Cada vez más mujeres lideran proyectos innovadores con foco en sostenibilidad, algunos discretos y otros con gran alcance, desde agricultura ecológica hasta iniciativas tecnológicas avanzadas. Son investigadoras pioneras en energías limpias, científicas que avanzan en la conservación del entorno, empresarias que revolucionan la economía circular o profesionales que auditan sistemas de gestión empresarial, entre otras.

Estas mujeres no acaparan los titulares, ni participan en las grandes cumbres internacionales sobre sostenibilidad. Su liderazgo es real y tangible, pero sigue invisible.

La sostenibilidad global requiere romper con el paradigma de invisibilidad femenina en puestos estratégicos. Las mujeres tienen capacidades ampliamente demostradas para liderar transformaciones sostenibles; sin embargo, permanecen ocultas. ¿Por qué seguimos sin reconocer a una parte trascendental de quienes impulsan los cambios? La sostenibilidad que ignora no transforma, perpetúa.

Las cifras son tan reveladoras como incómodas. En España, según el informe Women in Business 2025, de Grant Thornton, el 38,4% de los puestos directivos están ocupados por mujeres. Lo que representa una leve disminución respecto al año anterior y evidencia que, incluso en contextos avanzados, las mujeres siguen lejos de ocupar los espacios de poder más influyentes.

A este ritmo, como advierte el propio informe, no se alcanzará la paridad en puestos directivos hasta el año 2053. La metáfora del techo de cristal ya no basta: estamos ante escalones rotos que nos impiden promocionar y muros invisibles que no siempre están en las estructuras externas, sino también en los condicionamientos que hemos interiorizado.

Curiosamente, el sector de la auditoría y consultoría de sostenibilidad muestra una situación potencialmente positiva: es un ámbito en el que existen más mujeres que hombres. En paralelo, informes de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial demuestran que las mujeres desempeñan roles clave en la gestión sostenible de recursos, en agricultura regenerativa, conservación ambiental y en la economía de los cuidados.

Ejercen su liderazgo frente a la crisis climática y fortalecen la resiliencia comunitaria, pero lo hacen en un segundo plano que rara vez alcanza el reconocimiento público o político.

Otro de los ámbitos donde se manifiestan con claridad las desigualdades estructurales es el del emprendimiento. Según el informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) sobre España, muchas mujeres no emprenden por vocación o por oportunidad de negocio, sino por necesidad: tres de cada cinco lo hacen como vía de autoempleo o para asegurar ingresos básicos.

Esta realidad ayuda a explicar por qué en España proliferan pequeñas consultoras, proyectos profesionales y perfiles freelance liderados por mujeres. Para muchas, emprender no es una opción estratégica, sino la fórmula que les permite conciliar, sostener económicamente a sus familias y sortear las barreras de un mercado laboral que sigue sin ofrecer condiciones equitativas.

En este contexto, una de las grandes lecciones que he extraído como mujer en la sociedad y desde mi experiencia como empresaria es reconocer el papel esencial de la libertad financiera como motor de una igualdad real. Mientras las mujeres continúen emprendiendo mayoritariamente por necesidad económica y conciliación familiar —y no por oportunidad profesional o vocación estratégica—, el camino hacia la igualdad y la visibilidad continuará siendo cuesta arriba.

Cuando se piensa en grandes líderes empresariales, emprendedores o científicos, rara vez imaginamos a mujeres. Esta exclusión se debe a un imaginario colectivo que aún asocia el liderazgo estratégico con perfiles masculinos.

¿Cuánto talento seguimos perdiendo al perpetuar esta visión obsoleta? ¿Qué ganaríamos si este liderazgo invisible se volviera visible?

El informe Women in the Boardroom de Deloitte demuestra que empresas con juntas directivas diversas logran mejores resultados económicos, más innovación y mayor resiliencia.

Adicionalmente, el Gender Equality and Climate Policy Scorecard evidencia que los países que incluyen activamente a mujeres en las decisiones climáticas mejoran sustancialmente sus resultados ambientales y sociales. Es decir, visibilizar el liderazgo femenino no solo es una cuestión de justicia social, sino también una estrategia clave para la sostenibilidad global.

El camino hacia esa urgente visibilidad está ya identificado y trazado: cuotas efectivas en posiciones directivas, redefinición de perfiles estratégicos y un apoyo decidido al emprendimiento femenino no sólo como subsistencia, sino como opción estratégica de influencia y crecimiento empresarial.

La sostenibilidad global no puede permitirse el lujo de seguir desaprovechando la mitad del talento humano. Construir un futuro sostenible requiere de todas las voces, todas las perspectivas y todos los talentos posibles. Hoy, más que nunca, necesitamos transformar ese liderazgo femenino silencioso en un liderazgo influyente y reconocido. Porque la mujer invisible no es sostenible.

***Rut Ballesteros es socia directora de Cavala.