Nadie imaginaba tal día como hoy hace dos años, en plena jornada de reflexión, que Juanma Moreno iba a ser el primer presidente no socialista de la Junta de Andalucía. Tampoco que se acabaría la hegemonía del PSOE en San Telmo tras 37 años, pero se alinearon los astros y las estrellas y ocurrió.

Ahora se cumplen dos años de ese gobierno del cambio de PP y Cs, con el apoyo de Vox en la investidura, y su tono moderado y su gestión frente a la Covid-19 han dado músculo a Moreno. Andalucía ha sido más golpeada en la segunda ola aunque sin llegar al colapso sanitario y el presidente ha sacado pulmón para paliar la crisis económica y social.

Lo ha hecho con su apuesta por la Sanidad y por la Educación en el último Presupuesto andaluz, con la puesta en marcha de un plan de apoyos a pymes y autónomos con ayudas de 667 millones de euros y con el Plan Andalucía en marcha. Con este pretende reactivar la economía y poner en circulación un total de 3.450 millones de euros a través de la colaboración público-privada.

Según los últimos barómetros andaluces, Juanma Moreno está más asentando en la Presidencia de la Junta. Lo destacaron los realizados hace unos meses por la Fundación Centro de Estudios Andaluces (Centra) y también el último de la consultora especializada Dialoga Consultores, publicado recientemente.

En concreto, según este sondeo realizado en la mitad de la legislatura, el PP ganaría las elecciones andaluzas con el 28,1% de los votos y una ventaja de 2,5 puntos sobre el PSOE-A. Ante este escenario, podría volver a sumar la mayoría absoluta en el Parlamento autonómico con Cs y Vox, que en esta ocasión rebasaría a la formación naranja.

También le favorece la situación de la oposición. A diferencia de lo que ocurre a nivel nacional, la izquierda andaluza -dividida en PSOE y Adelante Andalucía- no se entiende. Sobre todo tras la llegada de Teresa Rodríguez de la mano de Podemos al panorama político andaluz en las elecciones de 2015.

Tampoco corren buenos tiempos en sus propias organizaciones. La coalición de Adelante está rota tras la expulsión del grupo de Rodríguez, propiciada por Podemos e IU. Y Susana Díaz no termina de encajar el golpe de haber perdido las elecciones, ni tampoco consigue mantener la hegemonía como a menos de un año de un congreso regional. 

Unas elecciones abiertas

Desde el PP nunca dieron la batalla por perdida en esas elecciones del 2 de diciembre de 2018 o, al menos, eso mantuvieron hasta el final. Los consideraban los comicios más abiertos en los últimos 40 años y no se equivocaron. Contaban a su favor con que el líder de Ciudadanos, Juan Marín, había salido escaldado tras darle su apoyo a Susana Díaz en la legislatura anterior. De hecho, segura de que seguiría al frente, la dirigente socialista adelantó las elecciones.

También con que las banderas socialistas de la Sanidad y la Educación eran continuamente protestadas en la calle, y con un juicio por el caso ERE con dos expresidentes del PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, sentados en el banquillo que se prolongó durante un año.

Pero lo más inesperado fue el resultado de Vox, que fue una incógnita hasta el final para los andaluces y para las propias encuestas. Salieron los números y PP y Cs sumaban para gobernar con el apoyo de la formación de Santiago Abascal en la investidura de Moreno. Los de Vox tenían en su mano la llave y sus votantes, al fin y al cabo, habían apostado por ese cambio.

Las expectativas del cambio 

El cambio político en Andalucía, única comunidad que no había tenido alternancia política, despertó grandes expectativas. No obstante, había ciertas dudas hacia el liderazgo de Juanma Moreno, ese político malagueño que sustituyó a Javier Arenas y a Juan Ignacio Zoido en 2014. Lo hizo para llevar las riendas del partido y ser el candidato en un momento complicado, después de que Arenas se quedara a las puertas.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en la sala del Consejo de Gobierno en San Telmo. Marcos Moreno

Moreno obtuvo los peores resultados de la historia de su partido, sin embargo, alcanzó el sillón de San Telmo. De hecho, a nivel nacional, sobre todo tras su apoyo a Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias con Pablo Casado, lo tenían en el punto de mira y acabó convirtiéndose en uno de los barones territoriales más valorados, junto a al presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo. Pero como él mismo dijo tras aquella noche electoral con una sonrisa de oreja a oreja, tenía "toda la legitimidad y la obligación moral de liderar el cambio en Andalucía".

Lo lideró y desde el principio hizo gala de un discurso moderado y constructivo, el mismo que le fue criticado durante su etapa en la oposición y tan valorado en estos dos años de gobierno. Es, sin forzarlo porque va intrínseco en su carácter, una persona moderada, dialogante, de centro y que transmite seguridad. También por el reparto de los papeles en el Gobierno, su consejero de Presidencia y hombre de máxima confianza, Elías Bendodo, tiene un perfil más duro.

Pero, antes de que la Covid-19 lo invadiera todo, como presidente logró prestigiarse, y el virus le ha dado más popularidad y fortaleza como gobernante. Quizás ese cambio grabado a fuego en su programa electoral no ha ido tan rápido como ellos y los andaluces pretendían al depositar su confianza en este gobierno de coalición.

No obstante, consideran que han demostrado que se pueden hacer las cosas de otra manera. Todo ello a pesar de que la crisis del coronavirus ha cambiado las prioridades y sus planes. Según han confirmado a EL ESPAÑOL desde el Gobierno andaluz, a expensas de la pandemia, el balance es satisfactorio en el ecuador de la legislatura.

Tres presupuestos en dos años

En estos dos años, han logrado aprobar tres presupuestos con un mayor gasto este último en Sanidad y Educación. Esto propicia un horizonte despejado y estable para que las próximas elecciones se celebren en fecha prevista. Las dos últimas fueron adelantadas por Susana Díaz.

Moreno, por su parte, cuenta además como avales de sus dos ejercicios en la Presidencia la moderación y el buen feeling reinante en el Gobierno de coalición, excepto cuando Vox arma alguna pataleta sin graves consecuencias.

El primer año lo cerró con superávit y ese mismo 2019 Andalucía consiguió ser la única comunidad autónoma que cumplió con las tres reglas fiscales: el objetivo de deuda, de déficit y la regla de gastos. Lo hizo de la mano del consejero de Hacienda, Juan Bravo. 

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en su despacho de San Telmo. Marcos Moreno

Además, han bajado los impuestos y han conseguido liquidar el de Sucesiones y de Donaciones, que fue una de sus medidas estrellas. También han aprobado el conocido como el super decreto andaluz anti burocracia, cuyo objetivo es reducir los trámites burocráticos y atraer inversiones.

La revolución verde ha sido otra de las banderas de su gobierno al pasar las competencias medioambientales a Presidencia tras la última reestructuración del Ejecutivo andaluz. También la beligerancia hacia la 'ley Celáa', cuya implantación pretende limitar al máximo.

Otras reformas que llevaban en su programa electoral siguen en cartera. El PP criticó durante años la llamada administración paralela, esa red de entes instrumentales creada por el PSOE durante casi 40 años. La Consejería de la Presidencia ha sacado a concurso el contrato para aplicar en los próximos dos años los ajustes, reorganización o recortes que sean necesarios. Las auditorías sobre su funcionamiento está previsto que finalicen el próximo mes de diciembre.

A Moreno aún le quedan dos años de legislatura por delante y desde el Ejecutivo andaluz aseguran que no cesarán en el empeño de seguir liderando ese gobierno del cambio. No obstante, en estos momentos tiene clara su prioridad: continuar amortiguando los golpes de esta pandemia, que tampoco nadie imaginaba, en todos los sentidos.

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