Ocurre pocas veces. Pero ocurre. Y te perfuma el alma. Ocurre que entras de una manera en un lugar, en un país, en un evento y sales de otra completamente distinta. Porque te cambia la mirada. Y cambia para siempre. Sucedió recientemente. En una visita que realicé a la primera edición de la feria Original en México.

No voy a hablar de la ciudad, crisol de energía transformadora, ni del hermoso lugar donde instalaron a los feriantes, el Complejo Cultural Los Pinos, que acostumbró a ser residencia de los presidentes del país, hasta que el actual, López Obrador, lo abrió a la ciudadanía.

Hablaré del contenido, más que del continente. Del contenido profundo. De la emoción y las emociones. Las mías y las de muchos que miraban con los ojos acuosos –Secretaría de Cultura, incluida– a los de aquellos que expresábamos el impacto de ver, conocer, tocar, la labor de más de 3.000 artesanos que de forma directa o indirecta mostraban sus creaciones y las exponían ante diseñadores nacionales e internacionales para cruzar experiencias, culturas y deseos de que la moda recoja lo que ofrece la artesanía para su uso, con respeto, sin apropiación, con conocimiento de causa y de sus causas.

Charo Izquierdo es periodista y consejera independiente

Charo Izquierdo es periodista y consejera independiente

Me fascinó descubrir cómo algunos y algunas de las artesanas allí presentes cultivaban su propio algodón, más que a nivel particular como cooperativas. ¿Hay algo más sostenible? Me impresionó volverme con otra visión de un país, casi quimera, donde los idiomas, la fisonomía o la artesanía varían tanto de un lugar a otro, que cultural e intelectualmente más bien conformarían un continente.

Baste decir que existen en México 68 pueblos indígenas, cada uno con su lengua y una manera de expresarse allende las palabras, con un arte popular que los representa y respalda y que, más allá de dibujos, formas y colores, guarda secretos ancestrales.

No sólo doy las gracias al Ministerio de Cultura mexicano por invitarme, sino porque siendo partícipe de Original he apreciado mucho mejor la esencia y la herencia que comparten permanentemente con el mundo, con nuestro mundo. Parafraseando a Paul Eluard, diría que hay muchos méxicos, pero están en este.

Líbrenos el Señor de aquellos que piensan o, mejor dicho, que reducen su noción de artesanía a la de un plato, un bordado o una vasija. No digo que no lo sean, que lo son. Pero hay que entrometerse, cotillear, para trascender y captar su más allá, que es más acá, en el sentido de que es vida interior lo que es capaz de ofrecer: alma, verdad, reflejo de existencias marcadas por el pasado, por ritos, religiones, costumbres y ancestros.

Existen en México 68 pueblos indígenas, cada uno con su lengua y una manera de expresarse allende las palabras

Por eso, aplaudo la idea de Original, tan ídem, porque pone en valor ese bagaje, uniéndolo a los diseñadores, capaces de destilar esencias artesanales para servirlas con diseño actual, respetando sin distorsionar, sin la trampa ni cartón del plagio.

Un buen nombre, Original, que dice casi todo. Como fue original la manera de usar el Complejo los Pinos para organizar la feria donde había presencia de más de ochenta lugares de México, con idea de construir país, mostrando al mundo su cultura con su propia mirada, sus propios ojos. Como lo fueron las reuniones planificadas con artesanos de todo tipo para entender mejor sus trabajos.

Me impresión especialmente Rufina, que comenzó el grupo Masehual con 25 mujeres en la sierra de Puebla, para llegar en la actualidad a cien, que no solo tejen, sino que trabajan por la sostenibilidad de la comunidad, hasta crear un hotel medioambientalmente respetable, el Taselotzin.

Me gustó conocer a Ololo, que junto a su esposo artista trabaja las joyas tejidas con algodón y piedras y vende online. O a María Auxilio, que llegó a nuestro encuentro con la cabeza tapada con un rebozo blanco trabajado en filigrana (deshilachado) imponente, para el que me dijo necesitar seis meses de labor.

O al maestro tintorero Raúl Pontón que ha recuperado las técnicas ancestrales de los tintes naturales y que ha escrito, entre otros, el libro Azul Deguedó, el antiguo azul maya, sobre el colorante icónico del México prehispano, surgido de la planta nativa Indigofera suffruticosa o añil silvestre, aún utilizada.

Los testimonios de muchos de los artesanos reunidos por Original es clave para poner al ser humano en el centro

Disfruté junto a mis queridos Pablo Rafael de la Madrid y Mar Abascal. Me emocionó la pasarela Original, nunca mejor dicho. Me preguntaba qué dirían sus antepasados si levantaran la cabeza, ante aquellos desfiles coloristas con diseños a veces adaptados a nuestro pequeño mundo occidental para incentivar el conocimiento de sus ropas y, sobre todo, sus ventas.

A muchos se nos saltaban las lágrimas viendo subidos a la pasarela a sus creadores, que jamás habrían pensado que saludarían como los grandes que eran, recibiendo el aplauso de un público entusiasmado. Me traje muchos recuerdos.

De mujeres como Catalina Maurette, con su huipil (túnica) absolutamente siglo XXI que aún resuena en mi cerebro, en este caso no mexicano, sino peruano porque en su concept store Proyecto República vende artesanía de diferentes países latinoamericanos.

Y especialmente de quien me la presentó, la diseñadora, esta sí mexicana, Patricia Govea. Fascinante. Ella y su trabajo. Ha reunido a más de cien mujeres de la sierra cercana a Jalisco –"no te rajes", como dice la canción– en una empresa de la que cada una es socia. La creadora produce ropa y accesorios con ellas, todas mujeres megaempoderadas, respetando sus técnicas, sus dibujos, sus culturas.

En Original había gente con valores, que repetía la necesidad de distinguir en su obra entre el valor y el precio

Me impresionó y, pasado el flechazo del encuentro, sigo impresionada por su fortaleza y su labor. Y no es única, porque en los ejemplos, las biografías, los testimonios de muchas y muchos de los artesanos reunidos por Original es clave poner al ser humano en el centro, dignificándolo, peleando para que se respeten sus creaciones, su originalidad, pero también sus derechos.

Gente respetable. Gente con valores, que repetía en innumerables ocasiones la necesidad de distinguir en su obra entre el valor y el precio. Gente con identidad que viste identidades. Gente sostenible avant la lettre, ellos sí de manera orgánica. Gente original.