María Iglesias, escritora.

María Iglesias, escritora. EE Sevilla

Andalucía

María Iglesias: "En patera sólo llegan al año a Europa unos 300.000 magrebíes y subsaharianos"

La escritora publica Puro empeño, su último libro, donde aborda la cuestión de la migración desde un punto de vista nuevo.

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Su obra periodística y narrativa ha girado mucho en torno a la migración y los derechos humanos. ¿Qué fue lo que te impulsó a elegir estos temas de forma tan recurrente en tu escritura?

Sin ser premeditado, tiene sentido. Mi primer libro, Lazos de humo (Planeta, 2011) era una novela histórica, cuyo protagonista estaba inspirado por mi bisabuelo, que, a final del s. XIX, pasó de niño vaquero en una aldea cántabra a vendedor de carbón, en su adolescencia en Cádiz, y luego abogado de causas justas en Sevilla. En las entrevistas sobre la novela fueron otros periodistas quienes me descubrieron que era la historia de un inmigrante. Es curioso que sólo consideramos “inmigrante” a otros mientras a nosotros mismos y nuestros seres queridos nos vemos sólo como “gente en busca de mejores trabajos y vidas”.

Mi compromiso con los derechos humanos y la legalidad, aprendido de mis padres, antifranquistas, y, él, abogado laboralista, me impulsó a ir a Lesbos (Grecia) en 2016, cuando el éxodo de huidos de la guerra Siria. Y allí rodamos el documental Contramarea y me inspiré para la novela de no ficción El granado de Lesbos (Galaxia Gutenberg, 2019). Ver en directo llegar las pateras de gente aterrada y comprobar cómo, ya en Europa, se les hacina en terribles campos de internamiento, me ha hecho especializarme y crear las novelas Horizonte (Edhasa, 2023) y este Puro empeño (Edhasa, 2025).

En Puro empeño presenta un dilema moral legalidad vs. ayudar a quien lo necesita. ¿Cuál es su postura en esta cuestión? ¿Hay que controlar la inmigración o abrir fronteras?

Pero, ¿hablamos de las fronteras para entrar o salir? Me refiero, ¿nosotros queremos seguir yendo al Magreb y África a hacer negocios, turismo, a trabajar de periodistas, o vivir experiencias formativas, o a rodar películas o dar conciertos, o inaugurar exposiciones si somos artistas, o a faenar con nuestros barcos pesqueros por aguas de Senegal, Mauritania, Marruecos o Sáhara Occidental, que es de donde vienen cantidades industriales del pescado? ¿Por qué damos por normal que los de la orilla norte del Estrecho podemos cruzar tan tranquilamente con sólo pagar el ferry o avión, pero a magrebíes y africanos les sometemos a un sistema de visados que es un timo oficializado? Un timo, sí, porque se les exige un dinero para trámites, sabiendo que sistemáticamente se les van a denegar los permisos de viaje, y sin reembolso de gastos.

Así que, tras los 400 años en los que Europa esclavizó a los africanos, tras la colonización con el reparto de África como una tarta en 1885, tras la neocolonización que aún se mantiene porque el expolio y el fraude de impuestos de las multinacionales occidentales en África multiplica por mucho las “ayudas al desarrollo”… en occidente, Europa, España aún vemos normal que “la libertad de movimiento y residencia”, consignada en el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, sólo rija para nosotros, los blancos. Mientras que negros y magrebíes, para viajar aquí, tienen que arriesgarse a morir en travesías del desierto y de los océanos, gastándose 6.000, 8.000, 10.000 euros, cantidades con las que, cualquiera de nosotros, nos daríamos el viajazo de nuestras vidas.

En realidad, por ruta en patera a Europa, sólo llegan al año unos 300.000 magrebíes y subsaharianos de un África con 1.200 millones de habitantes. Y hay un gran cambio africano en marcha, del que hablo en mi novela Horizonte (2023) y consiste en que la nueva generación de africanas y africanos, en su continente y la diáspora, reclama, con la fuerza de sus recursos energéticos y de su juventud pujante y preparada, que al fin se les trate con igualdad por primera vez en la historia.

La historia transcurre en lugares poco habituales en la novela sobre África: una ciudad como Nador, en el norte de Marruecos, con su realidad cotidiana. ¿Por qué ese escenario en lugar de, digamos, las grandes ciudades marroquíes típicas en la narrativa? ¿Qué la une a Marruecos?

Puro empeño es la historia de dos amigas, española y francesa, que se conocen a los 20 años cuando ésta viene de Erasmus. Y cuando tienen 30, la francesa llama a la española y le dice que tiene que pedirle un favor, tan delicado que no puede decírselo por teléfono, sino que necesita que se reúna con ella en Nador, Marruecos, donde está, por trabajo, en el Festival Internacional de Cine y Memoria Común donde yo misma he participado con frecuencia, como jurado, asesora académica y presentando mis novelas.

Una vez en Nador, se desvela que ese comprometido favor consiste en que la ayude a pasar por la frontera, como si fuera hija suya, a una bebé africana abocada al abandono. Una petición que enfrenta a la española, y espero que a las lectoras y lectores, al dilema de saltarse la ley, en este mundo que las viola a diario, como vemos en el genocidio en Gaza, para salvar a una chiquilla indefensa o aferrarse, pese a todo, a las normas, por convicción, egoísmo o miedo al castigo.


Al escribir Puro empeño dice que no buscaba narrar un tráfico infantil —sino que surgió de tus propias reflexiones— ¿Cómo fue ese proceso creativo: cuándo una idea, una imagen o una inquietud se transforman en novela?

Inspirarse y crear es un proceso curioso. Hay estímulos que llaman tu atención. Escenas, personas, situaciones que, de pronto, destacan sobre el resto. Como cuando estás embobada en una habitación y, al entrar un rayo de luz, te haces consciente de las motas de polvo que flotan. Si atiendes a estas escenas y personajes el tiempo suficiente, incluso cuando ya no las tienes delante, pero siguen en tu mente, sucede algo muy parecido a cuando se observa una pompa de jabón, que al principio nos resulta transparente, pero en la que, poco a poco, advertimos franjas de color y, luego, al contacto de nuestro mero aliento con la superficie jabonosa, se forman como olas, paisajes…

En el caso de Puro empeño, mis vivencias al visitar un orfanato, limpio y digno, en Nador, y también el Marruecos rural e interior, próximo a la cordillera del Atlas, mis conversaciones e intercambios con marroquíes y con amistades de Senegal, Guinea-Conakri, Mali… me han ido haciendo componer este puzle de voces, en primera persona, en los distintos capítulos, voces de las dos amigas, de la madre biológica de la bebé, marroquí, del padre, maliense, en cuyo encaje invito a participar a lectoras y lectores.

Viendo el clima actual en Europa sobre migración ¿Qué papel cree que tiene la literatura —y su novela en particular— en este debate? ¿Falta empatía hacia quien viene de otro país?

Ahora, con 26 años de trabajo periodístico, un documental y cuatro novelas a mi espalda, veo que mi vocación comunicativa es aportar a la conversación y contribuir a la construcción colectiva. Y, sin duda, me preocupa cómo, desde 2014, el neofascismo está tuneando aquel antisemitismo que, en los años 40 del siglo XX, le sirvió para culpar a los judíos del empeoramieno de las condiciones de vida de las familias europeas que, en verdad, era culpa de los abusos ultracapitalistas. Siguiendo aquella estrategia que entonces les funcionó, que hizo al mismísimo Hitler llegar al poder por los votos, ahora el neofascismo culpa a las y los inmigrantes, buscando volver a gobernar, quitarnos derechos a todos y aumentar los beneficios de unas élites agresivas y avariciosas.

Frente al “ellos” contra “nosotros” con el que quieren enfrentarnos a los africanos, conocer, hablar, trabar amistad con inmigrantes, o acercarse a ellos a través de novelas o películas, pueden ser pasos para darse cuenta de que el verdadero “nosotros” es el de la ciudadanía trabajadora del mundo, que sólo queremos vivir tranquilos y en paz con nuestros seres queridos, y el “ellos” de élites abusonas e insaciables a las que tenemos que ponerles freno para que no acaben con todo.