que dos economías tan grandes como España e Italia se hundan? "No, ellos no nos ven como parte de una unidad, nos ven como un mercado... una extensión del suyo. Lo que pasará es que sus empresas, y las alemanas irán a comprar empresas españolas".

Y de ahí que al sentarse delante de la pantalla con los otros 26 líderes europeos, Sánchez supiera que era una cita más bien inútil. Nadie iba a confesar sus verdaderas intenciones. "Esas reuniones siempre han sido presenciales, se cierra la puerta y se habla a calzón quitado", explica otra fuente europea. "No es lo mismo enfadarte con alguien a la cara y poder hacer un aparte, que solo y en la frialdad de tu despacho, con el sonido de lata de los traductores de por medio" ¿No se fían? "Es tan fácil que algo se filtre..."

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