Hoy día, las decisiones se toman basándose en datos. Tanto los gobiernos como las empresas manejan grandes cantidades de información acerca de su propia actividad, del contexto social y económico y de todo aquello que pueda afectar al funcionamiento de sus políticas o estrategias de negocio.

Esos datos, bien analizados y contextualizados, son la clave para mejorar la eficiencia de las organizaciones. Y esto también aplica al desarrollo sostenible.

El camino hacia la sostenibilidad requiere adoptar muchas medidas de forma urgente para cumplir con la Agenda 2030. Este objetivo está estrechamente relacionado con nuestra capacidad de recopilar, medir e interpretar la información que generamos para ser cada vez más eficientes y más sostenibles, en beneficio del planeta.

El ejemplo más claro de cómo utilizar el potencial de la información para construir un presente sostenible es lo que se denomina green data.

¿Qué son los 'datos verdes'?

El green data utiliza datos masivos para monitorizar el estado del medio ambiente, facilitando soluciones escalables en el plano tanto local como global con el fin de frenar la emergencia climática.

Esto se consigue cruzando datos medioambientales relacionados al cambio climático con datos derivados de la actividad humana. Las fuentes de datos abiertas ponen a disposición esta información cuantitativa para mejorar la toma de decisiones en lo que respecta a las estrategias de sostenibilidad.

Los datos constituyen uno de los activos más valiosos de una empresa, y las métricas nos permiten interpretar esa información para convertir los datos en inteligencia empresarial. Los datos, además, son la radiografía que nos ayuda a visualizar la situación en la que nos encontramos y analizar el comportamiento de los diferentes departamentos.

Con esta información podemos realizar un diagnóstico e implementar medidas adecuadas para crecer y avanzar hacia la excelencia empresarial. Y hoy día no puede existir excelencia empresarial sin que la sostenibilidad forme parte del propio núcleo del negocio.

En la llamada Década de la Acción, las empresas deben comprometerse con la hoja de ruta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), adoptando estrategias que incorporen criterios Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ASG), y haciendo un seguimiento de todos los datos resultantes para identificar los riesgos y las oportunidades destinados a mejorar sus prácticas sostenibles.

Las métricas y análisis sobre el consumo energético y las fuentes de energía utilizadas, el volumen de emisiones de CO₂ generadas, el sistema de gestión de los residuos, el uso de materiales reciclados, la aplicación de modelos de economía circular… Todos ellos son indicadores ambientales que pueden –y deberían– medir las organizaciones para tratar de avanzar hacia una gestión más responsable y comprometida con el planeta.

Y por supuesto, también en el ámbito de la Administración pública, el green data es fundamental para el diseño de políticas públicas orientadas a la sostenibilidad. Para ello, necesitan recopilar datos a escala masiva relacionados con el medio ambiente y el cambio climático (incendios, sequías, inundaciones, terremotos y otros fenómenos naturales) y cruzarlos con los relacionados con la actividad humana (uso del transporte, consumo eléctrico por hogar, porcentaje de residuos reciclados, etc.).

Iniciativas internacionales

En este sentido, cabe destacar la actividad de Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la Unión Europea, que hoy es uno de los principales generadores de datos ecológicos del mundo. A partir de la observación de todo lo relacionado con el medio ambiente y la biodiversidad, tanto por medio de satélites como de sistemas terrestres, aéreos y marítimos, proporciona a los Estados información esencial para que puedan mejorar la gestión de sus recursos hídricos, la calidad del aire y, en general, la calidad de vida de sus ciudadanos.

Hay otros muchos programas internacionales que proporcionan datos masivos sobre las energías renovables, el estado de la contaminación y las emisiones de CO₂, el avance de la deforestación del planeta, así como la planificación y gestión de la movilidad en las ciudades. Podríamos citar Aqueduct, del World Resources Institute, que se dedica a identificar y evaluar los riesgos relacionados con el agua en todo el mundo.

O el laboratorio Global Land Analysis and Discovery (GLAD) del Departamento de Ciencias Geográficas de la Universidad de Maryland, que investiga métodos, causas e impactos del cambio global en la superficie terrestre a partir de los datos obtenidos de la observación de la Tierra. Y también cabe destacar el proyecto Climate TRACE impulsado por Al Gore, que utiliza los satélites y la inteligencia artificial para monitorizar las emisiones globales de CO₂.

La tecnología como eje fundamental

La tecnología es el elemento que hace posible todos estos proyectos. Sin ella, la medición, captación, compilación y consolidación de los datos, así como su análisis e interpretación, no sería viable.

También para las organizaciones, en menor escala, existen herramientas de gestión de la sostenibilidad como APlanet que permiten monitorizar todos sus indicadores de acuerdo con estándares internacionales, visualizar su evolución a través de un panel de control y reportar todos los resultados para ponerlos en conocimiento de los grupos de interés.

Lo que no se mide no se puede mejorar, y optar por tomar decisiones que no se basen en datos es tan ineficiente como arriesgado. Tenemos las herramientas para medir, analizar y visualizar el alcance de nuestras acciones. Los otros dos elementos imprescindibles son la voluntad y el compromiso por contribuir a crear un mundo más sostenible y mejor para todos.

***Johanna Gallo es CEO y cofundadora de APlanet.