Apenas sale en las fotos, pero siempre está. Es Iván Redondo, jefe de gabinete de Pedro Sánchez en Moncloa y coordinador del Comité Electoral junto al secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. Él es el estratega jefe y más personal del presidente del Gobierno, al que ha acompañado en algunos actos junto a otros de los colaboradores de Moncloa más cercanos.

Sobre Redondo recae buena parte del diseño de la campaña electoral y, por supuesto, la estrategia sobre los debates. "Es Iván. Toda la campaña es Iván. Los debates, también", señalan sin atisbo de duda desde el PSOE. En Ferraz aún causa no pocos recelos que alguien ajeno al partido, que antes había asesorado a políticos del PP como Xavier García Albiol o José Antonio Monago, acumule tanto poder y la atención del presidente del Gobierno. Pero los tiene. 

Redondo actúa más como gurú de estrategia y comunicación (lo que los anglosajones llaman spin doctor) que como director de Gabinete de la Presidencia. Los cometidos menos prosaicos de la gestión, los que tienen que ver con el seguimiento y el desarrollo de tareas de Gobierno, suelen recaer en otros colaboradores. 

Iván Redondo, jefe de gabinete de Sánchez, en junio en el palacio de la Moncloa junto a altos cargos. Moncloa

Redondo, de formas suaves y educadas, se mueve como pez en el agua en el diseño de la marca propia (aquí se trata de Sánchez, en primera persona, y no el PSOE), en el análisis de los rivales y en los golpes de efecto que aprovechen la coyuntura. Esta semana ha fallado en las tres tareas en una concatenación de errores prácticamente inexplicables en su trayectoria. Sus tropiezos han abierto un inesperado boquete en la campaña del PSOE que, hasta ahora, no tenía agujeros. 

1. "Disposición total" y después cerrojazo

El 25 de febrero, Ábalos saltó a la palestra. Faltaban más de dos meses para las elecciones, pero ya habían pasado 10 días desde que Sánchez anunciase la fecha de las elecciones y la pregunta ya estaba en el debate público. 

El número tres del PSOE, en una rueda de prensa desde Ferraz, aseguró que la disposición de Sánchez a participar en debates sería "total". El PSOE quería "atender todos los debates que se planteen y con quien sea". "No vamos a vetar a nadie", dijo, anticipando que Vox podría ser invitado. 

Después de que Ábalos diese a entender que habría varios debates, quién sabe si a varias bandas o incluso un cara a cara, la estrategia cambió, dejando regular al secretario de Organización. Redondo y el equipo de campaña creyeron que las exigencias de la oposición de un debate para contrastar proyectos eran pura desesperación y que merecía la pena que siguieran mostrándola. Llegó entonces el cerrojazo informativo y la línea oficial del partido impuso la nueva tesis: los debates forman parte de la estrategia de cada partido y al PSOE le convenía jugar al escondite. Todo a su tiempo.  

Desde el 25 de febrero hasta el 11 de abril pasó más de un mes y medio sin decisión. Se acumulaban las ofertas. Esa tarde de abril, Sánchez inauguraba la campaña en Dos Hermanas (Sevilla) y el PSOE aún no había confirmado su participación en ningún debate, dejando varios días sin cubrir con actos en su calendario de campaña. Algo insólito. Pablo Casado y Albert Rivera concluyeron que Sánchez tenía más bien pocas ganas de debatir mientras Pablo Iglesias reclamaba claridad. 

2. Entre TVE y Abascal, elegir a Abascal

Hasta ese momento, los debates eran algo que utilizar en base a la estrategia de cada partido. Si Casado y Rivera reclamaban un cara a cara con Sánchez era para legitimarse como alternativa al PSOE, explicaron en Ferraz. 

Cuando no podía posponerse más la decisión, ésta reveló la estrategia de Sánchez. Rechazó los cara a cara con Rivera y con Casado (este último tenía fecha propuesta por Mediaset). Se negó a hacer más de un debate, a diferencia de lo que ocurrió en 1993 o 2008. Sólo habría uno. Entre la cita a cuatro en RTVE y una a cinco en Atresmedia, Sánchez eligió Atresmedia con Santiago Abascal. 

Redondo lleva meses identificando a Vox como el botón que desintegra a sus oponentes. En medio de la fragmentación del centroderecha surge Sánchez, aupado desde el Gobierno, activando el voto útil y con un relato tanto en torno a lo que ha hecho como a la figura de víctima por lo que no le dejaron hacer.

Vox es, en ese sentido, un aliado electoral del PSOE. "¿Debatir con Vox?", le preguntaron la semana pasada a Ábalos en una entrevista en 20 Minutos. El secretario de Organización, poco partidario de dar aire a la extrema derecha, se sinceró. "Es una amenaza democrática, una alternativa neofranquista y un problema de la derecha. A nosotros electoralmente nos podría venir bien, pero al país no". 

Por el camino quedaba RTVE, el ente público al que el PSOE dice defender tras la gestión del PP, muy contestada por los trabajadores. 

3. No prever recursos ante la Junta Electoral

La decisión de la Junta Electoral Central de impedir el debate con Vox sorprendió a todos, pero a quien no debería haber sorprendido era a los socialistas, que se pusieron en el foco al no aceptar más debate que ese y tardar más de un mes en decidirse. Nadie en el equipo de campaña del PSOE había podido imaginar que este órgano, encargado de velar por que las reglas de juego son iguales para todos, podría decirle a un medio privado a quién puede o no invitar a un debate televisado. 

Lo que era más fácil de prever es que habría recursos, tratándose Vox de un partido al que la mayoría de los demás consideran como kryptonita para el sistema político y, por otra parte, habiendo tantas formaciones con una mayor representación parlamentaria que podrían querer participar.

Hubiera bastado con conocer la instrucción que la Junta Electoral utilizó como justificación al tumbar la presencia de Vox. Era de 2011 y su interpretación no ofreció absolutamente ninguna duda a sus 15 miembros, ya que no contó con ningún voto particular. Un conocimiento más exhaustivo de las normas electorales o, al menos, algunas consultas previas hubieran evitado el revés para Sánchez de ver tumbado el único debate que quería, entre otras cosas, beneficiarse del formato y plantel elegido por él mismo. 

4. Defender ardientemente a RTVE menospreciando a Atresmedia

RTVE inmediatamente ofreció de nuevo el debate que Sánchez había rechazado para el 22 de abril. Atresmedia, también con gran agilidad, readaptó su cita y dejó fuera a Vox, con lo que el PSOE se encontraba ante el dilema de optar por un debate el 22 en RTVE, uno el 23 en Atresmedia, los dos o ninguno. ¿Qué hacer?

"Será un honor debatir en RTVE, la televisión pública española de todos a la que su Gobierno ha devuelto la independencia y neutralidad", dijo el PSOE en un comunicado. "El Comité Electoral desea que ese debate tenga la mayor difusión y audiencia posible. RTVE ha ofrecido la señal gratuita a todos los medios de comunicación que deseen emitir el debate. También es importante señalar que RTVE fue el primer grupo en ofrecer un debate a cuatro", decía el texto.

De repente, el PSOE veía todas las ventajas de acudir a RTVE. La decisión para un presidente socialdemócrata y defensor de lo público estaba clara. El problema es que ya se había comprometido, como Casado, Rivera e Iglesias, con Atresmedia. Y que las ofertas de los dos grupos de comunicación eran para días diferentes. El grupo de comunicación privado, con todos los preparativos en marcha, quería mantener su debate aunque Sánchez sólo quisiera uno y en RTVE. La decisión del líder del PSOE y su argumentación provocó un cruce de comentarios y menosprecios entre los dos grupos de comunicación. RTVE se reivindicaba como servicio público ante uno privado. Atresmedia argumentaba que su debate sería más vivo y periodístico. Pero Sánchez había decidido deshaciéndose de la cita con Atresmedia. 

5. Subestimar a Casado, Rivera... pero sobre todo a Iglesias

Sánchez había llevado la voz cantante. Cuando todos los demás partidos creen que les interesan los debates, el que parte de una posición privilegiada en las encuestas es el que tiene más margen de maniobra para imponer su modelo. Así había sido con el debate a cinco y así sería con el debate a cuatro una vez la Junta Electoral excluyó a Vox, pensaron en el equipo de Redondo. Se equivocaron.

Pero Casado y Rivera querían acudir a Atresmedia, como también Iglesias. El candidato de Unidas Podemos fue el elemento cualitativo que invalidaba cualquier línea de defensa socialista basada en reprochar a la derecha sus ataques, su falta de escrúpulos o que no hicieran oposición de Estado. Sin Iglesias, todo se complicaba. Pero el equipo de Sánchez no coordinó su estrategia con el que es su socio prioritario. 

6. La torpe trampa de cambiar la fecha

El PSOE comenzó a informar, a través de su equipo de comunicación, que Sánchez sólo tenía "disponibilidad" para debatir el 23 de abril y que sería en RTVE. La argumentación sobre RTVE seguía siendo la misma (la defensa de lo público), pero el cambio de fecha del 22 al 23 nunca fue explicado.

La agenda de mítines de Sánchez permanecía vacía para el día 22 desde el inicio de la campaña sin que se hubiese comunicado ningún acto de última hora. ¿Por qué Sánchez sólo tenía "disponibilidad" para debatir la noche que casualmente Atresmedia había propuesto para su debate, que el grupo privado seguía reivindicando?

Incluso después de que los medios comenzaran a publicar que Sánchez sólo debatiría el día 23, impidiendo de facto el debate de Atresmedia, RTVE hizo público un comunicado en el que insistía en el día 22 de abril. Pero la corporación pública no quería problemas ni convertirse ella misma en uno, por lo que aseguró estar "abierta a poder hacerlo en fechas posteriores, siempre que las diferentes formaciones invitadas lo consensúen entre ellas".

Era Sánchez quien había cambiado la fecha sin explicar por qué. La oposición, que estaba dispuesta a acudir el 22 a RTVE y el 23 a Atresmedia, con o sin Sánchez, entró en combustión. Tanto Casado, como Rivera e Iglesias estaban convencidos de que Sánchez no sólo quería limitar a uno los debates sino además impedir que los demás participaran en un segundo por si se instalaba un atril vacío.

7. Meter a RTVE en la contienda y provocar la rebelión

A media mañana de este jueves, RTVE hizo público otro comunicado en el que ya sólo figuraba el 23 como fecha. Era la fecha impuesta por el Comité Electoral unas horas antes. 

Rosa María Mateo, administradora única de la corporación, nombrada por el PSOE, había tomado la decisión sin consultar al moderador del debate, al equipo encargado de prepararlo ni a los Consejos de Informativos. Y la fecha beneficiaba al candidato del PSOE mientras que perjudicaba a los de PP, Ciudadanos y Podemos, que deseaban cumplir tanto con su compromiso con Atresmedia como con RTVE en la fecha que había ofrecido. 

La rebelión fue amplia dentro de RTVE. Destacados profesionales de la casa, como Xabier Fortes, el moderador del debate, o Íñigo Alfonso, presentador del programa de la mañana en RNE, criticaron a Mateo por la decisión. También los Consejos de Informativos de la televisión, la radio y la web consideraron que se estaba poniendo a RTVE al servicio del PSOE tras luchar tanto para que no se pusiese al servicio del PP. 

La oposición denuncia una llamada de Moncloa a Rosa María Mateo para que fuese ella la que ofreciese la coartada perfecta. Si era RTVE quien proponía la fecha, estaba claro que Sánchez no podría estar en dos sitios a la vez. 

8. Cargar contra la Junta Electoral

En el punto álgido de la polémica, Sánchez compareció para explicarse. Durante más de 15 minutos, fue interrogado en Onda Cero (del grupo Atresmedia) por los debates. Con un tono mucho más áspero del habitual, quizás consciente de que la gestión de los debates se había convertido en su gran error de campaña, Sánchez trató de defenderse. 

Al hacerlo, atacó a la Junta Electoral como principal culpable de la situación, a pesar de que fueron muchas de sus decisiones las que condujeron a ella. 

"Este lío", dijo, no fue "provocado" por "el grupo Atresmedia, ni por supuesto tampoco por parte del PSOE ni de ningún partido político sino como consecuencia de una resolución de la Junta Electoral Central", ha dicho. "[Es] una resolución que yo acato pero que no comparto" que "a quien está beneficiando es a la ultraderecha", según él. 

El argumento tiene un fallo: si Sánchez hubiera aceptado varios debates desde un principio, hubiera sido posible pactarlos para espaciarlos, de tal manera que, cuando la Junta Electoral hiciese su aparición, no fuese un problema. Sánchez llegó a decir que iría el 23 (fecha impuesta por él) a RTVE (impuesto por él como lugar) aunque todos los demás candidatos, que mantenían su cita en Atresmedia, no enviaran a nadie al plató. 

9. Proponer regularlos tras haber suprimido la promesa en el programa

Sánchez prometió regular los debates. Era otra vía de escape: si se podía trasladar que el problema era la falta de regulación y que él no tenía responsabilidad, podría salir más o menos ileso. 

Sin embargo, como informó este periódico, el PSOE suprimió de su programa para el 28-A la propuesta que sí hizo en 2015 y 2016. Entonces era él quien reclamaba debates a Mariano Rajoy, a quien criticaba por aceptar participar tan solo... en uno por campaña. Como Sánchez. Y eso que en Onda Cero aseguró tener "muchas ganas de debatir". 

10. Rectificar, pero con un comunicado insólito

Otro comunicado matinal del PSOE trajo finalemente la rectificación, bastante profunda, del PSOE. Sánchez sí aceptaría ir a dos debates tras identificar que era peor llevar su pulso hasta el final que ceder. "¡Qué remedio!", exclamó Sánchez al ser preguntado sobre si tendría que someterse a escrutinio dos veces. 

El comunicado de prensa culpaba al Comité Electoral de la gestión, el mismo que coordina Redondo. "Pedro Sánchez ha trasladado al Comité Electoral del PSOE la petición de que reconsidere su posición respecto a los debates electorales previstos para la semana próxima". Sánchez, el líder del PSOE con más peso dentro de su partido en décadas, era presentado en el comunicado como un candidato que se limita a seguir órdenes del todopoderoso Comité Electoral, al que imploraba que rectificase su error. Con éxito, para su alivio. "El Comité electoral ha dado el sí a la propuesta de Pedro Sánchez", dijo el texto para acabar con el suspense. 

Además, el comunicado no ahorraba en hipérboles, asegurando que debatir dos días consecutivos es "impropio de una democracia establecida". En realidad, en el Congreso de los Diputados es bastante frecuente. Por ejemplo, en un debate de investidura, en uno sobre el estado de la Nación o en una moción de censura. 

Debatir más dos días seguidos es para Sánchez "una anomalía". "No hay precedente alguno en la historia de las democracias occidentales de un planteamiento semejante desde la invención de la televisión". La amargura y disgusto que destilan sus palabras, rápidamente destacadas en las redes sociales, eran el final de un cúmulo de errores que dejan a Redondo en mal lugar. 

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