La naturaleza no se altera con nuestros sentimientos, pero sí con nuestras acciones. Es imposible no darse cuenta de que hay en el ecosistema una especie de iteración: hacemos algo y acto seguido la naturaleza hace su parte. Después actuamos en función de lo que ella hace y, así, una y otra vez. Es un diálogo constante tras el cual el planeta nos pide parar y reparar y nos reclama prestar atención a los ritmos más lentos del tiempo natural.

En el recinto del consumismo actual, interiorizado como lugar seguro, han comenzado a dilatarse las grietas procedentes de modos de vida insostenibles. Ahora bien, más que lamentarnos debemos hacer un descenso a tierra firme para corroborar que existe ya una red de empresarios y emprendedores que desarrollan todo un tejido social y que serán los que impulsen definitivamente ese ansiado desarrollo sostenible.

Sorprendentemente, podría decirse que la elaboración en 2015 de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que contiene 17 objetivos con 169 metas que abarcan las esferas económica, social y ambiental, se ha basado en el trabajo silencioso de tantas pequeñas empresas, productores o emprendedores.

Jovita García,

Jovita García,

Como consultora en sostenibilidad y derecho ambiental, he conocido de primera mano la labor de muchos pequeños y medianos empresarios en España y Portugal que cumplen con la cada vez más profusa normativa ambiental, alimentaria y sanitaria. Están luchando en medio de una maraña burocrática que nos caracteriza, contribuyendo a mantener, en ocasiones, la población en zonas rurales y a la preservación del territorio, buscando las más punteras innovaciones para sus procesos y productos y consiguiendo, a veces gracias a un esfuerzo titánico, desarrollar productos valorados en todo el mundo.

Sin embargo, lo cierto es que si preguntas a la mayoría de las pequeñas y medianas empresas qué piensan sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible te contestan lo siguiente: "Y eso, ¿qué tiene que ver conmigo?”. ¿No es sorprendente que los que constituyen más del 90% del tejido empresarial de todo el mundo se sientan tan lejos de esas agendas y sus objetivos? ¿Cómo vamos a conseguir la ansiada transición a una nueva economía descarbonizada y a una sociedad más justa e igualitaria sin contar con los verdaderos protagonistas de este camino?

Estas preguntas y sus consecuentes reflexiones me llevaron a crear VERDAZ, un espacio en el que dar a conocer lo que, considero, es la sostenibilidad real de tantos pequeños y medianos productores de la Península Ibérica. Pero ¿qué tiene que ver una plataforma que vende productos de la Península Ibérica y que permite a las empresas productoras obtener asesoramiento sobre la sostenibilidad de sus procesos y productos con los ODS?

Son muchas las pequeñas y medianas empresas que están consiguiendo el fin de la pobreza en sus comunidades

La mayoría de pequeñas y medianas empresas ibéricas llevan años incorporando sin saberlo los Objetivos de Desarrollo Sostenible en sus procesos. Gran parte de esos empresarios a los que tengo el honor de conocer han conseguido que muchos habitantes de zonas rurales se queden en sus pueblos generando oportunidades que han permitido el acceso al trabajo de muchos jóvenes y mujeres que, de otra forma, estaban destinados a irse de su tierra o permanecer en ella sin un futuro claro, condenados a no gozar de una educación de calidad, a no tener acceso a determinados servicios sanitarios o a carecer de infraestructuras. En definitiva: a perderse el inmenso mundo de oportunidades que ofrece el conocimiento.

Entre otros muchos incentivos, desarrollan productos y servicios que reflejan la propia esencia de su territorio, contribuyendo así a la conservación de los ecosistemas terrestres y marinos y, por definición, a la lucha contra el cambio climático.

Aunque me gustaría mencionar especialmente a los valientes que se quedan o que deciden instalarse en las zonas rurales por una cuestión puramente egoísta (yo misma procedo de allí). Lo cierto es que son muchas, afortunadamente cada vez más, las pequeñas y medianas empresas que, por genética, están consiguiendo el fin de la pobreza en sus comunidades. Lo hacen a través de la aplicación de medidas de conciliación que permiten una igualdad de género real, desarrollando y poniendo en práctica desde hace años acciones de colaboración con los colectivos más desfavorecidos de su entorno.

Son muchas las empresas y emprendedores que cuidan al detalle el origen de sus materias primas y el compromiso de sus proveedores con sus propias comunidades; las que utilizan, siempre que les es posible, fuentes de energía renovables y adoptan la tecnología necesaria para reducir sus emisiones. Las que se integran en la vida de sus ciudades y pueblos, ayudando a que sean lugares donde merece la pena vivir.

Son muchas empresas cuidan el origen de sus materias primas y el compromiso con sus comunidades

Cada vez hay más emprendedores arriesgando e invirtiendo en investigación e innovación, ofreciendo a su comunidad productos o servicios. Aportan un plus al ejercer de educadores del consumidor, explicándoles el origen de su producto, mostrándoles su historia, su proceso de producción, invitándoles a consumir de forma responsable y a luchar contra el desperdicio o la destrucción del entorno.

No hay ODS ni metas que no estén basadas en la vida diaria de una pequeña o mediana empresa comprometida con su producto y con su comunidad. Por eso mencionaba antes que se trata de una cuestión genética.

Es la razón de que urja destacar su papel imprescindible, no sólo de parte de las organizaciones internacionales o las administraciones públicas, que han de empezar a ajustar sus exigencias a la realidad de las empresas y a reconocer -premiando, sí- el trabajo de las empresas comprometidas con la sostenibilidad en su triple vertiente, sino por parte de los consumidores, que con nuestra simple elección estamos dejando claro qué queremos ahora y en el futuro.

Si no lo conseguimos, habremos lanzado el mensaje claro: nos da igual cómo se produce y a quién o qué se lleva por delante. Lo quiero barato y lo quiero ya. Lo inquietante será quién recibe ese mensaje y qué hace con él. Por mi parte, yo lo tengo claro: quiero saber la verdad de lo que compro, de quién, cómo y cuánto. Quiero elegir la verdad.

*** Jovita García consultora en sostenibilidad y derecho ambiental en Ambienta45 y fundadora de VERDAZ.