El 4 de septiembre de 1998, el mundo asistió al nacimiento de una de las empresas más trascendentes y con mayor relevancia de la actualidad: Google. Sin embargo, a pesar de la importancia de este momento, unos meses antes, concretamente el 5 de marzo, tuvo lugar un hito igual o más importante: la celebración de la I Conferencia Internacional de la Eficiencia Energética

Desde entonces debatimos diariamente sobre la crisis climática y cómo un buen uso de la energía puede revertir, entre otros, el tan temido cambio climático. Sin embargo, más allá de este debate, ¿se está facilitando el acceso a la investigación y la tecnología que aplica a las energías limpias?, ¿qué posición adoptar los players del mercado energético en la actualidad?

Ahora que España encara con ambición la reindustrialización, todos estamos de acuerdo en que es vital que este proceso vaya acompañado de un impulso de la eficiencia y optimización energética de todos los procesos productivos. Porque, ¿de qué nos sirve reindustrializar si no somos eficientes y descarbonizamos más allá de acelerar la implantación de energías limpias?

No es casualidad, por tanto, que el propio PERTE de Descarbonización Industrial, una de las líneas de ayudas más ambiciosas que se están poniendo en marcha actualmente, recoja la mejora de la eficiencia energética como uno de sus cuatro grandes objetivos, junto a la descarbonización de los procesos de producción, la mejora de la competitividad y el impulso de la seguridad energética.

La conclusión, por tanto, es clara: la eficiencia energética se presenta como uno de los grandes objetivos para el mercado a nivel mundial en un contexto en el que todos, como sociedad, debemos trabajar para volver a poner a nuestra industria en el lugar en el que se merece por su gran contribución a la economía y a la generación de empleo y riqueza. Esta no solo ayudará en ese proceso de descarbonización, sino que será una palanca para promover, a su vez, la mejora de la competitividad.  

Si nos vamos a cifras concretas, la Unión Europea ha establecido ya ambiciosos objetivos en materia de eficiencia energética, incluyendo la reducción del consumo de energía en un 11,7% para 2030. Con ese objetivo en mente, la industria española debe apostar sin reservas por la tecnología de vanguardia que ya se está desarrollando para mejorar la gestión de su consumo energético y, de entre todas las soluciones tecnológicas existentes, destaca la Inteligencia Artificial.

Para poder aumentar la eficiencia energética, es necesario no solo entender cómo funciona el consumo energético de cada compañía, sino también comprender todas las variables que influyen en dicho consumo y anticipar su posible evolución. Hablamos, pues, de una enorme cantidad de datos cuyo análisis sería prácticamente imposible de no ser por la tecnología.

¿Quién no ha oído hablar de la inteligencia artificial (IA)? Y, en concreto, ¿de esta tecnología aplicada a la eficiencia y procesos operativos energéticos?, ¿es clave para mejorar en todos los sectores y ámbitos de actividad? Rotundamente sí.  

Gracias a su capacidad de análisis de datos y de desarrollo de modelos predictivos, la IA, como una pieza más del puzle que se suma al Edge Computing o el Big Data, es capaz de transformar toda esa información en algo útil para las empresas, permitiendo conocer al detalle todas las variables que afectan al consumo de energía y anticipar cómo van a comportarse dichas variables, todo ello con una precisión absoluta.

Por tanto, no es de extrañar que, según el estudio EnergIA by Smarkia, que hemos elaborado recientemente junto a GFK, el 75% de las compañías encuentre interesante apostar por sistemas de gestión energética basados en IA. En ese mismo sentido, el grado de satisfacción entre las compañías que ya utilizan estos sistemas es muy elevado, rozando el 90%.

Por poner un ejemplo, gracias a las soluciones de gestión energética basadas en IA se han conseguido ya ahorros de hasta un 20% en el consumo eléctrico asociado a la climatización y de hasta un 40% en la cadena de frío; cifras muy relevantes y que pueden tener un gran impacto en la actividad de nuestra industria.

Y, por último, no podemos olvidarnos de que la llegada de las energías renovables y de las soluciones de autoconsumo están impulsando el mercado de flexibilidad, ofreciendo a las empresas la oportunidad de pasar de ser consumidores energéticos a prosumidores.

De esta manera, la industria puede ser capaz de producir su propia energía, garantizando su suministro energético y, al mismo tiempo, convertir la energía sobrante en un activo que pueden vender al mercado. Todo este proceso, enormemente complejo, puede ser gestionado automáticamente por la inteligencia artificial, convirtiendo así la eficiencia energética en un factor de gran valor para cualquier compañía.

La eficiencia energética ya no es un objetivo aspiracional, es la llave para impulsar la competitividad y la descarbonización de nuestra industria. Esto, en el actual proceso de reindustrialización, marcará un antes y un después para la economía a nivel mundial.

La meta está clara y contamos con la tecnología para llegar a ella, aunque es fundamental que instituciones y empresas entiendan el verdadero porqué de la eficiencia energética para apostar, sin reservas, por esta realidad que, más que aspiración, es una necesidad.

*** Marina Salmerón es CMO de Smarkia.