Cuando Albert Rivera atendió a los medios de comunicación en la plaza de Colón, ondeaban tras él varias banderas LGTBI. Una imagen que exasperó a algunos rostros visibles del colectivo en Madrid. Jesús Generelo y Toni Poveda, ambos expresidentes de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (Felgtb), lamentaron que las enseñas arcoíris acompañaran a quienes les "retirarían los derechos fundamentales si pudieran".

Pablo Sarrión trabaja en el equipo de comunicación de Ciudadanos. También acude a manifestaciones en favor de los derechos del colectivo LGTBI. El pasado domingo unió dos banderas que le representan por igual: la española y la del arcoíris. Reconoce haber sido increpado durante la marcha.

Cuando solía manifestarse en Cataluña, sus amigos le decían que tuviera cuidado. En Madrid le ocurre lo mismo. "Pero nunca me ha pasado nada ni en un sitio ni en otro", relata en sus redes sociales. Su presencia en Colón levantó ampollas en dos direcciones. No gustó a algunos de los "homófobos" presentes en la marcha ni tampoco a quienes le acusaron de "politizar" la bandera LGTBI.

En el texto que sigue, redactado para EL ESPAÑOL, Sarrión recoge lo vivido el domingo, explica los motivos que le hicieron salir a la calle y llama a "defender sin complejos" al colectivo LGTBI.

Han pasado 24 horas desde que decidí publicar una foto en la calle Génova el pasado domingo ondeando la bandera LGTBI. Nunca imaginé que esa imagen tomada con el móvil de una amiga generaría tanta controversia. Ese día decidí asistir de forma voluntaria a la manifestación convocada en favor de la unidad de España para pedirle a Pedro Sánchez que convoque elecciones ya. La decisión de llevar esa bandera fue de forma natural. Tan natural que tuve que recurrir al palo de la fregona porque no tenía otro en casa.

Junto a la bandera española y europea, la bandera del arcoíris es la que mejor me representa como ciudadano español. Por eso decidí acudir a Colón con ella. Sus seis colores representan valores como la tolerancia, la libertad y la igualdad; tan bien recogidos todos ellos en nuestra Constitución.

Unos valores que no son patrimonio de ningún partido político sino de la sociedad española en su conjunto. Una sociedad que en 2005 decidió legalizar el matrimonio homosexual situando a España a la cabeza de los países más avanzados del mundo en lo que se refiere a los derechos civiles. Hoy, 14 años después, algunos cuestionan ese derecho y quieren convertirnos de nuevo en ciudadanos de segunda o tercera.

Sin embargo, en lugar de quedarme ese día en casa resignado, decidí salir a la calle a decirle a Sánchez que deje de conceder prebendas a sus socios separatistas al mismo tiempo que les dejaba bien claro a los asistentes a esa manifestación que no vamos a dar ni un paso atrás en derechos civiles si logramos echar a Sánchez de La Moncloa.

Este mensaje no parecieron entenderlo todos. Solo unos cuantos. Tanto es así que algunos de los que eran mis compañeros LGTBI hace 24 horas ahora me consideran en las redes sociales un “traidor”, un “facha maricón” o incluso “un cáncer para el colectivo”. Mientras que por el otro lado, me han llamado “maricón de mierda” o incluso consideran que “atento contra la familia”. 

A todos ellos les invito a hacer la siguiente reflexión. Ni la bandera del arcoíris ni la bandera rojigualda dan cabida a vuestros insultos. Unos insultos, por cierto, que no comparten cientos de chicos y chicas que me escriben para darme las gracias por haberles “representado” en esa manifestación. Y es por ellos por los que voy a seguir alzando la voz y ondeando la bandera LGTBI allí donde considere que los valores que representa están en riesgo, como también hacen otras muchas personas LGTBI, algunas de las cuales estuvieron presentes el domingo en Colón.

Que les quede claro tanto a unos como a otros. ¿Qué hubiera sido de los derechos civiles en EE.UU si Rosa Parks se hubiera levantado sin rechistar de su asiento de aquel autobús o del voto femenino en España si Clara Campoamor no se hubiera enfrentado a sus compañeras de hemiciclo hace 87 años? Yo, al igual que ellas, salvando todas las distancias, con mucha humildad pero sin ningún complejo, he decidido rechistar y enfrentarme a los marcos establecidos.

La bandera de España y la del arcoíris me acompañan en mi día a día. Las llevo anudadas en mi muñeca desde que me fui a vivir a Cataluña porque, como dije anteriormente, ni son patrimonio de una formación política ni las voy a esconder allí donde se cuestiona su presencia. Empecé a hacerlo con tan solo 18 años y no voy a dejar de hacerlo ahora.

Ni en Cataluña tuve miedo de llevar la bandera de España en la mano ni tampoco lo tuve el domingo con mi bandera LGTBI en la Plaza de Colón. Los que realmente tienen miedo son aquellos partidos políticos que durante todos estos años han patrimonializado estas banderas para sacar su propio rédito electoral. Ahora se han encontrado con una generación que no entiende de ejes ideológicos sino que mira hacia el futuro y reniega de los debates del siglo XX. Esos son los que realmente tienen miedo.

Durante el día de ayer tuve sentimientos encontrados. Recibí insultos tanto de un lado como del otro e, incluso, me bloquearon algunos amigos en mis redes sociales (ahora sé que no eran tan amigos). Pero, como he comentado antes, también recibí cientos de mensajes invitándome a seguir luchando por romper los marcos establecidos. Y lo haré. Eso sí, siempre desde el respeto. La lucha por los derechos y libertades civiles no se defiende desde el desprecio hacia el que piensa distinto dentro de tu propia causa. No lo olvidemos. Juntos somos más fuertes.

Y si hay algo en lo que todos vamos a estar de acuerdo es en la defensa de nuestra Constitución y de sus valores. Una Constitución que cumple 40 años y que ha permitido que disfrutemos del período más próspero y de mayores avances sociales que ha tenido España. Unámonos todos los constitucionalistas en torno a ella y dejemos de ponernos etiquetas. Miremos más hacia el centro, olvidemos los debates del siglo pasado y sigamos defendiendo los derechos conquistados y, sobre todo, los que quedan por conquistar. Ni un paso atrás, españoles.

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