Cuando España, siguiendo la tendencia de medio planeta, prohibió fumar en los restaurantes y otros sitios cerrados, el grito de muchos se escuchó en Marte. A la par, el alivio de otros se pudo detectar en todo el sistema solar. En aquel momento se dijo que la economía del país —aparentemente lleno de fumadores— caería por debajo del suelo, los sitios de ocios cerrarían y la alegría por vivir de los españoles dejaría de ser ese tópico que casi siempre se cumple.

Más de una década después, las predicciones catastróficas no se han hecho realidad y podemos volver a casa sin que el olor a tabaco inunde cada arista de nuestro cuerpo y ropa.

Pero, ¿cuánta razón científica hay en esa medida?

Además de las evidentes molestias para respirar, la irritación de los ojos y otras contrariedades que emergen cuando estamos en un sitio lleno de fumadores ejerciendo, varios trabajos científicos han indicado que respirar el humo del tabaco es una causa directa de algunos tipos de cáncer.

Hoy vamos un poco más a la profundidad del tema y quiero exponerte un estudio publicado por la revista Nature esta semana, justo el día de San Valentín. Una especie de regalo en forma de datos científicos para reflexionar sobre el tema.

Con el ánimo de responder a la pregunta ¿qué factores afectan las defensas humanas?, un grupo francés de investigadores estudiaron la respuesta inmunitaria de 1.000 personas teniendo en cuenta 136 características intrínsecas y hábitos que pudieran modular las defensas.

Si algo nos dejó claro la reciente pandemia vivida es la enorme variabilidad en cuanto a respuesta defensiva —respuesta inmunológica— que tenemos los humanos. La exposición al mismo virus tuvo consecuencias muy distintas en cada persona y este fue uno de los principales misterios, aún no del todo desvelado, al que nos enfrentamos los científicos.

Siempre hemos sospechado que debe existir un conjunto importante de factores que condiciona cómo nos defendemos frente a los ataques de virus, bacterias y otros procesos adversos. Cuáles son es una pregunta cuya respuesta tiene un valor incalculable.

El estudio al que me refiero se centró en una cohorte de personas sanas en la que se procuró un equilibro en términos de edad y sexo. También se cuidó que los individuos incluidos en el ensayo tuvieran un fondo genético homogéneo. De esta manera se facilitó el descubrimiento de nuevos determinantes inmunitarios, además de la edad, el sexo y las variantes genéticas.

Para identificar factores ambientales asociados a la variabilidad en la respuesta inmunológica, los investigadores midieron la producción de elementos cruciales para orquestar una defensa apropiada, las llamadas citocinas. Esto se hizo luego de que la sangre extraída de los implicados en el estudio se expusiera a sustancias que simulaban un total de 11 situaciones patológicas, entre las que se encontraron la infección por distintos tipos de bacterias y algunos cuadros víricos.

Conociendo 136 rasgos demográficos de los individuos que aceptaron participar en el estudio, tales como el peso corporal, el índice de masa, la existencia de infecciones prevalentes por virus muy comunes en la población, el pasado y presente en cuanto a hábitos como hacer deporte y fumar, se estudió la correlación de estos rasgos con la respuesta que mostraba su sangre a las simulaciones de infecciones y otras situaciones patológicas que te comenté anteriormente.

El resultado fue contundente: el tabaquismo influye de manera rotunda tanto en la respuesta inmunitaria innata —defensa frente a lo totalmente desconocido por el cuerpo— como en la adaptativa —respuesta frente a aquellos agentes patógenos que atacaron al individuo en el pasado—.

Curiosamente, el efecto sobre la respuesta frente a lo desconocido se pierde con celeridad después de dejar de fumar. Esto es una buena noticia, quienes abandona el tabaco recuperan su capacidad de defenderse usando esta 'herramienta' del cuerpo.

Sin embargo, la influencia negativa que tiene el hábito de fumar sobre la respuesta adaptativa persiste mucho tiempo después de que los individuos finalizaran su relación con el tabaco. Esto se asocia a lo que llamamos memoria epigenética, algo de lo que te hablaré en próximas columnas.

He de decirte que junto a fumar, el estudio concluye que tener un mayor índice de masa corporal y haber estado infectado previamente por un virus típicamente benigno llamado citomegalovirus también afectan a las defensas humanas.

El punto débil del estudio está en la homogeneidad de la cohorte usada. Los autores lo indican como un punto a mejorar en el futuro, incluir una mayor diversidad de etnias se torna importante. No obstante, el resultado es demoledor contra el hábito de fumar.

Esto es ciencia, aquí no hay milagros ni ideología. Fumar afecta significativamente tus defensas y, probablemente, haga lo mismo en quienes acompañen de cerca al fumador mientras 'disfruta' de su tabaco.