El 2023 nos sitúa en el ecuador de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: han pasado 8 años desde que se presentó la estrategia y tenemos otros 7 para alcanzar las metas y los objetivos marcados. Aún nos queda mucho trabajo por hacer y, aunque parezca poco tiempo, tenemos un largo camino por recorrer que no está exento, además, de barreras ni de obstáculos, ya sean nuevos o viejos conocidos. 

Pero si nos imaginamos ese camino como un laberinto y los grandes objetivos como puertas que hay que atravesar, tenemos en nuestras manos una llave maestra, que es la educación, para acelerar el viaje. Este 24 de enero se celebra el 5.º Día Internacional de la Educación bajo el lema “Invertir en las personas, priorizar la educación”. 

La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó este día para recordar a la sociedad el papel tan trascendental que la educación desempeña para la paz y el desarrollo. Fue en 2018, dos años antes de que la pandemia provocara una pérdida de aprendizajes sin precedentes, por lo que hoy es más significativo que nunca. 

Este año, las celebraciones van encaminadas a pasar a la acción de forma urgente. Hacemos un llamamiento para dar prioridad a la educación como aceleradora del desarrollo sostenible. Sin la garantía de una educación inclusiva, equitativa y de calidad, difícilmente podremos aspirar a la resolución de los grandes desafíos globales a los que nos enfrentamos. 

Llegamos a este día apenas cuatro meses después de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Transformación de la Educación, que tuvo lugar en Nueva York el pasado septiembre. Como representante de ProFuturo, programa de educación digital impulsado por Fundación Telefónica y Fundación ”la Caixa”, tuve la oportunidad de participar en una sesión sobre el fomento de las alianzas entre múltiples actores para impulsar la transformación educativa. 

En la mesa, organizada por la Global Education Coalition de la UNESCO, me acompañaban otros socios de este pacto internacional y multisectorial como Microsoft, Ericsson y Google.

El debate giró en torno a cómo las alianzas público-privadas entre múltiples actores pueden ayudar a transformar la educación. Sobre todo en ámbitos como el de la digitalización, en el que el sector privado puede aportar sus innovaciones basadas en la tecnología para desplegar, de forma escalable y sostenible, todo el potencial de la educación digital en países en desarrollo y contextos especialmente vulnerables.

Tenemos evidencias del poder transformador que la educación digital ofrece en entornos donde el acceso a una experiencia de aprendizaje de calidad, memorable y personalizada para cada niño es más difícil.

Hemos podido observar cómo, en diferentes puntos geográficos, la existencia de un aula digital provoca cambios tan importantes como la disminución del abandono y el absentismo escolar, el aumento de la motivación para ir a la escuela y prestar atención en clase o la mejora de las competencias digitales, indiscutiblemente necesarias para la ciudadanía, en los niños, sus docentes e incluso sus familias. 

Se trata de encontrar múltiples vías para lograr esa transformación educativa tan necesaria y, en algo tan vertebral como esto, es muy difícil avanzar si no estamos unidos todos. Nuestro futuro depende del talento humano y en ello debemos invertir. Priorizar la educación en la agenda es invertir en las personas, en la igualdad, en la justicia, en la sostenibilidad, en la paz y, sin temor a exagerar, en todo aquello por lo que merece la pena luchar. 

Feliz Día Internacional de la Educación.

***Magdalena Brier es la directora general de ProFuturo.